La ceguera y resistencia de Israel en Mc
A pesar de que el llamado de Jesús de acuerdo a Mc es a la totalidad de Israel, una gran parte de éste no lo acepta como Mesías. Sólo un resto conocerá la verdad y se prepara para el advenimiento del Juicio de Dios. Jesús se queja de la dureza de corazón del pueblo: «Y mirándolos en torno con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones» (Mc 3,5). Esto nos lleva a Is 29,13 donde Dios dice: «Por cuanto este pueblo se me acerca con sus palabras y me honra con sus labios, pero aleja de mí su corazón, y su veneración hacia mí es sólo una tradición aprendida de memoria». Este texto de Is en un contexto más amplio (Is 29,9-12) critica la cegera y la resistencia de Judá. De esta manera Mc justifica como una profesía cumplida la misteriosa incomprensión de Israel respecto al Evangelio. Algunas parábolas vienen a reforsar esta idea, por ejemplo Mc 4, 11-12: «A vosotros os ha sido dado el misterio (μυστήριον) del reino de Dios, pero los que están afuera reciben todo en parábolas;para que viendo vean pero no perciban, y oyendo oigan pero no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados» (Is 6, 9-10). El misterio implica una verdad escondida que se revela al final de los tiempos al justo. La cuestión es que a lo largo del evangelio los discípulos tampoco son capaces de entender la buena nueva. Sólo a partir de la resurrección todo lo que se ha vivido adquirirá sentido. En Is 6,9-10 leemos: «Y Él dijo: Ve, y di a este pueblo: «Escuchad bien, pero no entendáis; mirad bien, pero no comprendáis.» Haz insensible el corazón de este pueblo, endurece sus oídos, y nubla sus ojos, no sea que vea con sus ojos, y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se arrepienta y sea curado».Se trata de un castigo divino contra Israel por su constante idolatría: «porque desecharon la ley del SEÑOR de los ejércitos, y despreciaron la palabra del Santo de Israel» (Is 5,24c). O veamos el Sal 135, 15-18 donde el castigo del idolatra se explica convirtiéndolo en los mismos ídolos que adora: «Los ídolos de las naciones son plata y oro, obra de manos de hombre. Tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen oídos, y no oyen; tampoco hay aliento en su boca.Los que los hacen serán semejantes a ellos, sí, todos los que en ellos confían».Es lo que pasa con la contreversia sobre Belsebú en Mc 3, 20-35 donde los escribas de Jerusalén han cerrado sus ojos a la acción taumatúrgica de Jesús y a la restauración del Reino de Dios. «Y los escribas que habían descendido de Jerusalén decían: Tiene a Beelzebú; y: Expulsa los demonios por el príncipe de los demonios» (Mc 3,22). O consideremos Mc 8, 17-18 donde también aparece un eco de Jr 5,21 y Ez 12,2 que profetizan el exilio y juicio a los incredulos, en este caso dirijido contra los discípulos: «Dándose cuenta Jesús, les dijo : ¿Por qué discutís que no tenéis pan? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Tenéis el corazón endurecido? Teniendo ojos, ¿no veis? Y teniendo oídos, ¿no oís?» «Oíd ahora esto, pueblo necio e insensible, que tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen»(Jr 5,21). «Hijo de hombre, habitas en medio de la casa rebelde; tienen ojos para ver y no ven, oídos para oír y no oyen, porque son una casa rebelde» (Ez 12,2).