Ángeles caídos, Gigantes, y Espíritus malos en la tradición Enóquica y en el Qumrán
En el tiempo de Jesús había distintas formas de explicar el origen del mal en el mundo. Las tradiciones relacionada con la literatura de Enoc, especialmente el Libro Astronómico, el Libro de los Vigilantes, el Libro de los Gigantes, y el Libro de los sueños arrojan mucha luz al respecto. En estos documentos el origen del mal no está en el primer pecado de Adán y Eva, sino en la conducta deprorable de los ángeles caídos. Estos ángeles, que no son sino los “Hijos de Dios” que encontramos en Gn 6,1, enseñan una serie de materias prohibidas a los hombres, además de dormir con las mujeres y procrear gigantes, que no harán sino estropear la creación antes de que Dios castigue al ser humano con el diluvio universal. Este último acontecimiento se entiende como el triunfo de Dios sobre el mal que prefigura la victoria escatológica definitiva. Efectivamente, la tierra antes del diluvio se había corrompido debido a las enseñanzas que los hombres habían adquirido de los ángeles caídos. Veamos por ejemplo 1Enoc 7,1(version etiope): “Y tomaron mujeres (los ángeles malos); cada uno se escogió la suya y comenzaron a convivir y a unirse con ellas, enseñándoles ensalmos y conjuros y adiestrándolas en recoger raíces y plantas”; 1Enoc 8,3 (versión etiope): “Amezarak adiestró a los encantadores y a los que arrancan raíces; Armaros, como anular los encantamientos; Baraquiel, a los astrólogos; Kokabiel, los signos; Tamiel enseñó astrología; Asradel, el ciclo lunar”; 1Enoc 9,6-8ª: “Tú has visto lo que ha hecho Azazel al enseñar toda clase de iniquidad por la tierra y difundir los misterios eternos que se realizaban en los cielos; 7 Semyaza, a quien tú has dado poder para regir a los que están junto con él, ha enseñado conjuros. 8 Han ido a las hijas de los hombres, yaciendo con ellas”; 1Enoc 13,2b: “No alcanzarás (Azazel) reposo ni misericordia ni intercesión por la iniquidad que has enseñado y por los actos de blasfemia, violencia y pecado que has mostrado a los hombres”.
Además de estas enseñanzas el mundo se había corrompido por la acción de los gigantes quienes han levantado la violencia entre los hombres. Los gigantes son el producto de las relaciones sexuales entre los ángeles y las mujeres (1Enoc 6,1-4; 7,1-2; 9,7-8; 10,9.11; 15,3-7.12). En 1Enoc 15,3-7.12 leemos el drama que significa la infidelidad de los ángeles y la mixtura de la que están hechos los gigantes: “¿Por qué habéis dejado el cielo alto, santo y eterno, habéis yacido con mujeres, cometido torpezas con las hijas de los hombres y tomado esposas, actuando como los hijos de la tierra, y engendrado hijos gigantes? Vosotros, santos espirituales, vivos con vida eterna, os habéis hecho impuros con la sangre de las mujeres, en sangre mortal habéis engendrado, sangre humana habéis deseado, produciendo carne y sangre como hacen los que son mortales y perecederos. 5 Por eso les di mujeres, para que en ellas planten (sus semillas) y les nazcan hijos de ellas, para que asi no falte criatura sobre la tierra. 6 Vosotros, por el contrario, erais al principio espirituales, vivos con vida eterna, Inmortales por todas las generaciones del universo. 7 Por eso no os di mujeres, pues los (seres) espirituales del cielo tienen en él su morada…Y se alzan esos espíritus contra los hijos de los hombres y sobre las mujeres, pues de ellos salieron”. Los gigantes son el producto de un acto incestuoso entre el principio espiritual por una parte, y el carnal-sanguíneo, por otra. Los gigantes son el producto de la violación del orden cósmico y como tales no pertenecen ni a lo carnal ni a los espiritual. Esto es lo que explica la devastación que producen entre los hombres. Por ejemplo leemos en 1Enoc 7,3-6 (versión etiope): “Consumían todo el producto de los hombres, hasta que fue imposible a éstos alimentarlos. 4 Entonces los gigantes se volvieron contra ellos y se comían a los hombres. Comenzaron a pecar con aves, bestias, reptiles y peces, consumiendo su propia carne y bebiendo su sangre. Entonces la tierra se quejó de los inicuos”; 9,1.9-10; “Entonces miraron Miguel, Urie1, Rafael y Gabriel desde el cielo, y vieron la mucha sangre que se derramaba sobre la tierra, y toda la iniquidad que sobre ella se cometía…Las mujeres han parido gigantes, por lo que toda la tierra está llena de sangre e iniquidad. 10 Ahora, pues, claman las almas de los que han muerto, se quejan hasta las mismas puertas del cielo, y su clamor ha ascendido y no puede cesar ante la iniquidad que se comete sobre la tierra”. Son las quejas de los hombres (Cap 9), que llegan a Dios a través de la oración de los cuatro ángeles principales, las que desencadenan el juicio divino (cap.10). Efectivamente, el diluvio es la respuesta de Dios a los lamentos de los hombres, que son castigados a su vez por haber consentido con los ángeles y engendrado gigantes. Sin embargo Dio permite a Noé el construir el arca y sobrevivir al desastre: “Entonces el Altísimo, Grande y Santo, dio una orden y envió a Arsyalalyur al hijo de Lamec (Noé), con estas palabras: Dile en mi nombre: «Ocúltate». Y revélale el final que va a llegar, pues va a perecer toda la tierra, y el agua del diluvio ha de venir sobre toda ella, y perecerá cuanto en ella haya. 3 Instrúyele, pues, que escape y quede su semilla para toda la tierra” (1Enoc 10,1-3). Los gigantes como tales murieron con el diluvio, sin embargo algo de ellos sobrevivió, algo que en adelante será conocido como “malos espíritus”: “Ahora, los gigantes nacidos de los espíritus y de la carne serán llamados malos espíritus en la tierra y sobre ella tendrán su morada. 9 Malos espíritus han salido de su carne, porque de arriba fueron creados y de santos vigilantes fue su principio y su primer fundamento. Mal espíritu serán sobre la tierra, y malos espíritus serán llamados” (1Enoc 15,8-9). La explicación puede ser la siguiente. Los gigantes, como ya sabemos, eran una mixtura de espiritual y carnal. Con el diluvio la parte carnal pereció, pero la espiritual (tal y como sus progenitores, los ángeles vigilantes) sobrevivió para seguir haciendo el mal en la tierra hasta su destrucción definitiva que se esperamos se realice en el juicio final. Es este el contexto que explica 1Enoc 16,1: “Desde los días del asesinato, destrucción y muerte de los gigantes, dondequiera que hayan salido los espíritus de su cuerpo, perezca su carne sin juicio: así perezca hasta que se cumpla el día de la gran consumación del gran juicio, con el cual el universo todo se consumará junto con (?) los vigilantes e impíos”. Pero hasta entonces debemos ser pacientes porque seguirán oprimiendo al hombre: “Y se alzan esos espíritus contra los hijos de los hombres y sobre las mujeres, pues de ellos salieron” (1Enoc 15,12).
En la literatura del Qumrán también leemos textos que explican el origen de espíritus demoniacos en los gigantes pre-diluvianos. Por ejemplo, la frase “espíritus de los bastardos” en 4Q510 1,5 aparece en una lista de fuerzas malignas. En 1Q 1 1 V, 6 se habla del demonio que visita a los hombres durante la noche llamándole “descendiente de Adán y descendiente de los santos”. Pero de nuevo, desde el diluvio y hasta el juicio final tenemos que ser pacientes, los espíritus de los gigantes seguirán atacando al hombre hasta la intervención definitiva de Dios.