Además del martirio, una segunda clave para entender el primer desarrollo cristológico se refiere a la muerte de los profetas. En el primer siglo existía una colección de obras que se llamaba “La vida de los Profetas” en la que se los describía como obedientes testigos de los requerimientos de la Alianza divina y como mártires. En esta obra descubrimos las tradiciones que expresan la fidelidad y muerte de Isaías (1,1), Jeremías (2,1), Ezequiel (3,1-2), Miqueas (6,1-2), Amos (7,1-3), y Zacarías (21,1). De Isaías simplemente se nos dice que “era de Jerusalén. Murió en tiempos de Manasés serrado en dos” (1,1). De Jeremías se nos dice que “era de Anatot y murió en Tafne de Egipto, apedreado por el pueblo” (2,1). De Ezequiel se nos dice que “procede de la tierra de Sarira, del grupo sacerdotal, y murió en el país de los caldeas durante el destierro, después de haber profetizado muchas cosas a los de Judea. 2 Allí mismo lo asesinó el jefe de los israelitas por echarle en cara la veneración de los ídolos” (3,1-2). De Miqueas se nos narra que “era de la tribu de Efraín. Después de dar mucho que hacer a Ajab, fue eliminado por su hijo Jorán, que lo despeñó porque le echaba en cara las impiedades de sus antepasados” (6,1-2). De Amos sabemos que “era de Tecoa. Amasías lo golpeó a menudo; por fin, acabó con él su hijo, golpeándole con un vergajo en la sien. 2Todavía con vida llegó a su tierra, y a los pocos días murió y fue enterrado allí mismo” (7,1-3). Finalmente de Zacarías se nos dice que era “de Jerusalén, hijo de Jehoyadá el sacerdote, al que asesino Joás, rey de Judá, cerca del altar. La casa de David derramó su sangre, en medio del santuario, sobre el patio. Los sacerdotes lo cogieron y lo enterraron junto con su padre” (21,1).
En otro texto, “El martirio de Isaías”, también encontramos una descripción de la persecución y muerte del profeta. En este se nos dice que «a causa, pues, de estas visiones se irritó Beliar contra Isaías, moró en el corazón de Manasés, y lo aserró con una sierra de madera. Mientras Isaías era aserrado, Bälkira estaba acusándolo y todos los falsos profetas estaban riéndose y regocijándose a causa de Isaías, pues Bälkira y Mekembekus se burlaban de él. Dijo Bälkira a Isaías: Di, «He mentido en cuanto hablé, pues los caminos de Manasés son buenos y rectos, y los de Bälkira también son buenos, así como los de sus compañeros». Esto la decía cuando empezaba a ser aserrado. Mas Isaías estaba absorto en una visión del Señor, con los ojos abiertos pero sin ver a lo que le rodeaban (5,1-7)… Tomaron y aserraron a Isaías, hijo de Amós, con una sierra de madera, mientras Manasés, Bälkira, los falsos profetas, los príncipes y todo el pueblo estaban mirando. Antes de ser aserrado , Isaías había dicho a los profetas que estaban con él: «Id a la tierra de Tiro y Sidón, pues sólo a mí ha preparado el Señor la copa». E Isaías no lloró ni gritó mientras lo aserraban, sino que hablaba por su boca el Espíritu Santo, hasta que fue partido en dos (5,11-14).
Además de las similitudes entre este relato y la pasión de Jesús, también vemos presente en el Nuevo Testamento las tradiciones que tienen que ver con la muerte de los profetas. Algo de esto vemos en Mt 23, 29-36// Lc 11, 47-51; y Hch 7,52 . También observemos lo mismo en algunas parábolas: Mc 8,31// Mt 16,21//Lc 9,22; Mc 9,31 //Mt 17,22; Lc 9,44; Mc 10,33-34//Mt 20,18-19; Lc 18,31-33; Mc 9,12// Mt 17,12; Mc 10,38 // Mt 20,22; Mc 10,45// Mat 20,28; Mt 26,2; Mc 14,22-24// Mt 26,26-28// Lc 22, 19-20. El zenit de dichas tradiciones lo encontramos en el relato de Mc 12, 1-12//Mt 21, 33-44; Lc 20, 9-19.
Esto no quiere decir que en el tiempo de Jesús se entendiese que cada profeta muriese como un mártir. De hecho, la mayoría de los profetas en “La vida de los Profetas” muere pacíficamente. Sin embargo, también es verdad que hay indicaciones que en el tiempo de Jesús las tradiciones sobre la muerte violenta de algunos de ellos se habían multiplicado. La muerte violenta de los profetas fue un marco referencial para entender e interpretar la de Jesús. Jesús mismo pudo haber interpretado su muerte en este marco expitorio: Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos (Mar 10,45). El mismo sentido tendría las palabras de Jesús en la eucaristía de acuerdo a Mc 14,22-24 donde habla de su sangre derramada por muchos. Para más detalles: Charlesworth, J., y Oegema,G. The Pseudopigrapha and the Christians Origins, p. 52-57