El poder simbólico de los vestidos de Jesús
Un aspecto interesante en el Ev. de
Bartolomé es el rol que juegan las
vestiduras de Jesús. Estas tienen un poder especial, como en el Ev. de Marcos (ver la transfiguración o la mujer que es sanada cuando toca el borde de sus vestidos),
pero aún mayor pues son indicativas de la naturaleza divina de Jesús. En un
momento Jesús le dice a Bartolomé que pisotee a Belial, un inmenso dragón que
habita en el Tártaro. Entonces Bartolomé vino apresuradamente
sobre Belial y le pisó en la cerviz, dejándole temblando. Y Bartolomé huyó
asustado, diciendo: “Déjame la orla de tus vestidos para que me atreva a
acercarme a él”. Jesús le contesta, “Tú no puedes tomas el ruedo de mis
vestidos, pues esto que llevo ahora no son los mismos que llevaba antes de ser
crucificado” (4, 17-19). Este texto, entonces, le atribuye a los vestidos
de Jesús un poder equivalente a su naturaleza transfigurada. Algo de eso ya
estaba presente en el texto de la transfiguración en los sinópticos, pero
especialmente en la literatura apocalíptica donde el visionario (Enoc, Leví,
Moisés, Isaías) es transformado a través de la investidura sacerdotal. El
origen de estas especulaciones no serían sólo literarias o teológicas, sino que
estarían en el alto contenido simbólico de las vestimentas sumo-sacerdotales.
Bartolomé es el rol que juegan las
vestiduras de Jesús. Estas tienen un poder especial, como en el Ev. de Marcos (ver la transfiguración o la mujer que es sanada cuando toca el borde de sus vestidos),
pero aún mayor pues son indicativas de la naturaleza divina de Jesús. En un
momento Jesús le dice a Bartolomé que pisotee a Belial, un inmenso dragón que
habita en el Tártaro. Entonces Bartolomé vino apresuradamente
sobre Belial y le pisó en la cerviz, dejándole temblando. Y Bartolomé huyó
asustado, diciendo: “Déjame la orla de tus vestidos para que me atreva a
acercarme a él”. Jesús le contesta, “Tú no puedes tomas el ruedo de mis
vestidos, pues esto que llevo ahora no son los mismos que llevaba antes de ser
crucificado” (4, 17-19). Este texto, entonces, le atribuye a los vestidos
de Jesús un poder equivalente a su naturaleza transfigurada. Algo de eso ya
estaba presente en el texto de la transfiguración en los sinópticos, pero
especialmente en la literatura apocalíptica donde el visionario (Enoc, Leví,
Moisés, Isaías) es transformado a través de la investidura sacerdotal. El
origen de estas especulaciones no serían sólo literarias o teológicas, sino que
estarían en el alto contenido simbólico de las vestimentas sumo-sacerdotales.
El tema de los vestidos de Jesús
adquiere especial relevancia en el tratado gnóstico del Pistis Sofía. He aquí que recibo mi Veste [dice el Salvador]; y me ha
sido dada toda potestad por el Primer Misterio. Todavía un poco de tiempo, y os
diré todo el Misterio y todo el Pleroma. Nada os ocultaré ya desde ahora, sino
que os dejaré perfectamente claro todo
el Pleroma […] y el Pleroma de todos los Pleromas y la Gnosis de todas las
Gnosis; que todo ello está en mi Veste. Os hablaré de todos los
Misterios, desde los más externos hasta los internos (15-16). En este tratado los vestidos de Jesús, al modo
del sumo sacerdote, encarna la creación entera (como la entendían los
gnósticos). Esta Veste que ahora te
enviamos tiene la gloria del nombre del Misterio […] y tiene el Misterio de los
Cinco Moldes [la Péntada pleromática] y
el Misterio del Gran Enviado, que es inefable, el mismo que es la Gran Luz [Autogénito-Cristo]. Asimismo tiene el Misterio de los Cinco
que preceden, que son los mismos Cinco Asistentes [el sustrato de los Cinco
Elementos]. También aquella Veste tiene
la gloira del nombre del Misterio de los Órdenes de todos los Próbolos del
Tesoro de la Luz, así como los Salvadores de ellos [Dódecada del
Autogénito] ; y también los órdenes de
los órdenes, que son los Siete Amén [Arcontes Planetarios] y que son las Siete Voces [Planetas]
(18).
adquiere especial relevancia en el tratado gnóstico del Pistis Sofía. He aquí que recibo mi Veste [dice el Salvador]; y me ha
sido dada toda potestad por el Primer Misterio. Todavía un poco de tiempo, y os
diré todo el Misterio y todo el Pleroma. Nada os ocultaré ya desde ahora, sino
que os dejaré perfectamente claro todo
el Pleroma […] y el Pleroma de todos los Pleromas y la Gnosis de todas las
Gnosis; que todo ello está en mi Veste. Os hablaré de todos los
Misterios, desde los más externos hasta los internos (15-16). En este tratado los vestidos de Jesús, al modo
del sumo sacerdote, encarna la creación entera (como la entendían los
gnósticos). Esta Veste que ahora te
enviamos tiene la gloria del nombre del Misterio […] y tiene el Misterio de los
Cinco Moldes [la Péntada pleromática] y
el Misterio del Gran Enviado, que es inefable, el mismo que es la Gran Luz [Autogénito-Cristo]. Asimismo tiene el Misterio de los Cinco
que preceden, que son los mismos Cinco Asistentes [el sustrato de los Cinco
Elementos]. También aquella Veste tiene
la gloira del nombre del Misterio de los Órdenes de todos los Próbolos del
Tesoro de la Luz, así como los Salvadores de ellos [Dódecada del
Autogénito] ; y también los órdenes de
los órdenes, que son los Siete Amén [Arcontes Planetarios] y que son las Siete Voces [Planetas]
(18).
Otro ejemplo con la misma idea la
encontramos en el conocido Himno de la
Perla de los Hechos de Tomás. En
este precioso himno vemos que al descender a Egipto (mundo material) , el
Príncipe (el alma o Jesús) se despoja de su vestidura o condición pleromático.
Pero cuando luego de sufrir una serie de desgracias y recordar su condición
divina, se anima a regresar a su patria
del Oriente (Pleroma) recobra sus vestimentas resplandecientes, su toga de púrpura, en otras palabras su
condición divina. Este vestido estaba adornado de magníficos colores de oro y
berilos, de calcedonias y de diamantes, con
las costuras bien cosidas, y la imagen del Rey de Reyes estaba toda entera en
la superficie, y como las piedras del zafiro, así estaba Él, en toda su altura,
de colores variados[…]. Tendí mi cuerpo y la recibí, yo me engalané con la
belleza de sus colores.
encontramos en el conocido Himno de la
Perla de los Hechos de Tomás. En
este precioso himno vemos que al descender a Egipto (mundo material) , el
Príncipe (el alma o Jesús) se despoja de su vestidura o condición pleromático.
Pero cuando luego de sufrir una serie de desgracias y recordar su condición
divina, se anima a regresar a su patria
del Oriente (Pleroma) recobra sus vestimentas resplandecientes, su toga de púrpura, en otras palabras su
condición divina. Este vestido estaba adornado de magníficos colores de oro y
berilos, de calcedonias y de diamantes, con
las costuras bien cosidas, y la imagen del Rey de Reyes estaba toda entera en
la superficie, y como las piedras del zafiro, así estaba Él, en toda su altura,
de colores variados[…]. Tendí mi cuerpo y la recibí, yo me engalané con la
belleza de sus colores.