El bien en el mal: Jesús desciende a los infiernos (2)
El motivo de Jesús descendiendo a los infiernos lo encontramos también en la temprana himnología cristiana. Así tenemos a Sn Melito de Sardis quien escribe:
«El Señor, cuando se vistió del hombre …
se levantó de los muertos y pronunció este grito:
«… Yo soy el que destruyó la muerte
y triunfó sobre el enemigo
y pisoteó a Hades
y ató al fuerte.
Me llevé al hombre a las alturas del cielo;
Yo soy el único «, dice el Cristo.
«Vamos, todas las familias de hombres que están
compuesto con pecados,
y reciban el perdón de los pecados,
porque soy tu perdón,
Soy la l Pascua de la salvación
Soy el cordero asesinado por ti;
Soy tu rescate,
Soy tu vida,
Soy tu luz,
Soy tu salvación,
Soy tu resurrección,
Soy tu rey,
Te levantaré con mi mano derecha;
Te estoy guiando a las alturas del cielo;
Allí te mostraré al Padre desde tiempos pasados» (Melito de Sardis, On Pascha and Fragments, SC 123,120 ed. Stuart Hall (Oxford, 1979) p. 57-59; 100-103). En los HchTom encontramos el siguiente himno: «Jesucristo, Hijo de la compación y Salvador perfecto, Hijo del Dios vivo, poder imperterrito que has vencido al enemigo, y la voz que escucharon por los gobernantes, y has hecho todos esos poderes estremecerse, el embajador que fue enviado desde lo alto y que ha descendido incluso a los infiernos, que hizo abrir las puertas y elevó a aquellos que desde muchas edades estaban atrapados en los tesoroes de la oscuridad» (A.F.J. Klijn, The Acts of Thomas [Leinden, Brill, 1962) p. 70]. Por último, en las Odas de Salomón () encontramos el siguiente himno:
«Sheol me vio y se hizo añicos, y la Muerte me expulsó a mí y a muchos conmigo. He sido vinagre y amargura para ella, y descendí con ella en cuanto a su profundidad … E hice una congregación de la vida entre sus muertos; y hablé con ellos por labios vivos; para que mi palabra no sea improductiva. Y los que habían muerto corrieron hacia mí; y ellos clamaron y dijeron: Hijo de Dios, ten compasión de nosotros. Y trata con nosotros según tu bondad, y sácanos de los lazos de la oscuridad. Y ábrenos la puerta por la cual podemos llegar a ti; porque percibimos que nuestra muerte no te toca. Que también seamos salvos contigo, porque tú eres nuestro Salvador. Entonces oí su voz y deposité su fe en mi corazón. Y puse mi nombre en su cabeza porque son libres y son míos». (42,11-20).