La sexualidad, el auto-control, y el pecado
La fuerza sexual, muchas veces amorosa y creativa, otras competitiva y agresiva, se explica hoy desde distintas perspectivas científicas: la evolutiva, psicológica, biológica, social, etc. De una u otra manera cada uno de estos enfoques proporcionan el conocimiento necesario para poder «controlar» esta fuerza, para poder conducirla, y para dotarla de los valores aceptados por el grupo humano. En el mundo antiguo existían otro tipo de relatos muy distintos a los nuestros para cumplir esta función. Vamos a ver dos ejemplos.
En el Libro de los Vigilantes (1Enoc 1-36), un libro apócrifo de carácter apocalíptico escrito en el siglo II a.c., se nos cuenta que los ángeles malos vieron con malos ojos a las mujeres de la tierra, tuvieron relaciones sexuales con ellas, y engendraron la raza de gigantes que implantó el mal en este mundo (6-9; 15,3-4). Así, el origen del mal y la injusticia están en los deseos sexuales de los ángeles malos y en la atracción que provocan las mujeres de la tierra (Gn 6,1-4). La sexualidad no es mala en sí misma. Lo que genera la injusticia y los conflictos son ciertas uniones impropias, presumiblemente las que los judíos realizan con mujeres u hombres paganos.
Una historia parecida la encontramos en Taciano, uno de los teóricos del encratismo, ese importante movimiento ascético cristiano que influyó decisivamente en el desarrolló del cristianismo primitivo en Siria y Persia. Según este relato el mundo era bueno hasta que Zeus, el ángel más astuto de todos, por haber sido engendrado primero, se reveló contra la ley de Dios y fue proclamado como dios por sus seguidores mortales e inmortales (Oratio 17,29-24; 24,15-17). Los demás dioses griegos, conocidos a través de la religión helénica, Homero y la astrología, son en verdad demonios que alaban a Zeus, y que despliegan un inmenso poder sobre los mares, la sexualidad, el destino, etc. Dejando ver la influencia estoica de su tiempo, Taciano afirma que una vez que Zeús se reveló contra Dios contaminó el espíritu fundamental, que anima e informa a toda materia, produciendo toda debilidad, injusticia, y maldad (Oratio 17.29-24:24.15-17) y contaminando el mundo que previamente había sido bueno. Especialmente mala y astuta resultó ser la diosa Afrodita (que en el panteón griego también se le relaciona con el amor) quien es la causa de los sucios deseos sexuales que perpetúan la condición mortal del hombre. La verdadera vida y la inmortalidad descansan en el Dios verdadero; muerte y sexualidad descansan en la astuta Afrodita. Según este relato la sexualidad siempre es mala, y la única manera de escapar a los males de este mundo, y con ellos a la mortalidad, es abstenerse de todo contacto sexual. Sólo así el hombre y la mujer pueden sustraerse del dominio de los dioses malos.
En este sentido Taciano interpretará 1Cor 7,5 señalando que todos, incluso las parejas cristianas, deben renunciar a la vida sexual en orden de ganar inmortalidad. «Pablo permite las relaciones sexuales entre las parejas cristianas de una manera tal que lo que está en verdad diciendo es prevenirnos de tenerlas. Pablo se muestra de acuerdo en las relaciones sexuales, siempre corruptas y demoniacas, después de un tiempo de oración y abstinencia, y reconociendo que se deben tener debido a la ausencia del autocontrol. Esto demuestra que lo que en verdad dice es que quien siga este consejo es esclavo…del descontrol, de la fornicación, y del demonio» (Sobre la Perfección, fr.5).
En el caso del Libro de los vigilantes la maldad y la injusticia son productos de relaciones sexuales ilícitas. La sexualidad en sí misma no es mala si es que se vive en condiciones y entre las personas adecuadas. Para Taciano, la sexualidad es la consecuencia y la máxima expresión de la maldad y desobediencia de Zeus y sus secuaces. La sexualidad en sí misma siempre es mala. Dos modelos distintos que tienen como protagonistas a los ángeles caídos y que apuntan a dos maneras diferentes de entender el hombre y su sexualidad.