La imagen y gloria de Cristo como ideario místico en Pablo

 Pablo
es una figura fundamental para entender la primera mística
judeo-cristiana.  Una de las claves para
interpretar su ideario se encuentra en 1Cor 15,49: “Así como hemos llevado la imagen del hombre terrestre,
llevaremos también la imagen del celeste
”. Los creyentes están llamados a
conformarse con la imagen o cuerpo de Cristo.  Veamos por ejemplo como en  Rm 8,29 es Dios quien conforma a los
creyentes en la imagen de su Hijo:  A los que escogió de antemano los destinó a
reproducir la imagen de su Hijo, de modo que fuera él el primogénito de muchos
hermanos
”;
en un lenguaje visionario que nos recuerda la mística de la mercabá leemos en
2Cor 3,18: “Y
nosotros todos, con el rostro descubierto, reflejamos, como en un espejo, la
gloria del Señor, y nos vamos transformando en su imagen con esplendor
creciente, bajo la acción del Espíritu del Señor
”;
y Fil 3,20-21: “ Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo,
de donde esperamos recibir al Señor Jesucristo, él transformará nuestro
cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que
tiene para dominar todas las cosas
”. 
     
La imagen de Jesús a la cual el
cristiano se va haciendo coincide con la adámica. No es casualidad que en 2Cor
4,6 Pablo aluda al lenguaje de la creación de Gn 1,3 para referirse a la nueva
creación inaugurada por Jesús: El mismo Dios que mandó a la luz brillar en las
tinieblas, es el que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que en
nosotros se irradie la gloria de Dios, como brilla en el rostro de Cristo
”. Al
modo de Adán, como es descrito en la apócrifa contemporánea a Pablo, el cuerpo
de Jesús resucitado y el del creyente que se va transformando, reflejan la
gloria de Dios. Mirad por ejemplo, 1Cor 15,43 para hablar del cuerpo
resucitado: “Así
pasa con la resurrección de los muertos
: se siembra corruptible, resucita
incorruptible; se siembra miserable, resucita glorioso; se siembra débil,
resucita poderoso;
 se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo
espiritual.
;
y Fil 3,21 para hablar del cuerpo de Cristo se habla de uno glorioso con el
poder de dominar todas las cosas.  Pablo
entendió su ministerio como la iluminación de los otros (como sucedió con su
propia conversión)  a través “la claridad de la gloriosa Buena Noticia de
Cristo, que es imagen de Dios

(2Cor 4,4). Este Cristo como imagen de Dios tiene como trasfondo la idea de Adán (Gn
1,26-27)  o algunas teofonías como Ez
1,26-28 cuando el profeta ve la gloria de Dios semejante a una figura humana.

Pablo, además,  le adjudica al Jesús resucitado lo que la
tradicional teología sapiencial predicaba de la sabiduría-Torá.  En el texto citado de Rm 8,29 se habla de
Jesús como el primogénito de muchos hermanos; 
en 1Cor 1,24 se habla de Jesús como  fuerza y sabiduría de
Dios
;  en 1Cor 8,6 se habla
de Jesús como un solo Señor,  por quien todo existe y también nosotros.
En la Sab 1,6; 7,7.22.25.27; 9,17 la sabiduría se identifica como el espíritu que renueva todas las cosas y como la
imagen de Dios
(7,26).  También en Ecl 24,3-6 la sabiduría se describe
como el Espíritu de Dios activo en la
creación.  Y es que Jesús como imagen de Dios es verdaderamente el
verdadero Adán (Gn 1,26-27) y el espíritu
creador.
Para más detalles:
Stephen Hultgren, “The Origen of Paul´s Doctrine of the Two Adams in
1Corinthians 15,45-49”, JSNT , 25 (2003) 343ss.

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.