La Rusia que perdimos
Hace unos meses atrás, en la parroquia de Kudvishe, una persona me dio un documental que se llamaba La Rusia que perdimos. En este se mostraba el excelente nivel de vida de los rusos antes de la revolución y las proyecciones de crecimiento que se vieron interrumpidas con ésta. Ahora vengo llegando de un campamento con inválidos, discapacitados mentales, y voluntarios de distintas ciudades de Rusia. Estabamos dos sacerdotes católicos y un sacerdote ortodoxo con su señora y sus hijos. Uno de los voluntarios me dio otro documental que se llamaba La Unión Sovietica que perdimos en donde se mostraba el buen nivel de vida de los rusos durante el comunismo y el poderío mundial que se perdieron con la caída del bloque comunista. ¿Dónde está la verdadera Rusia que perdimos? ¿Es que acaso alguna vez se ha encontrado a sí misma? ¿Que necesita Rusia para encontrarse? Este es el drama de este país…el buscarse con afán y no encontrarse. En ese sentido Rusia encarna el drama humano por antonomasia. Nos buscamos en los lugares y de las formas equivocadas…
Uno de los momentos que más me emocionaron del campamento fue una honesta conversación con Larisa, una voluntaria de 55 años. Me contaba cómo creció con una férrida fe en el sistema comunista. De joven, cuando se extasiaba con los horizontes profundos de Siberia, se sentía tan afortunada de haber nacido en la URSS. Al mismo tiempo sentía pena por los países que no pudieron haber sido liberados por el ejército rojo durante la segunda guerra mundial. Pobres franceses, pensar que pudieron haber sido parte de la URSS si el ejército rojo los hubiese liberado antes que los americanos. Toda esa fe se derrumbó cuando comenzó a trabajar como parvularia y se enfrentó con la corrupción de sus colegas. La igualdad en la que creía no existía, era sólo un discurso al que se había aferrado para dar sentido a su vida. La crisis de fe fue enorme y devastadora. Ésta coincidió con el inició de la Perestroika…y de nuevo, todas sus esperanzas se cifrarón en M. Gorvachov y su esfuerzo por reconstruir el comunismo. Amó al lider comunista, creyó en él. Y de nuevo, a principios de los noventa, cuando los corruptos se hicieron con las cuotas de poder en Rusia, todo se derrumbó. Una nueva crisis de fe de la cual sólo se recuperaría, poco a poco, cuando se acercó a los evangelios y al modelo de libertad propuesto por Cristo. Larisa rerpresenta la historia de Rusia…y paradojalmente la del camino a la verdadera fe, esa que nos hace realmente libres, esa que no teme a la duda.
Todos necesitamos creer en algo o en alguien. Nos aferramos y respondemos ciegamente a unas ideas que no nos dejen caer en la angustía de una existencia precaria. O bien depositamos nuestra fe en quienes creemos que trascendieron la dura cotidianidad de nuestra vida. En quienes, de alguna manera, «lo lograron». Es una ilusión que debe caer para que la persona se enfrente con la realidad que hace verdaderamente libre. Hay que perderse ( o morir a uno mismo) para encontrarse. Morir a toda tipo de dependencia ideológica o personal. No necesito de nadie para ser feliz o para amar de verdad. Lo único que nos hace libres es el contacto con la realidad…vale la pena preguntarse hasta el cansancio por qué creo en lo que creo. Cuestionarse todo…para que paradojalmente alcanzemos la fe que nos hace libre.