El uso del nous en Filón de Alejandría
Los siguientes textos son fundamentales para entender como el lenguaje visionario cambia con Filón de Alejandría, para el cual el nous será fundamental, convirtiéndose en el link entre el antiguo misticismo judío y el consecuente misticismo cristianos. Comencemos con Opificio Mundi 70: «Y en una segunda etapa, después de remontarse [la mente o nous] como alada creatura y de contemplar el aire y sus cambios, se eleva más aún, hacia el éter y las circulares vías del cielo; y tras deambular mezclada en las danzas que cumplen los planetas y las estrellas fijas según los modos de la música perfecta, siguiendo al amor por la sabiduría que guía sus pasos, dejando atrás toda la sustancia aprehensible por los sentidos, lánzase desde allí en procura de la
aprehensible por la inteligencia. Y al contemplar en aquella región las incomparables bellezas que son. los modelos y formas ejemplares de las cosas sensibles que había visto aquí, presa de una sobria embriaguez, como los que experimentan el delirio de los Coribantes, siéntese inspirada; y llena danzas rituales al son de embriagadora música, remedando de un ansia distinta y de un deseo superior, por el que es conducida hacia la alta estera de las cosas
aprehensibles por la inteligencia, cree ir al encuentro del mismo Gran Rey». El fin parece ser el mismo, la aprehensión de nuevas revelaciones y la contemplación de Dios. Es interesante también como Filón distingue aquello que se puede aprehender desde los sentidos y aquello que puede aprehenderse a través del intelecto. Aquí, lo noetico ha de entenderse desde un punto de vista platónico puesto que es este filósofo quien distingue ente lo noetico (intelectual e invisible) y lo estético (sensible, perseptible, visible). Para Platón la percepción intelectual representa una particular capacidad asociada exclusivamente con la realidad invisible o noética (Rep. 476a-480a; 508a-511d). Por lo tanto la noesis es la particular capacidad epistimológica de percibir el mundo divino, el mundo impalpable de las realidades divinas, los ángeles, las almas o la gloria divina. Filón describe de la siguiente manera el intelecto: «porque lo que la inteligencia es en el alma, lo es el ojo en el cuerpo. Tanto aquélla como éste ven: la inteligencia las cosas aprehensibles por vía intelectual, el ojo las sensibles» (Opificio Mundi 53) [Ver el Timeo de Platón 27]. En el mismo sentido el autor distingue: «El gran Moisés, por el contrario, comprendiendo que lo inengendrado es de una naturaleza completamente distinta de cuanto está al alcance de nuestra vista, ya que todo lo perceptible por los sentidos está sujeto al nacimiento y a cambios y no permanece jamás en el mismo estado, atribuyó la eternidad a lo invisible y aprehensible por la inteligencia, como algo connatural y afín; y asignó a lo perceptible por los sentidos el apropiado nombre de «génesis» [O creación, y por lo tanto, mundo de lo no eterno, de lo perecedero]» (Opificio Mundi 12). Más de esta importante distinción en: «16. Dios, en efecto, como que es Dios, conocía de antemano que ninguna copia hermosa podría ser producida jamás sino a partir de un modelo hermoso, y que ninguna de las cosas sensibles podría ser irreprochable si no era hecha como copia de un arquetipo y forma ejemplar aprehensible por la inteligencia. Y así, habiéndose propuesto crear este mundo visible, modeló previamente el mundo aprehensible por la inteligencia, a fin de usarlo como modelo incorpóreo y acabada imagen de la Divinidad en la producción del mundo corpóreo, creación posterior, copia de una anterior, que había de encerrar tantas clases de objetos sensibles cuantas de objetos mentales contenía ésta.
17. No es legítimo suponer o decir que el mundo constituido por las formas ejemplares se halla en un determinado lugar, pero sabremos cómo está constituido si consideramos atentamente cierta imagen tomada de nuestra propia experiencia. Cuando se va a fundar una ciudad para satisfacer los ambiciosos proyectos de algún rey o gobernante que, apropiándose de un poder sin límites y a la vez concibiendo brillantes ideas, busca añadir nuevo lustre a su prosperidad, algún arquitecto experto, tras acudir una y otra vez al lugar y observar sus ventajas de clima y posición, concibe primero en su mente el plano de casi todas las partes de
la ciudad que se está a punto de fundar: templos, plazas, puertos, depósitos, calles, emplazamientos de murallas, ubicación de casas y demás edificios públicos. 18. Luego, habiendo recibido en su alma, como en una cera, las imágenes de cada una de ellas, lleva consigo la representación de una ciudad concebida por la inteligencia; y después de haber retenido [La mnéme = memoria, es, según Filón la facultad de conservar presentes los recuerdos, adiferencia de la anamnesis = reminiscencia, que es la capacidad de reactualizarlos tras el olvido. Ver Interpretación alegórica, III, 93.] esas imágenes mediante su innata capacidad de recordar, e impreso sus rasgos con más intensidad aún en su inteligencia, comienza, como avezado artífice, con la vista puesta en el modelo, a construirla con piedras y maderas, cuidando que los objetos corpóreos sean iguales totalmente a cada una de las incorpóreas formas ejemplares. 19. Pues bien, en lo que a Dios hace hemos de pensar que procedió de manera análoga; que,
resuelto a fundar la gran ciudad, concibió primero las características de la misma, y habiendo conformado mediante ellas un mundo aprehensible por la inteligencia, fue produciendo en acabada forma también el mundo perceptible por los sentidos, empleando para ello aquél como modelo» (Opificio Mundi 16-19).
La manera de acceder a este mundo divino e invisible es a través del nous o de la percepción noética. Es lo que señala en Opificio Mundi 70-71 como veíamos más árriba. Esta percepción noética es una experiencia religiosa: «Existe, empero, cierta inteligencia más perfecta y más purificada, iniciada en los grandes misterios, que no conoce a la Causa partiendo de las cosas creadas, como podría conocerse la sustancia a partir de su sombra, sino dirigiendo la mirada más allá de lo creado, hasta alcanzar una clara visión del Increado, aprehendiendo así, desde Él mismo, a Él y a Su sombra; lo que equivale, como dijimos, a aprehender a Su logos y a este mundo. 101La inteligencia a que me refiero es Moisés, quien dice: «Manifiéstate a mí; que yo Te vea y Te conozca.» (Ex. XXXIII, 13.) No me seas, pues, conocido a través del cielo, la tierra, el agua, el aire o, en suma, a través de cualquiera de los seres de la creación; ni vea yo Tu forma reflejada en otro alguno fuera de Ti, Dios, porque las formas, reflejadas en las cosas creadas, se diluyen mientras que en el Increado permanecen estables, firmes y eternas. Tal es el motivo por el que Dios ha llamado expresamente a Moisés y le ha hablado (Leg III, 100-101). Con todo hay algo que permanece impenetrable para el visionario: la esencia de Dios. «aunque hallábase decidido a realizar el resto de su viaje, se detiene, porque se han abierto los ojos de su inteligencia y ha visto consuficiente claridad que se halla abocado a la caza de una presa difícil de capturar, que sehalla siempre en retirada y siempre conservándose lejos y aventajando por una inmensadistancia a sus perseguidores…el autor siempre va delante de su obra, por fuerza no sólo las otras cosas que nos son familiares, sino la más veloz de todas, vale decir, la inteligencia, quédanse rezagadas a infinita distancia de la aprehensión de la Causa» (DE POSTERITATE CAIN 18-19). Un último texto a ver es DE POSTERITATE CAIN 169: «Ni siquiera a Moisés, el omnisciente, concedió Dios tal cosa, no obstante las innumerables súplicas de aquél. Una Divina comunicación, es: verdad, descendió sobre él diciéndole: «Verás Mis espaldas, mas. no Mi rostro» (Ex. XXXIII, 23); mas lo que esto significaba es lo siguiente: todo cuanto existe después de Dios es cognoscible para el hombre virtuoso, sólo Él es inaprehensible; inaprehensible a través de una aproximación frontal y directa, mediante la cual, en caso de que fuera posible, se revelaría cómo es Él; pero cognoscible a través de las potencias que Le siguen y acompañan, puesto que éstas ponen en evidencia, si no Su esencia, sí Su subsistencia más allá de las cosas que ha llevado a cabo». Para más detalles: Dragos A. Giulea, «The Noetic Turn in Jewish Thought» Journal for the Study of Judaism 42 (2011) 23-28.32-43.