Jesus, el divorcio y las interpretaciones
La prohibición del divorcio es uno de los pilares de la visión de familia que la Iglesia se esfuerza en defender con fidelidad y tozudez. Con certeza podemos afirmar que Jesús, contra todo sentido común de la época, prohibió el divorcio. Sin embargo, las primeras comunidades no tardaron en interpretar las enseñanzas de Jesús contextualizándolas. Y es que la idea del divorcio que tenía Jesús se entendía sólo en un contexto del fin escatológico inminente que no llegó. Quizás también nosotros deberíamos aprender de esta experiencia cristiana tan temprana.
En la versión de Marcos de la prohibición del divorcio (10, 3-12) podemos distinguir tres niveles: una que podría estar cerca a las palabras de Jesús (v.v.4.5.9); una que respondería a la fundamentación teológica y bíblica que se dio la comunidad marcana (v.v. 6-8); y una que daría cuenta de la aplicación práctica de la enseñanza de Jesús en la realidad de la comunidad marcana (v.v. 11-12). Respecto a lo que podría provenir del propio Jesús, es probable que éste hiciese una contraposición entre lo que Moisés ordenó (eneteilato v.3) y lo que permitió (epestrefen v.4). Esto quiere decir que el divorcio no es parte de la ley de Dios, sino una concesión debido a la dureza del corazón del hombre. Esta peculiar interpretación de Dt 24,1 no invalida la aplicación del divorcio, sólo que la califica de una conseción a la debilidiad humana, como una especie de regla de emergencia, que Jesús ya no ve necesaria debido a las particulares circunstancias presentes. El versículo 9 vendría a refrendar la enseñanza de Jesús: lo que Dios ha unido, el hombre no lo puede separar. En este versículo es muy probable que anthropos signifique marido. Esto significa que el matrimonio, como unión realiza por Dios, no puede ser rota por la conducta inapropiada del marido. Como veremos esta afirmación no se puede entender a cabalidad si se prescinde del contexto escatológico de la enseñanza de Jesús.
Los v.v. 6-8 serían la fundamentación teológica y bíblica de la enseñanza de Jesús de acuerdo a la comunidad marcana. Estas ya no serían palabras de Jesús porque estas citas son tomadas de la versión de los LXX y porque en Marcos el maestro nunca fundamenta su enseñanza con citas bíblicas. Estamos, por lo tanto, frente a úna fundamentación teológica posterior que debió haber nacido precisamente por lo inusual de la prohibición al divorcio. Tomando dos textos del Génesis (1,27 y 2,24) se señala que desde el inicio Dios creo al ser humano hombre y mujer con la intención que después se unieran para toda la vida en una sola carne. Esa es la voluntad de Dios desde el inicio, no puede caber excepciones. En ese sentido la interpretación marcana de estos textos del Génesis se escapan de las más esotéricas de Gal 3,22 y 2Clem12,2 que insinúan un origen andrógeno del ser humano antes que se separase en hombre y mujer.
Es en la aplicación práctica de esta prohibición del divorcio donde vemos más claramente la flexibilidad de las comunidades cristianas. Los v.v. 11-12 están en contradicción con los v.v. 6-8 porque suponen sólo la prohibición de un segundo matrimonio o unión después del divorcio al que no califica de inaceptable. Esto significa claramente que estamos frente a la aplicación pastoral de la enseñanza, evidentemente más estricta, de Jesús. Este punto se refuerza cuando vemos los paralelos sinópticos donde cada comunidad aplica de manera distinta la prohibición del divorcio. El caso de Mateo es clarificador porque incorpora los actos inmorales (porneia) de la mujer como causa del divorcio del marido. En el caso de las comunidades cristianas de Corintios también vemos cómo Pablo adapta las enseñanzas de Jesús aconsejando a las mujeres que se separan de sus maridos que permanezcan solteras o que regresen con ellos (1Cor 7-11).
La prohibición del divorcio debió haber sonado francamente extraña para los contemporáneos de Jesús. Esto no porque los matrimonios durasen poco al estilo «el amor se fue» o «el amor cumplió su ciclo», como sucede hoy donde la gente accede al divorcio con mucha facilidad. La prohibición del divorcio debió haber sonado extraña porque simplemente éste era una situación irregular, y por lo tanto controlada, que era muy útil para salvaguardar la paz social entre las familias comprometidas. La posición de Jesús, un célibe que no se casó ni tuvo hijos, ha de explicarse desde una perspectiva escatológica. Aventuremos algunas ideas. Primero, una de las versiones más antiguas que tenemos de las aplicaciones pastorales de esta prohibición la encontramos en Mt 5,32 y Lc 16,18 (Q). De estás la de Mateo, si sacamos la exepción de los actos inmorales, es la más cercana a las causas que pudo haber tenido Jesús para prohibir el divorcio. Lo que se nos dice aquí es que si un hombre se divorcia de su mujer hará que ésta cometa adulterio, es decir que peque. ¡Hay que evitar a toda costa que la otra persona peque! Pero, ¿por qué tanto cuidado? Creo que la razón es evidente: el reino de Dios y el juicio están cerca. En otras palabras, ¡permaneced juntos! ¡No os arriesguéis al pecado! Segundo, este acento escatológico parece también predominar si consideramos Mc 12,25 donde en el contexto de la resurrección se nos dice que los hombres y las mujeres no se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo. Esto implicaría, además, que cesará toda diferenciación sexual porque se creía que los ángeles eran seres masculinos.
En definitiva, Jesús cree que en el orden de la creación Dios pensó desde el inicio en el matrimonio entre un hombre y una mujer para toda la vida. Sin embargo, debido a nuestra dureza Moisés toleró el divorcio. Sin embargo, ahora la situación ha cambiado. El reino de Dios está por llegar. No podemos repudiar a nuestras mujeres porque van a cometer pecado acostándose con otros hombres. ¡No hagamos pecar al otro! ¡Permanezcamos juntos! Ya, muy pronto, con la resurrección seremos como ángeles, resplandecientes, y sin tener que preocuparnos de estar o no casados. Ahora bien, sabemos que el reino no llegó, y esto ya desde muy temprano obligó a las comunidades a interpretar el mandamiento de Jesús sobre el divorcio. Debemos aprender de esa flexibilidad. El reino no ha llegado todavía, a pesar que lo esperemos con todo el corazón, y eso nos impulsa a mirar con humanidad nuestra realidad para discernir qué es lo que haría Jesús hoy en estas circunstancias particulares y concretas.