La transformación del vidente en el Apocalipsis de Pablo
En la medida que asciende descubre que el cosmos se ordena en 10 esferas celestiales habitadas por ángeles y seres celestiales (un ser que cuida la entrada del cuarto cielo; testigos de los actos de los hombres; un gran ángel que castiga en el quinto cielo, etc.). En el cuarto cielo los ángeles llevan un alma desde el país de los muertos (que bien puede referirse al mundo) a las que castigan por sus actos en la tierra después de haber presentado tres testigos en su contra para finalmente ser condenado a vivir en otro cuerpo: ¿Qué pecado he cometido en el mundo? El guardián que reside en el cuarto cielo le respondió diciendo: No era conveniente cometer todas aquellas transgresiones a la ley que se dan en el mundo de los muertos. El alma respondió diciendo: Aporta testigos y que muestren en qué cuerpo cometía transgresión. ¿Quieres traer un libro y leer en él? Y acudieron tres testigos . El primero tomó la palabra y dijo: ¿Acaso no estuve yo en el cuerpo en la segunda hora?…Me levanté contra ti hasta que te sumiste en ira, enojo y en envidia. El segundo habló y dijo: ¿Acaso no estaba yo en el cosmos? Entré en la hora quinte y te vi y te deseé. Y he aquí que ahora te acuso de los crímenes que cometiste. El tercero habló diciendo: ¿Acaso no me llegué a ti en la hora duodécima del día a la puesta del sol? Te di tinieblas hasta que rematarás tus pecados. Cuando el alma oyó todo esto bajó los ojos con tristeza. Luego miró hacia arriba y se precipitó hacia abajo. El alma que fue precipitada hacia abajo y accedió a un cuerpo que había sido preparado para ella. (20, 13-21, 20). Así se aprecia que La vida corporal, o “en el cuerpo” se entiende como un castigo; el enojo, la envidia, la furia y el deseo se entienden como faltas relacionadas con el cuerpo y que ocasionan pecados ; es muy importante conocer quién es uno, de dónde ha procedido y a dónde se dirige, puesto que este conocimiento es el único que me conduce a donde realmente pertenecemos; también es importante el conocimiento de ciertos signos o contraseñas que les permitirán liberarse del demiurgo al momento de la muerte, quizás refiriéndose a un sacramento ; es importante el sentido de camadería entre las almas que comparten el mismo conocimiento y destino.
En el quinto cielo habita un gran ángel con una gran barra de hierro quien junto a otros ángeles conducen otras almas y las llevan a juicio; en el sexto cielo hay un guardia que protege la entrada del séptimo cielo donde en un trono dorado se sienta un hombre anciano luminoso y de vestidos blancos, el demiurgo; este es ignorante, cree conocer al hombre, pero ignora de dónde ha venido; cree que es más fuerte que el hombre y que lo puede retener, pero no es cierto; más allá del séptimo cielo y hasta el noveno se menciona cómo el alma se va encontrando con otras similares a ella, comenzando por los apóstoles, en un ambiente amistoso de camadería; Dios está más allá del dominio del demiurgo creador del mundo material; a Dios no se le describe: El anciano tomó la palabra y me dijo: ¿A dónde vas Pablo, el bendecido, el que fue separado desde el vientre de su madre? Ahora bien, yo miraba al Espíritu, y él movía la cabeza diciéndome: Habla con él. Yo hablé y dije al anciano: Regreso al lugar del cual procedí. El anciano me respondió: ¿De dónde procedes? Yo le respondí diciendo: Desciendo al mundo de los muertos para llevar cautiva a la cautividad que fue cautivada en la cautividad de Babilonia. El anciano me contestó diciendo: ¿De qué manera podrás apartarte de mi? Mira y ve a los principados y a las potestades. El Espíritu intervino diciendo: Entrégale la señal que está en tu mano, y te abrirá. Entonces yo le di la señal. El volvió el rostro hacia abajo, hacia su creación y los que son sus potestades. Entonces se abrió el séptimo cielo y ascendimos a las Ogdóada. Y vi a los doce apóstoles. Me saludaron y ascendimos al noveno cielo. Yo saludé a todos los que se hallaban en el noveno cielo, y ascendimos al décimo cielo. Y yo saludé a mis espíritus compañeros” (23,1-24,5).
Pablo vuelve al lugar y a la condición previa a la vida en este mundo material. En eso consiste la salvación. El hombre es capaz de ascender en la medida que conoce quién es, de dónde viene, a dónde se dirige; que conoce las causas de la ira, la envidia,los deseos y se libera de ello; visión estrictamente dualista, donde el cuerpo y el mundo se presentan como ignorantes, y el mundo espiritual y el alma como la verdadera identidad humana.