El absoluto de Dios en términos apocalípticos
Entre los numerosos ejemplos que confirman la relación entre el temor, la adoración y la teofanía consideremos Gn 3,8 cuando la primera pareja, luego de haber desobedecido el mandamiento divino, escucha los pasos de Dios y se esconden aduciendo más tarde la razón de este comportamiento: «Te he oído andar por el jardín y he tenido miedo» (Gn 3, 10). En Dn 8,17-18: «Él [Miguel]se acercó a donde yo estaba y, cuando llegó, caí de bruces asustado […] Mientras me hablaba, yo estaba aletargado, rostro en tierra. Él me tocó y me hizo incorporarme». En Ez 1, 28 cuando el visionario finalmente se encuentra con la gloria de dios «caí rostro en tierra». En Dn 10, 9-11: «Oí el sonido de su voz y, al oírlo, caí de bruces al suelo sin sentido. Pero una mano me tocó y me levantó tembloroso sobre mis rodillas y las palmas de mis manos. Luego me dijo: “Daniel, hombre apreciado, presta atención a las palabras que voy a decirte e incorpórate, porque ahora me han enviado a ti”. Cuando dijo estas palabras, me incorporé temblando». En 1En 14, 9-14 se nos dice que cuando el visionario llega al templo celestial, «comencé a asustarme […] Entré en esta casa que es ardiente como fuego y fina como granizo, donde no hay ningún deleite ni vida, y el miedo me obnubiló y el terror me sobrecogió. Caí de bruces temblando». En el 2Enoc el protagonista relata su experiencia de haber visto el rostro glorioso del Señor: «Pavoroso es y desapacible presentarse ante la faz de un rey de la tierra; terrible y lleno de zozobra, porque la voluntad del reye es muerte y la voluntad del rey es vida. ¡Cuánto más será comparecer ante la faz de un Rey, que es a la vez Rey de los ejércitos del cielo y de la tierra!» (2En 13,10). En JosAs tenemos que la protagonista reconoce en el aspecto de José rasgos divinos. José se había presentado a su casa como llegando del cielo, esplendoroso como el sol (JosAs 6,5b), con un aspecto esplendido de rasgos reales (el cetro real) y sumo sacerdotales (una túnica blanca; le cubría un traje de purpura tejido en lino y oro; llevaba una corona dorada con doce gemas y sobre ella doce rayos de oro) (JosAs5,5-6). Todo esto hace que la muchacha se conturbara como si se encontrase frente a una visión divina (JosAs 6,1) reconociendo a José como hijo de Dios (JosAs 6,6). Para más información sobre el temor como respuesta humana a la teofanía: J.C. VANDERKAM, From Revelation to Canon: Studies in Hebrew Bible and Second Temple Literature (Brill, Leiden, 2000) 343.