La ley de la naturaleza, la ley no escrita, y la ley viviente en Filón
está en armonía con la ley y que cualquiera que observe la Torá está
regulando sus acciones y propósitos con la Naturaleza (Opif 3). El logos de la naturaleza se identifica con la razón y con la Ley de
Dios (Torá) por cuanto esta última se ajusta a la primera (Spec. 2,37). Así por ejemplo, la ley de la naturaleza prohíbe tener relaciones con una mujer que esté menstruando (Spec. 3.32) lo mismo que la Torá. Los patriarcas seguían la ley de la naturaleza (Prob. 62; Abr 5-6, 276; Mos. 2.13). A diferencia de los estoicos, sin embargo, Filón reconoce que el dador de la ley de la naturaleza, y el fin de la misma, es Dios.
Además de la ley de la naturaleza, Filón de Alejandría reconoce la ley no escrita que vendría a ser la ley oral. Filón la define como las costumbres, esto es, las decisiones hechas y aprobadas por los ancianos (Spec. 4. 149ss). Estas leyes no escritas son partes de aquellas que guían a los judíos (Legat. 115; Hypoth. 7.6). Parte de estas leyes no escritas son físicas representaciones de la ley de la naturaleza (Abr. 5-6). Es más, los patriarcas se definen como leyes no escritas en el sentido que encarnaban las leyes de la naturaleza. La ley de la naturaleza es el concepto dominante, las leyes no escritas se convierte en un concepto adjunto a ésta.
Por último, hay otro concepto que ocupa Filón , la ley viva, que en el contexto helenístico hace referencia al rey, el amigo de Dios. Y es que en el pensamiento antiguo el rey viene a encarnar la ley misma. Para Filón el rey es aquel que es la ley viva porque encarna la ley de la naturaleza. El caso paradigmático es Moisés (Mos 1.162). Éste fue un rey por su bondad (148), odiaba el mal (149) y su finalidad era beneficiar a sus subditos (151). Además gozaba de una cercana relación con Dios (148), tanto que era considerado su partner (155) y amigo (156). Para Filón Moisés como rey era no solo el dador de la ley, sino la ley misma. En este sentido lo que quiere decir el filósofo es que Moises cumplía la ley de la naturaleza.
Para más detalles: John W. Martens, One God, One Law, p. 83-90