La idea del Padre Invisible en el Apócrifo de Juan

La idea de un
Dios inconmensurable, totalmente Otro, radicalmente desconocido para el hombre
no es solamente griega. Pablo habla de una sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que se
deshacen,
sino de una sabiduría de
Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los
siglos para nuestra gloria
(1Cor 2, 6-7). Esta sabiduría no es accesible al
hombre normal porque se refiere a lo que ningún
ojo vio, ni oído oyó, ni mente humana concibió
(1Cor 2,9 interpretando Is
64,3; 52,15). En un tono similar el Prólogo del Evangelio de Juan señala que a Dios nadie le vio jamás y que es
necesario la intercesión del Hijo para hacerlo conocido (1,18).  Esta idea de la inaccesibilidad de Dios se
desarrollará cada vez más bajo la influencia griega y será pieza fundamental de
la experiencia mística gnóstica (y más tarde de la vía excelsa y negativa de la
mística cristiana). En el Apócrifo de
Juan
leemos que la Mónada es una
monarquía con nada por encima. Existe como Dios y Padre de todo. Uno invisible
que está por encima de todo, que existe como incorrupción, que está en la pura
luz que ningún ojo puede ver
(P.3). 
Dentro de las características que se le predican están el ser indefinible, inescrutable, inconmensurable,
invisible, eterno, inexpresable, innominable, es luz inconmensurable, simple,
santa y pura, absolutamente inexpresable, no es corpóreo ni incorpóreo, ni
grande ni pequeño, nadie puede comprenderlo, no es nada de lo que existe
(P.3).  La gran diferencia entre esta concepción
gnóstica y la cristiana (o la del mismo Filón de Alejandría) radica en el hecho
que esta divinidad no se identifica con el Dios del Antiguo Testamento sino
simplemente con el Dios Padre Incógnito. Él
es una grandeza, una grandeza sin medida. Es un eón principio de eón, una vida
que da vida, una felicidad que da felicidad, un conocimiento que da
conocimiento, un bien que da bien, una misericordia que da misericordia y
salvación, una gracia que da gracia, y no porque posee todo esto, sino porque
da una misericordia inconmensurable e incorruptible. ¿Cómo te podría hablar de
él?
(P.4). 

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.