La transformación del vidente en el Apócrifo de Santiago
El Reino entonces es como una espiga que madura, expande el fruto y llena el campo para el año venidero. El conocimiento trae aparejado el descubrir en uno mismo la espiga de vida que debe cosechar, para que se extienda la vida plena. Por eso la presencia sensible del Señor o sus recuerdos son accesorios. Incluso el haberle conocido o no como Salvador carece de real importancia. Son desdichados los que han oído y no creyeron, y afortunados los que sin ver han creído. Vosotros asimismo, apresuraos a segar para vosotros una espiga de Vida, para que seáis perfectos para el Reino…¡Hay de los que me han escuchado y no han confiado en mí! ¡Serán bienaventurados los que no han visto, pero han creído! (12,28-13,1).
La segunda idea tiene que ver con el término de la profecía con el advenimiento del Reino de Dios. La profecía, como débil recurso, ha concluido con Juan. ¿Ignoráis que se ha cortado la cabeza de la profecía con Juan?…Cuando sepáis lo que es “cabeza” y que la profecía sale de la cabeza, entenderéis lo que es “se le ha arrancado la cabeza (6,38-7,1). Pedro y Santiago son anticipo del saber que prefigura el Reino y que se manifiesta a través de las revelaciones y las parábolas. Estos discípulos son exhortados no sólo a apresurarse a la revelación, sino que también a superar al propio Jesús. Apresuraos en salvaros, sin ser urgidos. Pero vosotros mismo preparaos y si es posible superadme, porque así os amará el Padre. Aborreced la hipocresía (que aleja de la verdad) y el mal pensamiento (7,10-20). Las enseñanzas de las parábolas reflejan también la verdad del Reino. Por ejemplo: La palabra se parece a un grano de trigo. Una vez que alguien lo sembró, confió en él, y cuando brotó, lo amó, porque vio muchos granos en vez de uno, y cuando hubo trabajado se mantuvo al prepararlo como alimento” (8, 15-22). Esto significa que el Reino se alcanza con cuidado, con la atención, y el conocimiento, y no el razonamiento o la intelección. “El Reino de los cielos si no lo recibís por medio del conocimiento, no lo podréis encontrar. Por esto os digo: ¡Estad atentos, no os engañéis! (8, 25-30).
La tercera idea tiene que ver con la transformación del creyente. Esta se realiza a través del conocimiento que aporta el escuchar la Palabra del Salvador. Éste desciende sobre aquellos que no le resisten, tal como el Hijo no se resistió al Padre. A través de esta aceptación se completa el Reino de Dios. Ved que yo he descendido y he hablado y he sido atormentado y he ganado mi corona una vez que os he salvado. Descendí, en efecto, para habitar con vosotros, para que vosotros pudierais habitar conmigo. Y habiendo encontrado vuestras casas sin techo, he
residido en las casa que me podrían recibir en el momento de mi descenso (8,38-9,10).Escuchando la Palabra uno se abre al conocimiento, ama la vida y las persecuciones perderan peso subjetivo (9,20). Por otra parte si el salvador ha descendido para atendernos,ahora tenemos que despertarnos y darnos prisa en seguirlo. Partiré y no quiero permanecer más con vosotros, como tampoco vosotros lo habéis querido. Ahora, por lo tanto, seguidme con premura. Por esto os lo he dicho, es a causa de vosotros por lo que he descendido. Vosotros sois los amados (10,22-30).
El alma desea salvarse, pero es el espíritu el que se salva. Salvados ambos, el cuerpo ya no peca y sólo tendría como función llegar a su fin en la muerte que no afectaría ni al alma, menos al espíritu. “Efectivamente, sin el alma el cuerpo no peca, igual que el alma no se salva sin espíritu. Pero si el alma se salva sin el mal y si se salva también el espíritu, el cuerpo se torna sin pecado, ya que es el espíritu el que vivifica al alma, el cuerpo, al contrario, el que le da la muerte, o sea, que ella misma es la que se da muerte(11, 39-12, 10).