El sentido original y el desarrollo teológico posterior de la «imagen» y «semejanza»
1. UNA TEOLOGÍA MÍSTICA BASADA EN LA “IMAGEN” Y “SEMEJANZA”
La afirmación de que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26) ha tenido grandes implicancias en la espiritualidad y teología judía y cristiana. Es una aseveración muy sugerente sobre una identidad humana perdida y que todavía el hombre añoraría. De acuerdo a algunas corrientes judías y cristianas, todavía existirían reminiscencias o ecos de esta imagen primigenia que llegarían hasta el presente. ¿Quién es el hombre de verdad? Si éste pudiese liberarse de tantas ilusiones y fantasmas, miedos y deseos inútiles, ¿cómo se vería? El ser creado a imagen y semejanza de Dios no es sino una entre tantas representaciones que describen la condición humana en plenitud. El Jardín del Edén, los vestidos de luz, la condición angelical, entre tantos otros, son también imágenes que nos hablan de lo mismo: la verdadera vocación humana coincide con el descubrir su identidad en relación a Dios, a los demás, a la naturaleza y a sí mismo. Detrás de un delgado velo resplandece quien es el hombre en realidad.
Para la teología espiritual ortodoxa, el haber perdido la imagen y semejanza no es sino haber malogrado la correspondencia plena con la divinidad. Este es el verdadero significado de la más grande y la más terrible muerte (Gregorio de Palamas: Discurso a la monja Xeneen PG 150, 1044-1088). El alma humana separada de Dios (como la adámica) está muriendo, y esto se manifiesta corporalmente a través de la enfermedad, corrupción y finalmente la muerte física. Como señala San Nicolás de Cabasilas, cuando Adán se apartó de su buen Señor, su alma perdió la salud y el bienestar. Desde entonces el cuerpo fue también a la par que el alma y sufrió la misma suerte: degeneró con ella (La vida en Cristo, II, 38)1. Si el hombre, a través de la gracia divina, quiere recobrar la imagen y semejanza pérdidas debe combatir las pasiones para que la espesura de la carne sea transformada (Juan Cárpatos: III, 36)2. En otras palabras, el hombre puede ir recobrando la semejanza con Dios a través de la gracia de la obediencia (comunión con Dios), el arrepentimiento (que hace que el hombre retorne a Dios), la oración constante, el combate contra los pensamientos, la ascesis corporal, la impasibilidad y la divinización. A través de una vida habitada por el Espíritu Santo, el hombre puede acceder a la vida divina y celestial (Gregorio de Palamas: Respuesta a Akindynos 2,7, 8). Esta última es una experiencia de la Luz completa que hace que el vidente caiga de bruces al suelo, exclamando y gritando porque su inteligencia y razón se han visto superadas por la divinidad (Simeón el Nuevo Teólogo: Vol. V, 68)3. Y es que esta habitación del Espíritu hace que los sentidos inmortales, que se apagaron tras la transgresión de Adán quedando en un estado de letargo, puedan volver a gozar de las luces y misterios del cielo aunque todavía se esté en la carne (San Macario: Vol. V. 142)4. Esta vida en el Espíritu se traduce en la reunión perfecta de la humildad y la dulzura de corazón del hombre perfecto creado a imagen de Cristo (Máximo el Confesor: Vol. VI. “Comentario sobre el Padre Nuestro”, 258)5.
En este breve párrafo, que recopila algunas ideas de los padres de las iglesias orientales, se muestra hasta qué punto las ideas sobre la imagen y semejanza son un punto de referencia fundamental para una teología de la experiencia mística. El hombre, por la acción del Espíritu, recobra la imagen perdida y se hace a semejanza de Cristo, el segundo Adán. Entonces se hacen presentes una serie de características que estudiaremos a lo largo de este libro. La Luz divina se hace real, convirtiéndose en una experiencia inolvidable que marca a fuego la vida del creyente. Todo se relativiza cuando la persona se ha visto envuelta en tan indescriptible Luz. Y esa Luz es la misma que algunos textos relacionan con el resplandor que reflejaba Adán cuando fue creado. Esta misma semejanza recobrada hace que la muerte, primera consecuencia de la desobediencia de Adán, se supere a través de la incorrupción y la divinización. La imagen subyacente es la del regreso del hombre al lugar al que verdaderamente pertenece. Las puertas del Jardín del Edén se han vuelto a abrir delante de él. El ser humano está de nuevo en casa. Al fin puede descansar.
Ahora bien, estas ideas cristianas tan elaboradas no son sino el desarrollo de lo que originalmente se entendía de manera mucho más concreta y simple. En este primer capítulo introduciremos el significado original y posterior evolución de la idea del hombre creado a imagen y semejanza de Dios. ¿Qué entendió el autor del Gn por esta expresión? ¿Cómo se interpretaron estas palabras con el trascurso de los siglos? En definitiva, ¿por qué han sido tan relevantes en el pensamiento y experiencia judía y cristiana?
2. LA “IMAGEN” Y “SEMEJANZA”: EL SACERDOCIO Y LA REALEZA DE ADÁN
Para explicar el significado de las expresiones “imagen” y “semejanza” (Gn 1,26) partamos constatando que en la creación el hombre constituye el punto culmen de un proceso ordenador realizado por Dios. Desde el caos y el vacío (תֹ֙הוּ֙ וָבֹ֔הוּ) (Gn 1,2) (Dt 32,10; Job 6,18; 12,24; Sal 107,40; Is 41,29), esto es, desde la ausencia de propósito u orden de una realidad material que ya existía, Dios fue separándola y dándole nombre, haciendo del acto creador uno organizador y dador de sentido. De hecho, este sería uno de los significados de la expresión que se repite cuando la divinidad va creando, y vio Dios que era bueno (ט֑וֹב), es decir que aquello que se ha creado funciona de la manera en que fue diseñado (Ex 18,17; 2Cron 6,27; Sal 133,1; Prov 24,23; Is 41,7)6.
Este ir ordenando y dotando de finalidad al cosmos por parte de Dios implica un ir construyendo un espacio sagrado porque es allí donde Éste descansará (Sal 132,7-8; Ez 40-48). De hecho el descanso, que define la plenitud de la creación en el séptimo día, implica que Dios se ha hecho a sí mismo una casa o templo con sus servidores y calendario determinado7. En este mismo sentido fuentes tales como el midrás Abkir en Yalkut I, 17, entre otras8, va haciendo un paralelo entre cada día de la creación y los acontecimientos que marcan la construcción del tabernáculo y el éxodo. Así, por ejemplo, si en el primer día Dios creo y extendió los cielos; así también Israel levantó el tabernáculo como la habitación de la divinidad. Si en el segundo día Dios dividió las aguas terrestres y las celestiales; así también Israel dispuso un velo que dividió en el tabernáculo el lugar santo del santo de los santos. Así se van sucediendo los días, hasta llegar al sexto día donde, así como Dios creo al hombre, Israel puso aparte a los hijos de Aarón como sumo sacerdote para el servició divino9.
La acción creadora en relación a la constitución de un lugar sagrado se explica también a través del paralelismo entre Gn 1-3 y Ex 25-31 donde a Moisés, protegido en la cumbre del Sinaí por la nube del Señor, se le dan instrucciones para la construcción del Santuario. Estas ordenanzas siguen el patrón propio de la creación: son siete “discursos” que concluyen con el mandamiento de observar el sábado al séptimo día (Ex 25, 1; 30, 11.17.22. 34; 31, 1.12). En otras palabras, la creación está incompleta hasta que no se construya el tabernáculo10. Ahora bien, si para el relato del Gn 1 el cosmos es un santuario en sentido amplio, para Gn 2 el Jardín del Edén lo será en sentido estricto. Entre los profetas, Ezequiel describe las murallas del gran atrio del templo al modo del Jardín del Edén, llamando la atención sobre los querubines y las palmas representados en ellas (Ez 41,20). En el libro de los Jubileos (Jub) se habla del Jardín del Edén como el “santo de los santos y morada del Señor” (8,19)11.
Por lo tanto, desde una perspectiva amplia (Gn 1), todo el cosmos es el templo de Dios; desde una más estrecha (Gn 2), el Jardín del Edén es el que lo representa. A partir de estas ideas se concluye que una primera finalidad de la creación del hombre es el que pueda servir como sacerdote en el templo o casa de Dios. Fijémonos que Adán ha sido puesto en el Jardín para cultivarlo (עָבַד) y cuidarlo (שָׁמַר) (Gn 2,15). Ambos verbos tienen una amplia gama de matices y significados. Si el objeto directo de estos verbos es un campo o huerto, la connotación agrícola de la actividad es clara. Sin embargo, en nuestro caso, el Jardín del Edén implica también un significado cultual al modo de un santuario. En este caso עָבַד y שָׁמַר tienen que ver con el servicio cultual (Ex 3,12; Nm 3,7-10). Y es que Adán es el patriarca (o arquétipo) de un reino de sacerdotes, tal como Dios define al pueblo de Israel en Ex 19,6 en el contexto de la Alianza Sinaítica. Es por esto que, por ejemplo, en el libro de los Jub lo primero que hace Adán cuando sale del Jardín es precisamente ofrecer un sacrificio de incienso12.
Además de esta cualidad sacerdotal, Adán cumple una función real que se basa en el orden armónico y jerarquizado de la creación. Dios gobierna en los cielos, el hombre en la tierra. La literatura que se hace eco de esta idea es rica y variada tanto en el judaísmo como en el cristianismo. A modo de ejemplos, el Tg.N de Gn (3, 22) lo expresa muy bellamente en labios del mismo Dios: “Mirad al primer Adán (hombre), a quien he creado, quien es único en el mundo, como yo soy único en las alturas”. Así como Dios gobierna el cosmos en general, y se ubica en la cima jerárquica, el hombre, como un rey, dirige el mundo en nombre de Dios y se ubica por sobre los seres vivos13. En el tHag 13b leemos que el rey de los animales salvajes es el león; el rey del ganado es el buey; el rey de las aves es el águila; y el hombre es exaltado sobre ellos. El Santo es exaltado sobre todos ellos, como sobre toda la tierra y el universo entero. El rol real que juega Adán en la tierra se desprende también de la misión encomendada por Dios, esto es, “dominar” o “gobernar” (רדה) (Gn 1,26) (Gn1, 28; Nm 24,19; 1 Rey 5,4; Sal 72,8; 110, 2) y “conquistar” o “tomar” (כבש) (Gn 1,28) (Jos 18,1; 2Sam 8,11; Sal 8,6-7). Notemos, por último, que el conocimiento que tiene Adán del orden natural, en este caso de los nombres de los animales (2,19-20), lo sitúa como un rey sabio al modo divino. En el apócrifo eslavo de 2En esta característica de gobierno es explícita cuando se menciona que Dios designó a Adán para ser rey sobre la tierra ( )14 y le dio su sabiduría (11,61). En otro apócrifo eslavo, de incierta data y de carácter cristiano, Palabras de Adán a Lázaro en el Hades ( ) (PalAdLazHa), Adán se queja en el Hades de que alcanzó a ser rey de todas las creaturas de Dios por poco tiempo antes de pecar y ser expulsado del Jardín ( )15.
Por lo tanto, en el texto Gn 1,26 los términos “imagen”(צֶלֶם) y “semejanza” (דְּמוּת), implican que el hombre, al igual que Dios, se ubica en la cima de la jerarquía de la creación, desde donde debe gobernar en nombre de la divinidad y servir al modo sacerdotal. Así, lo primero que tenemos que reconocer es que el ser humano ha sido constituido sacerdote y gobernador (o rey) de la tierra. Estos significados siempre están referidos a Dios, quien es el verdadero Rey y Sumo Sacerdote del cosmos, y ayudan a explicar al hombre su cometido y responsabilidad en esta vida.
3. LA IMAGEN Y SEMEJANZA: EL HOMBRE Y LA SABIDURÍA
Hasta ahora hemos visto que el ser creado a imagen y semejanza de Dios implica fundamentalmente el carácter sacerdotal y real de Adán, protótipo de Israel. Esta es su vocación primera y el sentido de su existencia en la tierra. Ahora bien, la imagen y semejanza guarda otros matices en el texto bíblico en los que vale la pena detenerse. No es sólo en Gn 1,26 donde se habla del hombre creado a “imagen” y “semejanza” de Dios. En Gn 3,22, una vez que Adán y Eva han comido del fruto del árbol prohibido, Dios exclama que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, conociendo el bien y el mal. Fijémonos que aquí la semejanza se realiza una vez que el hombre ha despertado en él la capacidad de discernir el bien y el mal. Tengamos presente que este discernir no se limita solamente al campo de la moral. El concepto es en realidad mucho más amplio. Implica la capacidad de experimentar el éxito y el fracaso, la alegría y el dolor, la justicia y la iniquidad (Pr 8-9). Hasta entonces el hombre vivía en un estado de niñez. En este sentido la serpiente decía la verdad cuando tentaba a la mujer afirmando que cuando comiese del fruto sus ojos serían abiertos y sería como Dios, conociendo el bien y el mal (Gn 3,5). El hombre, a consecuencia de la desobediencia, accede a un mundo mucho más rico y sutil de experiencias y responsabilidades. Al mismo tiempo, y tal como lo reconoce J.C. Larchet, el ejercicio de su libertad deja de ser simple, y se convierte en un conjunto de deliberaciones inciertas y confusas, donde muchas veces se confundirá el bien con el mal16. Y es que la capacidad de discernir del hombre ha quedado dañada. Como sea, el hombre ha dejado atrás la niñez dominada por los sentidos y la inocente irresponsabilidad (Is 7,15-16)17. Desde este punto de vista, se ha hecho adulto, se ha preparado para un mundo que en adelante se le presentará hostil fuera del Jardín del Edén. Un mundo en el que se es consciente de la propia mortalidad18.
La adquisición de sabiduría de por sí no es mala, el problema está en que Adán haya querido acceder a ella con independencia de Dios. La sabiduría, como la inmortalidad, siempre es un don de Dios. El error es haber prescindido de la sabiduría como gracia de Dios y querer poseerla poniendo al hombre en el centro. Desde ese momento la inteligencia del hombre ha quedado obstruida. Ahora bien, a pesar de lo dolorosa de esta experiencia de crecimiento, al mismo tiempo, le permite acceder a Adán a una dimensión de la divinidad mucho más compleja y humana: un Dios que es capaz también de sufrir y de comprometerse incondicionalmente con el hombre19. La imagen y la semejanza darían cuenta de todo el proceso vital de la vida humana, desde la infancia despreocupada y feliz, pasando por la adultez difícil pero responsable y sabia, y llegando hasta la muerte.
4. LA APROXIMACIÓN MÍSTICA A LA IMAGEN Y SEMEJANZA
A partir de los elementos estudiados podemos decir que el significado de la “imagen” y “semejanza” es rico en matices y aproximaciones. Hemos visto que originalmente tiene que ver con el carácter sacerdotal y real del ser humano en términos generales, y específicamente, de Israel. También dice relación con la adquisición de la sabiduría en el marco del crecimiento vital del hombre. Pero hay mucho más, especialmente para algunas tradiciones judías y cristianas de carácter místico. Para estas tradiciones posteriores la imagen y semejanza de Dios significó no sólo la mera instrucción de administrar la creación al modo divino o de discernir los matices de la vida humana. La interpretación del texto del Génesis adquirió en algunas fuentes un tono distinto, más especulativo y visionario. La “imagen” y “semejanza” se explicaría más como el participar de un modo eximio de ciertas cualidades esencialmente divinas. A pesar que esta tendencia se hace evidente a partir del cambio de era, hay precedentes veterotestamentarios en Ez 28, 1-10 y 11-19. Digamos algunas palabras al respecto.
Ez 28,1-10 es un anuncio del juicio en contra del rey de Tiro. Cabe recordar que el rey de Tiro en este relato es un prototipo adámico del ser humano. Esto se explica porque el marco donde se presenta su figura es mítico (el Jardín del Edén) más que histórico (Ez 28,13). En este lugar el rey de Tiro es presentado de manera tal que se subraya su naturaleza humana y angelical. Su humanidad se enfatiza ya en 28,2 cuando Dios le dice que no es más que un hombre y no Dios (וְאַתָּ֤ה אָדָם֙ וְֽלֹא־אֵ֔ל). Al mismo tiempo sus cualidades divinas también sobresalen. Se habla de él como sentado en el trono de los dioses y en el corazón de los mares (28,2), sabio y conocedor de los secretos (28,3), y de una autodefinición divina (28, 9). Por otra parte, Ez 28,11-19 es una lamentación sobre el rey de Tiro que explica las razones de su desgracia y un anuncio sobre su juicio. También aquí las cualidades humanas y divinas coinciden en el rey de Tiro. Su naturaleza humana se resalta cuando se nos recuerda que este personaje fue creado (הִבָּרַאֲךָ֖) (28,13.15). D. Arbel20 hace mención también a la frase la hechura de tus engastes (תֻּפֶּ֤יךָ) y de tus encajes (וּנְקָבֶ֙יךָ֙) (28,13b) que haría relación en el Targum Pseudo Jonatan (TgPsJon) al cuerpo del rey de Tiro con sus características, orificios y agujeros. La naturaleza angelical del personaje en este relato se explícita, a su vez, en la descripción que se hace de él como querubín de alas desplegadas (28, 14), poseedor de belleza (28,12), perfección (28,12), sabiduría (28,12.17) y esplendor (28,17). Además tiene características sumos-sacerdotales por cuanto nueve de las piedras preciosas que lo adornan son las mismas que describen el efod del sumo sacerdote de acuerdo a Ex 28,17-20. Lo que tenemos entonces son antecedentes muy antiguos de relatos que configuraban a Adán con cualidades humanas y angelicales. Esta tendencia, como hemos dicho más arriba, no hará más que enfatizarse a partir del cambio de era. Entonces, la idea de la imagen y semejanza de Dios se entenderá como la participación de la naturaleza divina.
Para ejemplificar a cabalidad el significado de esta acepción debemos echar mano a algunos ejemplos tomados de textos apócrifos, rabínicos y cristianos. Comencemos con la Vida de Adán y Eva (VidAd)21 donde, en un momento dado, Eva es engañada por segunda vez por la serpiente. Esto sucede cuando la mujer se encontraba haciendo penitencia en las aguas del Tigris. En esta ocasión el maligno se le presenta en apariencia de bien anunciándole que Dios se ha complacido con su expiación y que puede abandonarla en paz. En la versión latina de este relato, cuando Eva ha desistido de hacer penitencia, se da cuenta del embuste, se postra en tierra y duplica su dolor, sus lamentos y su llanto (11,1). Entonces aparece en escena Adán quien, con amargura, le enrostra a Satán su conducta:
¡Ay de ti, diablo, que no dejas de acometernos con tamaña dureza! ¿Qué tienes que ver con nosotros? ¿Qué te hacemos para que nos persigas con tanto engaño? ¿Qué nos importa tu maldad? ¿Acaso te hemos arrebatado tu gloria o provocado tu deshonra? ¿Es que vamos a ser tus enemigos impíos y envidiosos hasta la muerte? (11,2-3)22.
La reacción del diablo no se deja esperar. Entre llantos le enrostra a Adán que por su culpa fue expulsado de su gloria y separado del esplendor que gozaba en medio de los ángeles (propter te expulsus sum et alienatus de gloria mea) (12,1). Pero, ¿cuál fue la razón de la desgracia del diablo? En la misma versión latina de la VidAd una vez que Dios creo a Adán, dijo: «He aquí que hice a Adán a nuestra imagen y semejanza» (factus est vultus et similitudo tua ad imaginem dei) (13,2), entonces el arcángel Miguel, convocó a todos los ángeles y dijo: «Adoren la imagen del Señor Dios». Sólo el diablo y los suyos se negaron a venerar Adán porque después de todo había un orden de antigüedad que respetar. El diablo había sido creado primero que el ser humano. “Él (Adán) debe adorarme a mí y no al revés”, sentenció el demonio (14,3). El resultado de dicha desobediencia fue la indignación de Dios, la deportación del malogrado ángel del cielo y la destitución de su gloria y la de los suyos (13-16)23.
Esta historia se conoce en varias versiones, cada una con sus matices, semejanzas y diferencias. Continuemos ejemplificando el punto con dos textos cristianos. En el Evangelio de Bartolome (EvBar)24, obra cristiana escrita en distintas etapas entre el siglo III al VII, encontramos que una vez que el hombre fue adorado por los arcángeles de la talla de Miguel, Gabriel, y Uriel, un ángel, Belial, se negó a hacer lo mismo aludiendo que no adoraría a quien fue formado del barro de la tierra y después que él (4,53-54) 25. La explicación de la envidia del maligno es algo diferente en el apócrifo cristiano la Cueva de los Tesoros (Sir) (CueTesSir)26, donde éste señala: “no es posible que nosotros, seres de fuego, adoremos a uno que está hecho de tierra” (III, 1-7). En estos ejemplos, sin embargo, la consecuencia es la misma: la caída en desgracia del demonio y el despojo de la gloria que poseía. Hay que hacer notar que la oposición de los ángeles a adorar a Adán es minoritaria. Siempre surge de un ángel, sea Satanael, Belial o Iblis, quien lidera a los suyos. La mayoría de los ángeles acoge la orden divina y se inclinan ante Adán.
También conocemos esta historia a través de varias fuentes judías. Solo por ejemplificar mencionemos el Apocalipsis de Baruc (esl) (ApBar)27 (documento T), donde, una vez que Miguel ha formado a todos los ángeles para que se inclinen delante de Adán, Satanael se niega diciendo que no se postrará ante el cieno y el barro28. Una vez acontecido esto Dios y sus ángeles le apartaron su rostro. Una historia diferente, aunque con algunas similitudes, la encontramos en Konen 26-27 y Yerahmeel 14-15 (que derivan de San. 38b), donde Dios extiende su dedo meñique para exterminar con fuego a toda una legión de ángeles que habían preguntado con escepticismo quién era el hombre para que la divinidad se acordara de él (Sal 8,4). El único ángel al que Dios le perdona la vida es Gabriel. Luego, Dios va y le pregunta a otra legión de ángeles su opinión sobre el hombre. Esta vez el comandante, un ángel llamado Labbiel, viendo la reacción divina ante cualquier cuestionamiento respecto al ser humano, declara que es una buena cosa que lo hubiese creado y que él con todos sus ángeles estaban dispuestos y deseosos de servir como ministros y revelar todos sus secretos al hombre. Dios recompensó a este ángel confiriéndole el título de Ángel de la Sanación, Rafael, guardián de todos los medicamentos usados en la tierra29. En realidad en la literatura judía las versiones de la subordinación angelical ante el primer hombre son variadas porque quieren enfatizar distintos aspectos30.
Es necesario mencionar que estas leyendas, judías y cristianas, se encontraban tan extendidas que encontraron su lugar en varias partes del Corán. En la azora XV (aleyas 26/27 a 35/36) es Dios mismo el que ordena a los ángeles venerar Adán, produciendo la airada reacción de Iblis: “No estoy para postrarme ante un ser humano que has creado de barro, de arcilla moldeable”. Algo parecido leemos en las aleyas 10/11 a 12/13 de la azora VII donde Iblis agrega que la razón de su superioridad sobre el hombre radica en que ha sido creado de fuego y no barro. La reacción de Dios no se deja esperar: desnuda al ángel de su gloria y lo envía al ostracismo en espera del Juicio definitivo (ver también la azora XVII [61/63]; XVIII [48/51]; XX [115/116]; XXXVIII [71/78]).
La importancia de todos estos ejemplos radica en que la orden divina de postrarse ante Adán, sea que se acoja o no, implica la creencia en varias tradiciones judías y cristianas respecto a la superioridad del hombre frente a los ángeles. Esta idea vale la pena retenerla: el hombre ha sido creado de manera más excelente que los ángeles. Es por esta razón que a estos últimos se les exige inclinarse delante de quien es la imagen de Dios. Como hemos visto, esto genera la oposición de algunos ángeles quienes intentan destruir con fuego a Adán, quien se salva a través de la intervención divina31.
Pero, ¿cómo podemos explicar la superioridad del hombre en relación a los ángeles? La superioridad de Adán radica en que participa de la gloria de Dios. Este es el significado de ser creado a imagen y semejanza de Dios. Esta idea tan llena de sentido místico la encontramos en fuentes judías y cristianas, dispares entre sí por el tiempo y las procedencias. Detrás de todas estas historias es posible adivinar este mito tan relevante: cuando el hombre fue creado podía reflejar la gloria divina. En 4 QDibHam (4 Q504, 506), leemos en la oración del primer día que a [Adán] nuestro padre, lo modelaste (Dios) a la imagen de tu gloria (4 Q 504 fragmento 8). En el apócrifo judío el Testamento de Abraham (TestAbr)32 se describe la apariencia del primer hombre, sentado sobre un trono dorado, como terrorífica, semejante al del Soberano (11,4). En la Cueva de los Tesoros (Sir) se nos dice que los ángeles se llenaron de temor frente a Adán, mientras se decían unos a otros: “Un gran portento se nos muestra hoy, la imagen de Dios nuestro Hacedor” (II. 3). La “imagen” y “semejanza” se han convertido en la capacidad de reflejar la gloria divina. Es por esto que los ángeles se pusieron a temblar (CueTesSir II.14). En el apócrifo eslavo del 2En también se menciona el aspecto honorable y glorioso, como un segundo ángel, del primer hombre ( ) (11,60). Por último mencionemos el Apocalipsis de Adán (ApAd)33, un texto de carácter gnóstico con gran influencia judía, donde el mismo protagonista reconoce que cuando Dios lo creo junto con Eva, ambos andaban en la gloria del eón del cual procedían y eran semejantes a los ángeles eternos (1, 2-3).
Estos ejemplos, entre otros muchos, nos hacen concluir que la semejanza a Dios en el Jardín del Edén, para algunas fuentes judías y cristianas, consistía en la capacidad de irradiar, como ángeles, la gloria divina. Para estos creyentes la verdadera identidad humana es la capacidad de reflejar la gloria y belleza de Dios. En este punto, sin embargo, debemos hacer una aclaración importante. Si bien en hebreo los términos צֶלֶם (imagen) y דְּמוּת (semejanza) tienen un significado similar, la traducción griega a dichas palabras (εἰκών y ὁμοίωσις) distinguieron dos alcances distintos que serían fundamentales para configurar el itinerario espiritual del cristiano ortodoxo. Así, la imagen (εἰκών) sería la capacidad natural del hombre de adquirir o realizar la semejanza (ὁμοίωσις). San Basilio el Grande dice que el hombre adquirió la imagen a través de la creación o del nacimiento. No así la semejanza que no sería sino el cumplimiento de la imagen divina en el hombre y que dependería de su voluntad de llevarla a cabo34. En el Edén Adán podía ver a Dios cara a cara35, como reconocería Atanasio de Alejandría, al no haber nada que le impidiera conocer lo divino, su pureza le permitía contemplar sin cesar la imagen del Padre, el Verbo de Dios36. Todo en Adán estaba ordenado a Dios. Sin embargo, a pesar que Adán fue creado a imagen de Dios, no alcanzó a realizar la semejanza de manera plena y total debido al pecado que finalmente estropeó su libertad e inteligencia. Las virtudes que existían en él se secaron y el espejo de su alma dejó de reflejar al creador37. El derrotero cristiano, entonces, se define a partir del reconocimiento que la imagen de Dios subsiste en el hombre caído38, y que desde allí está llamado a ordenar las energías divinas que le pueden elevar a Dios para así realizar la imagen divina. A pesar que esta se encuentra alterada y velada en el hombre, la vocación humana no es otra sino el cumplimiento de la imagen divina39.
5. CONCLUSIONES
En este capítulo hemos introducido el significado de la “imagen” y “semejanza” con la que fue creado el hombre en relación a Dios. Hemos dicho que en el texto original la intención de los autores pudo haber estado restringida a la identidad sacerdotal y real del pueblo de Israel. También mencionamos que un aspecto importante era la relación del hombre con la sabiduría como proceso vital de la condición humana. Adquirir sabiduría hace al hombre semejante a Dios. Ahora bien, en el tiempo inmediatamente anterior y posterior al cambio de era, el significado de esta “imagen” y “semejanza” evolucionó en algunas tradiciones llegando a adquirir tonos místicos. La condición prístina del primer hombre se expresó de maneras muy diversas, todas poéticas y llenas de alusiones sensoriales. El primer hombre reflejaba la gloria divina. Era un ser superior a los ángeles.
A su vez, en la tradición cristiana ortodoxa se distinguieron la imagen y la semejanza, haciendo de la primera una idea análoga a la naturaleza del hombre, y de la segunda, el fin o derrotero humano que actualiza la primera. Como decíamos en el primer apartado de este capítulo, y citando a Juan Cárpatos, el hombre, a través de la gracia divina, puede recobrar la imagen y semejanza pérdidas combatiendo las pasiones y la espesura de la carne para que esta sea transformada40. El ser humano, así, puede ir recobrando la semejanza divina a través de la gracia de la obediencia, el arrepentimiento, la oración constante, el combate contra los pensamientos, la ascesis corporal, la impasibilidad y la divinización. Al final del camino el hombre accede al conocimiento de Dios, esto es, a la experiencia de la Luz completa que hace que el vidente caiga de bruces al suelo, exclamando y gritando porque su inteligencia y razón se han visto superadas por la divinidad (Simeón el Nuevo Teólogo: Vol. V, 68)41.
Por lo tanto, la verdadera identidad humana, esa “imagen y semejanza”, no es otra cosa sino el reflejar la gloria de Dios. Esta afirmación se expresa, de acuerdo a varias tradiciones, a través de tres imágenes muy sugerentes: los vestidos, la luminosidad y el tamaño de Adán. Cada una de ellas, y todas a la vez, nos hablan de su capacidad de manifestar la gloria divina. Conviene que estudiemos estos aspectos concretos de manera separada (vestidos, luz y tamaño). Esto no sólo nos dará mayor claridad para entender cada una de estos símbolos. También podremos comprender, por un lado, hasta qué punto el relato del Génesis expresa sugerentemente el drama humano de la pérdida de su verdadera identidad; y, por otro, la salvación, como ese peregrinar de regreso al Jardín del Edén. La tradición judía y cristiana, entienden de manera similar el destino humano: con todas las dificultades propias de la vida, y amparados por un Dios fiel, el hombre va de camino al lugar de origen, el Jardín del Edén. Sólo allí volverá a manifestar de manera completa la gloria de Dios. Sólo allí volverá a ser semejantes a Dios.
En el siguiente capítulo nos detendremos en dos de estas imágenes que representan la aptitud humana de reflejar la gloria de Dios. Se trata de la luminosidad y de los vestidos. Adán en el Jardín irradiaba luz. Sus vestidos eran de gloria. Magníficas imágenes que nos llevan a la verdadera vocación humana que, de acuerdo a estas corrientes de pensamiento, el hombre está llamado a recuperar.
1 J.C. Larchet, Terapéutica de las enfermedades espirituales, (Sígueme, Salamanca, 2014) 42.
2 J. melloni Ribas sj, Los caminos del corazón, (Sal Terrae, Maliaño, 1995) 34.
3 j. melloni Ribas sj, Los caminos, 125.
4 j. melloni Ribas sj, Los caminos, 100.
5 j. melloni Ribas sj, Los caminos, 62.
6 J.H. Walton, The lost world of Adam and Eve, (Inter Varsity Press, Downers Grove, 2015) 53.
7 J.H. Walton, The lost world, 28-50.
8 Midrash Shir 8; Tan. Pukude 2; Pesikta Hadta 38; Aguddat Aggadot 8. Más detalles en: L. Ginzberg, The Legends of the Jews, Vol V, (The Jewish Publication Society of America, Phidadelphia, 1953) 68-69.
9 L. Ginzberg, The Legends of the Jews, Vol I, (The Jewish Publication Society of America, Phidadelphia, 1937) 51-52
10 G. A. Anderson, The Genesis of Perfection, Adam and Eve in Jewish and Christian Imagination, (Westminster John Knox Press, Louisville-London, 2001) 15, 99-108.
11 El libro de los Jubileos es un apócrifo escrito originalmente en hebreo hacia el siglo II a.c. y que nos ha llegado en forma integra en etiope, y fragmentariamente en hebreo (Qumrán), siriaco, griego y latín. Se trata de una serie de revelaciones divinas a Moisés que versan sobre la historia sagrada de Israel. Aunque es especulativo, se podría definir un origen esenio o pre-esenio de la obra. Esto explicaría que los esenios del Qumrán y otros grupos marginales ligados a la literatura Enóquica se hayan regido por el calendario que define a esta obra.
12 J.H. Walton, The lost world, 104-105.
13 De acuerdo a N. Wyatt, esta potestad de gobernar también está presente en el hecho de que Adán fuese creado del polvo (מִן־הָ֣אֲדָמָ֔ה) (Gn 2,7) y que al polvo volvería (אֶל־הָ֣אֲדָמָ֔ה) (Gn 3,19). Esta expresión no sólo implica la cualidad mortal del ser humano, sino que también tiene connotaciones reales. En 1Re 16,2-3 encontramos un oráculo de Jehú contra el rey Baasa, en donde se hace un paralelo con Adán, ambos fueron levantados del polvo, constituidos reyes y posteriormente perdieron la gracia divina. Para más detalles: N. Wyatt, “A Royal Garden: The Ideology of Eden”, Scandinavian Journal of the Old Testament 28/2 (2014) 24.
14 М. И. Соколовь, Славянская книга Еноха праведнаго, (исданiе Императорцкаго Общества Исторiи и древностей Россiйскихъ при Московскомъ университетe, Москва, 1910), 30. Ver también: A. de Santos Otero, “Libro de los secretos de Henoc”, en: A. Díez Macho (ed.), Apócrifos del Antiguo Testamento Vol. IV, Madrid 1984, 161-202.
15 Г. Г. Кущелевымь-Безбородко, Памятники Старинной Русской Литературы (Kулиша, С. Петербургъ, 1862) 11-12.
16 J.C. Larchet, Terapéutica, 89-90.
17 Aunque para algunas fuentes Adán tenía 20 años cuando desobedeció a Dios: BR 14.7; BaR 12.8; Shir 3.11; Jerónimo I 902; San Efraín I, 159. Más detalles en: L. GINZBERG, The Legends, Vol I, 58; Vol V, 78.
18 A. Segal, Life After Death, A History of the Afterlife in the Religions of the West, (Doubleday, Nueva York, 2003) 19%
19 J. F.A. Sawyer, “The Image of God, The Wisdom of Serpents and The Knowledge of Good and Evil”, en: P. Morris y D. Sawyer (eds.) A Walk in the Garden, Biblical, Iconographical and Literary Images of Eden (JSOT Press, Sheffield, 1992)64-73.
20 D. Arbel, “«Seal of Resemblance, Full of Wisdom, and Perfect in Beuty»: The Enoch/Metratron Narrative in 3Enoch and Ezekiel 28”, Harvard Theological Review 98/2 (2005) 128-129.
21 La Vida de Adán y Eva es un apócrifo judío con interpolaciones cristianas que versa sobre la caída de los primeros padres y su suerte después de salir del Jardín del Edén. Se conocen versiones en latín, griego, eslavo, armenio y georgiano. Algunos fragmentos también se han encontrado en copto. Cada versión guarda valiosas variaciones, agregados y omisiones. Seguramente la fuente original pudo haber sido compuesta en lengua semítica hacia el siglo I para luego en un proceso complicado de redacción conoceciese sus versiones finales hacia los siglos III-V.
22 N. Fernández Marcos, (Trad.), “La Vida de Adán y Eva (versión latina)”, en: Alejandro Diez Macho, (Ed.), Apócrifos del Antiguo Testamento Vol. II, (Cristiandad, Madrid, 1983) 338-352.
23 La antipatía del diablo con el hombre se manifiesta de una manera muy particular en el apócrifo eslavo Relato de como creo Dios a Adán (, ) donde cuando aun yaciendo Adán sin vida en la tierra el miserable Satanás lo ungió con basura y estiércol ( ). Es evidente en este relato la animadversión que produce el sacerdocio de Adán en Satanás. Г. Г. КУЩЕЛЕВЫМЬ-БЕЗБОРОДКО, Памятники, 12-15.
24 Evangelio Apócrifo de carácter homilético escrito en griego, aunque se conocen también versiones en latín y eslavo. Problemas como la encarnación, el descenso de Jesús a los infiernos, el origen de los ángeles y demonios, entre otros, son algunos de los temás que aborda el texto.
25 Antonio Piñero, (Trad.), “El Evangelio de Bartolomé”, en: Antonio Piñero (Ed.), Todos los Evangelios, (EDAF, Madrid, 2009) 387-399
26 Apocrifo cristiano de origen siriaco (aunque conocemos también la versión árabe) que, a través de varios géneros literarios como crónicas, genealogías, testamentos, etc., asume y desarrolla distintas tradiciones relacionadas con la figura de Adán y sus descendientes y la redención de Cristo. Aunque tema debátido, se suele considerar que La Cueva de los Tesoros (Sir)en su estado actual es el resultado del trabajo compilatorio de varios redactores desde un texto base del siglo III a su versión final hacia el IV. Para más detalles: P. Gónzalez Casado, (Trad.), La Cueva de los Tesoros, (Ciudad Nueva, Madrid, 2004).
27 El Apocalipsis de Baruc (esl) es un apócrifo de origen judío que enfrenta el difícil período posterior a la destrucción del segundo templo de Jerusalén con todas las cuestiones teológicas que implicaba en relación a la Torá, el mesías, las naciones etc. La obra original fue compuesta probablemente en Palestina hacia finales del siglo I o principios del II. La versión eslava conoce dos versiones una “larga” de origen serbio, croata y búlgara, y una “breve” procedente de Rusia. El documento T sería del siglo XV y se encuentra en el Museo Histórico de Moscú. Para más detalles: S.Alvarado, “Algo más sobre la creación de Adán en el Corán” Anaquel de Estudios Árabes , 20 (2009) 23-24.
28 S. Alvarado, Los apócrifos eslavos en relación con la tradición islámica, (EAE, Madrid, 2012) 31-43.
29 L. Ginzberg, The Legends, Vol I, 54; Vol V, 70.
30 Un texto rabínico donde se reflexiona la envidia de los ángeles desde otro punto de vista es PesR 25,4. Aquí la causa de la envidia angelical se encuentra en el hecho que Dios haya decidido regalar la Torá a los hombres y no a ellos mismos. Cuando esto sucede los ángeles protestan delante del Señor diciendo: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que lo cuides? (Sal 8,4) ¡Oh SEÑOR, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! (Sal 8,9). En medio de estas protestas uno de los ángeles exclama: Sería en alabanza tuya que Tú dieras tu gloria a los seres celestiales. ¡Dadnos tu Torá! Sin embargo, Dios se niega e insiste en darle su Torá a Israel. Los ángeles le enrostrarán a Dios esta mala decisión cuando, después de cuarenta días, el pueblo de Israel violó la Ley (Ex 20,2-3) adorando al becerro de oro (Ex 32). Esta vez Dios les replica: ¿Acaso vosotros sois los únicos que guardaríais la Torá? Un niño destetado entre los israelitas podría guardar mejor que vosotros la Torá. Si el regresa de la escuela y es capaz de comer carne y beber leche, él podría permitirse el beber la leche una vez que sus manos estén limpias de comer la carne. Pero vosotros, cuando fuisteis enviados donde Abraham, él trajo delante de vosotros carne y leche juntos y vosotros comisteis todo junto. Uno de los puntos de este relato es el apuntar a que la superioridad moral de los ángeles en relación a Israel es más aparente que real. Por otra parte, se nos está diciendo que la razón de la elección del pueblo de Israel no se encuentra en relación a otros pueblos, sino a su superioridad respecto a los ángeles.
31 ARN 1,8. Más detalles en: L. Ginzberg, The Legends, Vol I, 62; Vol V, 84.
32 Apócrifo judío que versa sobre los acontecimientos que preceden la muerte de Abraham.como el viaje celestial a través del cual el Ángel Miguel revela al patriarca la puerta de la salvación y la condenación, el juicio, el destino de las almas, etc. Es difícil definir el origen de la obra que llego hasta nosotros a través de escribas cristianos. Se manejan distintas teorías: un origen palestino, egipcio, esenio etc. La datación también es cuestión de debate, aunque se reconoce varios estadios de redacción, siendo el primigenio hacia el siglo I o II. Para más detalles: L. Vegas Montaner, (Trad.), “Testamento de Abrahán”, en: A. Díez Macho, (Ed.), Apócrifos del Antiguo Testamento Vol. V, (Cristiandad, Madrid, 1987) 441-448.
33 Conocido a través de varias versiones, el Apocalipsis de Adán se trataría de un testamento a través del cual el primer hombre comunica secretos sobre el pasado y el futuro de la historia a su hijo Set. Los rasgos gnósticos de la obra se reflejan, entre otras características, al entender la salvación como producto del verdadero conocimiento. La fecha de composición es discutida y se situaría entre los siglos I y IV. Lo mismo acerca del lugar de composición, pudo haber sido cualquier lugar donde la teología gnóstica era influyente. Para más detalles: G. Aranda Pérez, (Trad.), “Apocalipsis de Adán”, en: A. Díez Macho, Apócrifos del Antiguo Testamento Vol. VI, (Cristiandad, Madrid, 2009) 29-60.
34 Bacileo de Cesarea, Homilías sobre el origen del hombre, I, 16, en: J.C. Larchet, Terapéutica, 17.
35 Gregorio de Nisa, Discurso catequético, 6, en: : J.C. Larchet, Terapéutica, 19.
36 Atanasio de Alejandría, Discurso contra los paganos, 2, en: J.C. Larchet, Terapéutica, 19.
37 J.C. Larchet, Terapéutica, 21.
38 Orígenes, Homilías sobre el Génesis, XIII, en: J.C. Larchet, Terapéutica, 21.
39 Nicolás Cabasilas, La vida en Cristo, VI, 94, en: J.C. Larchet, Terapéutica, 21.
40 j. melloni Ribas sj, Los caminos, 34.
41 j. melloni Ribas sj, Los caminos, 125.