El Apócrifo de Juan y la Neuroteología
Veamos un ejemplo. En el Apócrifo de Juan, escrito gnóstico del siglo II, se plantean una serie de preguntas: ¿Por qué fue elegido un salvador?¿Por qué fue enviado al mundo? ¿Quién es el Padre que lo envió? ¿Qué significa que vayamos al eón incorruptible? (1, 22-30). Todas estas preguntas nacen y se responden a través de un dialogo virtuoso entre la construcción de un mito y las experiencias religiosas que lo van confirmando y enriqueciendo. A través del texto se vislumbra que los cristianos relacionados con el texto se entendían como perteneciendo a la raza inamovible de Set (25,26-27,30), sobre los cuales el Espíritu de Vida ha descendido, y que van a tener vida eterna. Estos son perfectos y dignos de la grandeza, se purifican de toda maldad y de los deseos, sólo se preocupan de la incorruptibilidad en la cual meditan constantemente. ¿Cómo podrían meditar en la incorruptibilidad? Es perfectamente imaginable que practicasen algún tipo de meditación que los acercase a la idea que tenían de Dios. Ellos contemplaban a un Dios que desde el punto de vista platónico contenía todo lo que verdaderamente existe. Lo veían como el Padre de Todo o Espíritu Invisible, Sin límites, Escondido, Inmensurable, Inefable, Imperecedero, más grande que un dios, Eterno, No carente de nada, Insondable, Inexpresable, incomprensible; ni grande ni pequeño, corpóreo o incorpóreo; Luz, Dador de vida, Gracia, felicidad, divinidad, perfección (2,28-4,10); la fuente de todo, y por lo tanto Padre, Luz, Vida, y Bondad; la eternidad que genera eternidad, luz que genera luz, vida que genera vida, gracia que genera gracia, conocimiento que genera conocimiento (4,37-38).
El meditar sobre la incorruptibilidad implica tomar distancia de todos los defectos del mundo material que caracterizan en la figura del demiurgo Yaldabaoth. A diferencia de Dios que es conocimiento y fuente de todo conocimiento, Yaldabaoth es arrogante (11,19-21; 14,15-16). A diferencia de Dios que es único gobernante, Yaldabaoth genera doce arcontes; más 84 potencias (siete por cada arconte); más siete poderes o reyes para cada uno de los cielos; más los cinco elementos; en total suman 36 ángeles, o sea el año zodiacal astrológico. A diferencia de Dios que es Santo, invisible, incorpóreo; Yaldabaoth es visible, puede ser descrito, es multiforme. En definitiva, Yaldaboath como gobernante de nuestro mundo es una mala parodia de Dios de la cual la raza inamovible de Set prescinde. Se trata por lo tanto de alcanzar un control efectivo sobre las pasiones para alcanzar un estado de apatía. La raza inamovible de Set vive sin envidia, sin celos, sin apetencia, sin insatisfacción. No son afectados por nada, salvo por la carne que hayan consumido (25, 20-35). Esto se logra, entre otros medios, a través de la meditación sobre la incorruptibilidad o atributos de Dios.
¿Qué sucede cuando el cristiano setiano medita sobre las cualidades de Dios? Lamentablemente no tenemos una descripción sobre el cómo se ejercitaban estos cristianos. Sin embargo, el cómo entienden la divinidad hace posible imaginar, desde la neurología, el siguiente escenario conducente a una sensación unitaria de la realidad que ellos identifican con Dios. Resumiendo, y siguiendo la terminología de A. Newberg, la meditación pudo haber comenzado inhibiendo la parte derecha del área de atención asociativa (relacionada con la generación de un sentido de espacio y orientación) a través del ir clarificando o limpiando la mente de pensamientos y palabras hasta llegar a la perdida del sentido del espacio. Lo que conduce hacia este estado unitario de la realidad es la progresiva inhibición del área de orientación asociativa, ubicada en el lóbulo parietal superior-posterior, mediante el bloqueo de los imputs que recibe desde los sentidos, lo que hace que la persona vaya gradualmente perdiendo la habilidad de orientarse corporalmente. En la medida que el bloqueo del área de orientación asociativa aumenta, se va percibiendo una mayor unión con el resto del mundo y una pérdida del sentido del “yo” y del “otro”. Y es que si, por ejemplo, escuchamos un ritmo lento y repetitivo, como sucede en la liturgia católica o en el Shinto, podemos eventualmente sentirnos absorbidos en este sonido hasta eventualmente “perdernos” en éste haciéndonos “uno” con éste. Esta experiencia, afectivamente muy fuerte, se suele reflejar en la sensación oceánica, unión mística con Dios, etc. que resuelve las polaridades de bien-mal, vida-muerte, Dios-humanidad.