Otro texto que interpreta la resurrección de Jesús como un viaje celestial hacia las moradas del Padre es el
Evangelio de María Magdalena. Este es un libro fascinante que se puede datar hacia mediados del siglo II en Siria. Con respecto a lo que nos interesa, en él se nos cuenta de una visión que tuvo la discípula de Jesús. María Magdalena dice:
Señor, hoy te he visto en una visión. Él respondió y me dijo: Dichosa eres tú, porque no te turbaste cuando me viste, porque en el lugar donde está el entendimiento, allí está el tesoro (10,9-16). Que María no se turbara es un signo del control que ella ejerce sobre sus pasiones, en ese sentido es una mujer que ha alcanzado el conocimiento. Después de una confusa disgregación sobre la antropología humana el texto se interrumpe porque se han perdido las páginas 11-14. Cuando se reanuda el relato ya estamos en medio del testimonio de la visión de María respecto a la ascensión de Jesús en su resurrección.
El viaje del alma de Jesús presupone el retorno de ésta al lugar de donde ha venido. De ahí que las preguntas se refieran siempre al punto de origen y al de destino . Las preguntas son hechas por distintos seres malignos que tratan de impedir que Jesús regrese al cielo. En la página 15 el deseo se enfrenta al alma de Jesús: Yo no te he visto bajar. Pero ahora te veo subir. Entonces, ¿por qué mientes si me perteneces? El alma respondió y dijo: Te he visto. Tú no me has visto ni tampoco me has conocido. Te serví como vestido y no me conociste. Cuando ella hubo dicho esto, se marchó alegrándose sobremanera (15,1-9). En este caso Jesús desautoriza al deseo que piensa que el alma humana tiene un origen terreno y, por lo tanto, le pertenece. Lo que afirma Jesús es que no hay que confundir el cuerpo con el alma, como lo hace el deseo. El primero es sólo como un vestido que el alma deja atrás cuando se apresta a volver al lugar de su origen. Hay, por lo tanto, una invitación a entender la verdadera naturaleza del mundo material como algo pasajero y transitorio. Sea como fuere, a la vista del segundo obstáculo (15,1-9), es muy probable que las páginas 11-14 hayan contenido la descripción del primero.
El tercer obstáculo que enfrenta el alma de Jesús en su ascensión es la ignorancia. Ésta se enfrenta al alma y le pregunta: ¿A dónde vas? Esta pregunta tiene una acepción implícita: no sólo se refiere al destino, sino que también se refiere al origen. La ignorancia desconoce el verdadero origen del alma y, por lo tanto, cuestiona el derecho de ésta a ascender. Entonces agrega: En la maldad estás atada. Sí, estás atada. ¡No juzgues! Lo que hace la ignorancia es reclamar el origen terrestre del alma y, en consecuencia, la propiedad sobre ella. Entonces, el alma dijo: ¿Por qué me juzgas, si yo no he juzgado? He sido atada, aunque yo no he atado. No he sido conocida. Pero yo he conocido que todo se disolverá, tanto las cosas de la tierra como las del cielo” (15,10-16,1) . En primer lugar, el alma se desvincula del juzgar entendiéndose esta actividad como propia del mundo material. La misma ignorancia no hace otra cosa sino juzgar. En segundo lugar, el alma, a diferencia de la ignorancia, sí conoce su verdadero origen y se apresta a regresar allí. En tercer lugar, conociendo su verdadero origen y destino, el alma de Jesús conoce también la verdad última de la realidad: el mundo material se va a disolver (15,21; 7,3-5) .
El cuarto obstáculo que enfrenta Jesús es la cólera que adopta siete formas distintas (16,1-13) . Éstas se enfrentan a Jesús en los términos ya conocidos respecto a su origen y destino: ¿De dónde vienes tú, asesina de la humanidad? Y ¿a dónde vas tú, vagabunda del espacio?. La primera acusación de la cólera se basa en el hecho de que cuando el alma abandona el cuerpo éste deja de existir. Así, el alma se convierte efectivamente en la asesina de la humanidad. La segunda acusación tiene que ver con que el alma en su regreso al origen va venciendo los poderes que gobiernan las esferas celestiales . El alma de Jesús no rebate ambas acusaciones: Entonces el alma respondió y dijo: Quien me ata está muerto; quien me ciñe, está superado. Mi codicia ha terminado y mi ignorancia está muerta (16, 14-20). Y es que el alma, para poder ascender a los cielos, tiene que “matar” a los seres humanos que la mantienen atada. Sólo así consigue la libertad y el verdadero conocimiento. Por eso el alma de Jesús afirma: De un mundo he sido liberada por otro mundo; de una imagen, por otra imagen superior. El lazo del olvido es transitorio. Desde este momento, voy a acceder al reposo del tiempo que es la situación de la duración silente. Dicho esto, María calló, pues el Salvador hasta aquí había hablado con ella (16,13-17,7).
Lo que hace especialmente fascinante este relato de la resurrección de Jesús es que se convierte en el prototipo de nuestra suerte post-mortem. Nuestra experiencia en esta tierra ha de convertirse en un entrenamiento para poder vencer a los enemigos que se enfrentarán con nosotros cuando regresemos a las moradas celestiales.