Alianza: La Torá como una narrativa continuada hacia el tiempo mesiánico
La acción salvífica de Yavé en relación a la esclavitud de Israel en Egipto tiene un propósito que la trasciende, esto es, la celebración de la Alianza Sinaítica con Israel y la consecuente donación de la Torá. Entonces el climax del Pentateuco como corpus literario se encuentra en la entrega de la Torá en el Sinaí, durante la cual Yavé ha descendido para habitar entre su pueblo (Ex 40,34-38). De hecho Yavé ordena al pueblo a no profanar su Santo Nombre para que así pueda ser santificado en medio de Israel y a través de esto santificar a su propio pueblo. Yo, Yavé, quien os santifica, Yo, quien os ha sacado de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios, Yo, Yavé (Lv 22,31-32). Si Israel observa la Ley, tanto Dios como el mismo pueblo son santificados. Primero, Yavé santifica a Israel a través de su liberación y redención, la hace su poseción especial entre todas las naciones, y sella esta relación dándole al pueblo la Alianza con la Torá para que esta santidad se guarde. A su vez, Israel santifica al mismo Dios viviendo su vocación, esto es, observando con fidelidad los mandamientos y viviendo, así, santamente. El corolario sanaítico no sólo nos lleva al origen de esta relación, en el Edén, cuando Dios fue develando su primer mandamiento a los hombres, sino que también al futuro, a la era mesiánica. Y es que en la era mesiánica seremos testigos del final y pleno establecimiento de la Torá. Entonces hay tres etapas narrativas e históricas: el pre-Sinaí, el presente Sinaítico, y la edad mesiánica. Un texto pertinente respecto a la era mesiánica es Is 2,2-3 donde todas las naciones se preparan para subir a Sión donde esperan ser instruidos por el mismo Dios en sus caminos. En este proceso, el pueblo de Israel va a ser el instrumento privilegiado de Dios para que Éste sea universalmente reconocido. Esto supone que Dios pueda habitar permanentemente en su tierra. En la era mesiánica, de acuerdo a Jr y Ez, el pueblo de Israel seguirá la Torá sin esfuerzo. Israel no tendrá que «combatir» para obedecer la Torá. Su obediencia será automática. Y es que según Jr 31, 31-34 Yavé hará una nueva Alianza con la Casa de Israel y la Casa de Judá. Esta no será una Alianza como la que Yo hicé con vuestros padres…Yo pondré mis enseñanzas en su interior y la escribiré sobre sus corazones. Entonces Yo seré vuestro Dios y ellos serán mi pueblo. No necesitarán más enseñarze unos a otros. Algo similar encontramos en Ez 36, 24-25 donde Yavé promete, Y yo te daré un corazón nuevo y pondré en ti un nuevo espíritu: Yo removeré el corazón de piedra de tu cuerpo y te daré un corazón de carne, y Yo pondre mi espíritu en ti…Entonces tú deberás habitar en la tierra que Yo le di a tus padres, y tú serás mi pueblo y yo seré vuestro Dios. Lo siginificativo es que para ambos profetas la Ley no cambiará en la era mesiánica. Serán las mismas leyes, lo que cambiará es la naturaleza humana y la libertad moral. Es un rediseños utópico de la naturaleza humana, al modo del Jardín del Edén, donde las dificultades que implica una desición moral son obviadas. Así, todo lo que pudo ocacionar la destrucción del primer y segundo templo, entendidos como castigo divino, ante la infidelidad de la Alianza, no podría volver a repetirse. Para más detalles: What´s Divine About Divine Law? Early Perspectives, p.45-48