Jesús como el Pan de la Proposición (Mt 12,1-6; Lc 22,19-20. 28-29)
El «pan de la proposición» aparece en la descripción del tabernáculo de Ex 25 y en las regulaciones para los sacerdotes y levitas de Lv 24. En el primer caso tenemos que en el Tabernáculo se guardaban tres objetos especialmente sagrados: el arca de la alianza; la Menorah o lámpara de los siete brazos; y la mesa de oro del pan de la presencia. Leemos: «Harás una mesa de madera de acacia, de dos codos de largo, uno de ancho, y codo y medio de alto. La revestirás de oro puro y le pondrás
alrededor una moldura de oro (Ex 25, 23-24)». «Harás también las fuentes, los vasos, los jarros y las tazas para las libaciones. Los harás de oro puro. Y sobre la mesa pondrás perpetuamente delante de mí el pan de la Proposición» (Ex 25, 29-30). El «pan de la proposición» o lehem ha panim, podría traducirse más exactamente como «pan del rostro» por cuanto panim en hebreo significa «rostro» o «faz». Pero, ¿de quién es el rostro? Veamos, en Ex 24, 9-11 leemos: «Moisés subió con Aarón, Nadab y Abihú,
acompañados por setenta ancianos de Israel, y pudieron ver al Dios de Israel… Y Él no extendió su mano contra los notables de Israel, que vieron a Dios, y después
comieron y bebieron».Inmediatamente después de este banquete, Dios le pide a Moisés construir una mesa de oro para el «pan del rostro», esto es representando la comida y la visión divina. Al mismo tiempo, el «pan del rostro» representa la relación sagrada que une a Dios con las doce tribus de Israel. Ambos elementos, la imagen divina y la alianza, están presentes en el siguiente texto del Lv: «Tomarás flor de harina y cocerás con ella doce tortas, de dos décimas cada una. Las colocarás en dos hileras, seis en cada una, sobre la mesa pura, en la presencia de Yahvé. Pondrás sobre cada hilera incienso puro: será para el pan un memorial, manjar abrasado para Yahvé. Todos los sábados, sin excepción, lo dispondrá en presencia de Yahvé de parte de los israelitas, en señal de alianza perpetua. Será para Aarón y sus hijos, y lo comerán en lugar sagrado, porque es cosa sacratísima, tomada de los manjares que se abrasan para Yahvé. Es decreto perpetuo» (Lv 24,5-9). Fijémonos que este «pan de la proposición» es ofrenda perpetua, esto es, está continuamente presente frente a Dios en el Tabernáculo. Otro aspecto importante a constatar es que el «pan de la proposición» no es un mero símbolo, sino que es un sacrificio (junto al vino). De allí que Ez 41, 21-22 hable de la mesa del «pan de la proposición» como un altar. Más aún, era el más precioso de los sacrificios ofrecido «cada sábado» por Aarón el sumo sacerdote y sus descendientes. Antes de que el pan sea llevado al Lugar santo para ser ofrecido en sacrificio, debe estar en una mesa de marmol, pero una vez ofrecido ha de ponerse en la mesa de oro. «Sobre la mesa de mármol se colocaban los panes de la proposición cuando eran introducidos, y en la mesa de oro cuano eran sacados» (Men 11,7).
El «pan de la proposición» se relaciona también con Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, quien es el que ha recibido a Abraham con el pan y el vino (Gn 14, 17-20). En GnR 43,6 R. Samuel ben Nahman dice que Melquisedec «le instruyó [a Abraham] en las leyes del sacerdocio, «pan» aludiendo al «pan de la presencia», y el vino a la libaciones. Los rabinos dijeron: Él le reveló la Torá como está escrito: «venid, comed de mi pan, y bebed del vino que yo he mesclado»».
Tres veces al año los sacerdotes llevaban la mesa de oro del «pan de la proposición» desde el Lugar santo afuera para que los peregrinos lo pudiesen contemplar (Ex 34,23; 23,17). De acuerdo a B.Men «los sacerdotes llevaban la mesa de oro y exhibían el pan de la proposición a aquellos que venían a las fiestas diciéndoles: «¡Mirad! El amor de Dios por vosotros»». Y es que de verdad el pan de la proposición era signo del amor de Dios por cuanto era un signo de la Alianza entre la divinidad y el pueblo, de la unión entre el novio y la novia (Ez 16; Is 54; Os 1-2). Pero hay más, en Ex 34,23 cuando leemos « Tres veces al año se presentarán todos tus varones ante el Señor Yahvé, Dios de Israel», tenemos que tener en mente que la palabra hebrea es panim, esto es, rostro o faz. En otras palabras, el pueblo aparece delante del rostro de Dios. Se trataba de una teofanía pública. Para ser claros, el pan de la proposición no era el rostro real de Dios, pero sí el signo terrenal del mismo.
Con todo este contexto podemos aproximarnos a Jesus como «pan de la proposición». La primera referencia la encontramos en Mt 12,1-6 en el contexto de los discípulos arrancando el trigo de los campos en sábado. Jesús justifica esta acción, entre otros ejemplos, tomando el caso de David en 1Sam 21, 1.3-6, cuando el sacerdote le dio el pan de la proposición que fue removido delante del Señor. Como sabemos, «el pan de la proposición» sólo puede ser comido por Aarón y sus hijos, esto es, por los sacerdotes levíticos (Lv 24,9). Esto significa que David, era no sólo rey ungido por el profeta Samuel (1Sam 16), sino que también era sacerdote. Por ello puede comer el «pan de la proposición» y vestir el efod, propio de los sacerdotes, y ofrecer sacrificios sacerdotales en el altar (2Sam 6,14-17). De allí, también, que los hijos de David sean señalados como sacerdotes (2Sam 8,18), y el mismo David como sacerdote según el orden de Melquisedec (Sal 110, 1-4). Jesús se identifica en Mt, ya desde su genealogia, como el hijo de David. En Mt 12, 1-6 Jesús se presenta no sólo como sacerdote al modo de David, sino que como alguien mayor al templo mismo (Mt 12,8), el lugar donde habita el Dios de Israel (Mt 23,21).
Además de Mt 12, 1-6, en Lc 22,19-20. 28-29 existen una serie de semejanzas entre el «pan de la proposición» y el pan eucarístico: «Tomó luego pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: «Éste es mi cuerpo que se entrega por vosotros; haced esto en recuerdo mío.» De igual modo, después de cenar, tomó la copa y dijo: «Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre, que se derrama por vosotros» […]«Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas; yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel». Más aún, la presencia de Jesús en la eucaristía se asemeja a la misteriosa presencia de Dios en el «pan de la proposición». Para más detalles: B.J. Pitre, Jesus and the Jewish Roots of the Eucharist, 116-147