La imagen del árbol en el Cantar de los cantares
“Y tú amarás a Yavé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”.
La polaridad que presenta esta obra se da, entonces, no en la relación obediencia-desobediencia, como en el Génesis, sino en la de la intimidad-lejanía entre el amado y la amada. Veamos otro ejemplo de cómo se da esta relación de intimidad:
[La Amada] Como un manzano entre los árboles silvestres,
es mi amado entre los jóvenes:
yo me senté a su sombra tan deseada y su fruto es dulce a mi paladar.
[La Amada] El me hizo entrar en la bodega y enarboló sobre mí la insignia del Amor (2,3-4).
La imagen del árbol es significativa en la Biblia. En el Jardín del Edén encontramos el árbol de la vida y la muerte; y el árbol del conocimiento. Ambos responden a profundos deseos y necesidades humanas: el conocimiento y la inmortalidad. Ambos impulsos se muestran contradictorios por cuanto el fruto del árbol de la vida es permitido mientras que el fruto del árbol del conocimiento es prohibido. Aún más, cuando el hombre come del árbol del conocimiento, el fruto del árbol de la vida es escondido para el hombre quien es sentenciado a una vida mortal. Estos árboles ilustran la gran diferencia entre el hombre y Dios: el segundo puede combinar conocimiento e inmortalidad, mientras que el primero no. Además del Génesis, es interesante constatar que en varios libros proféticos se castiga a Israel por aceptar a dioses falsos “bajo cada árbol verde”, como es el caso de Jr. 2,20; 3,6; 3,13; Ez 6,13; Dt 12,2.
Oseas, por su parte, había revertido la imagen señalando que Dios mismo había consentido aparecer como un árbol sagrado (14,5-9). El autor del Cantar no sólo comparte el contenido de la profecía de Oseas, sino que lo lleva al presente. El tiempo de la intimidad es ahora. El árbol de manzanas simboliza al amado, específicamente su órgano sexual, erecto y dador de placer, una metáfora explícitamente sensual. El árbol provee de alimento y refugio, roles eminentemente masculino. A través de esta metáfora vemos cómo el llamado del Génesis en orden a que el hombre y la mujer sea una sola carne se materializa. La ironía es que el árbol en vez de traer la muerte como en el Gn cura las heridas del amor: 2,5: «Tiéndanme sobre tortas de pasas, recuéstenme sobre manzanas, porque he sido herida por el Amor”. Respecto al árbol el versículo quinto del capítulo octavo es interesante: 8,5: ¿Quién es ésta que sube del desierto apoyada en su amado? —Te desperté bajo el manzano allí donde te concibió tu madre donde tu progenitora te dio a luz. El despertar tiene el sentido de estar consciente, de encontrar el verdadero conocimiento a través del amor (ver 5,2 y 7,10). Este conocimiento implica que el amor es tan fuerte como la muerte y por lo mismo confiere inmortalidad. Si en el Jardín del Edén el conocimiento (o abrir los ojos) confería la caída (Gn 3,7), y hacía que los amantes escondiesen su desnudez, en el Cantar ocurre lo contrario, el conocimiento hace que se celebre la desnudez.
Por último, mencionemos que la relación entre el hombre y la mujer, rota desde el pecado en el paraíso, se restaura en el Cantar de los cantares. No solo adquiere igualdad, sino que también una gran profundidad. La afirmación del Génesis “Multiplicaré tus sufrimientos en los embarazos y darás a luz a tus hijos con dolor. Siempre te hará falta un hombre, y él te dominará”; es reemplazada por “La Amada] Yo soy para mi amado, y él se siente atraído hacia mí”.