Impureza moral
Hemos visto en dos entradas distintas el concepto de impureza en general y el de impureza ritual. En la presente veremos algunas notas de la impureza moral. La impureza moral es resultado de una conducta inmoral que incluyen actos sexuales, como por ejemplo Lv 18,24-30; idolatría como en Lv 19,31 y 20,1-3; y derramamiento de sangre como en Nm 35, 33-34. Estas tres conductas constituyen abominaciones (תועבות) y acarrean impureza moral, pero no ritual, al pecador (Lv 18,24), a la tierra de Israel (Lv 18, 25; Ez 36,17) y al templo (Lv 20,3; Ez 5,11). Las abominaciones traen incluso aparejada la expulsión del pueblo de la tierra de Israel (Lv 18,28; Ez 36,19). La primera diferencia, entonces, entre la impureza ritual y la moral es que ésta última es consecuencia del pecado y no tiene un carácter contagioso. Además la impureza moral degrada a la persona que lo practica y eventualmente tiene un impacto sobre la tierra de Israel (Jr 3,1; Nm 35,33-34:Jr 2,7; Ex 36,18; Ez 22,1-4). La contamina (תנף), término que es sinónimo de ensuciar (טמא). El siguiente texto es claro explicando cómo funciona la impureza moral: «No se manchen haciendo estas cosas, pues así es como se han manchado las naciones que yo desalojé ante ustedes. El país estaba manchado, por lo que yo intervine; y la tierra echó fuera a sus habitantes. Ustedes guarden mis leyes y mis normas y no cometan ninguna de estas abominaciones ni tampoco los forasteros que vivan entre ustedes. No cometan estos mismos pecados para que la tierra no los arroje fuera,del mismo modo que vomitó a las naciones anteriores a ustedes que cometieron todos estos pecados. Cualquiera que cometa estas abominaciones, todas esas personas serán eliminadas de su pueblo. Observen, pues, mis normas, y no practiquen ninguna de las costumbres horribles que se practicaron antes de ustedes; no se manchen con ellas, pues Yo soy Yavé, Dios de ustedes» (Lv 18, 24-30). Otro texto iluminador es Sal 106, 34-41: «No exterminaron a los pueblos como el Señor les había mandado: se mezclaron con los paganos e imitaron sus costumbres; rindieron culto a sus ídolos, que fueron para ellos una trampa. Sacrificaron en honor de los demonios a sus hijos y a sus hijas; derramaron sangre inocente, y la tierra quedó profanada. Se mancharon con sus acciones y se prostituyeron con su mala conducta; por eso el Señor se indignó contra su pueblo y abominó de su herencia. Los puso en manos de las naciones y fueron dominados por sus enemigos». En los profetas la misma idea se encuentra en Os 5, 3: «Efraím, has inducido a la prostitución, Israel se ha vuelto impuro» (ver también: Dt 24, 1-4). Es necesario subrayar que esta impureza no es ritual, por lo tanto es sujeto que ha incurrido en ella puede ir y participar en los ritos en el templo. Es por ellos que vemos en el caso de la mujer adultera en Jn 8, que ésta es traída al templo para ser juzgada (Nm 5,11-31). Es más se espera que los pecadores vayan al santurio para expiar por sus pecados. En otras palabras, la impureza moral tiene un efecto sobre la tierra y el templo, los contamina, pero esta acción se produce de un modo diverso al de la impureza ritual (Lv 20,3). Veamos el siguiente ejemplo sobre la purificación de los pecadores (Ez 36,16-18. 22-25): «Se me comunicó esta palabra de Yavé: Hijo de hombre, cuando Israel vivía en su tierra, la volvió impura con su conducta y sus acciones; su conducta era a mis ojos como la impureza de la mujer. Entonces decidí desatar contra ellos mi cólera (…) Por eso le dirás esta palabra de Yavé a la casa de Israel: «no es por ustedes que hago esto, casa de Israel, sino por mi santo Nombre que por culpa de ustedes fue profanado en las naciones donde estaban. Santificaré mi nombre que fue profanado en las naciones ?y ustedes fueron los que lo hicieron despreciable?. Las naciones sabrán que yo soy Yavé cuando, por medio de ustedes, aparezca ante sus ojos mi santidad. Los sacaré de las naciones, los reuniré de entre los pueblos y los traeré de vuelta a su tierra. Los rociaré con un agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus inmundos ídolos». Para más detalles: J. Klawans, Impurity and Sin in Ancient Judaism (Oxford: Oxford University Press, 2000) 26-31