Alianza: Vida o Muerte
La historias bíblicas, a lo largo de tan distintos libros y géneros, se debaten en una lucha humana continua entre la vida y la muerte. La creación misma no es otra cosa que el ordenamiento de la materia desde el caos y la nada a la vida y trascendencia. Este vida y trascendencia implican la expresión del mundo tal como Dios lo ha soñado. Todo lo contrario sucede cuando las aguas desde la profundidad retornan para destruir la vida en el relato del diluvio (Gn 7,10-11). Y es que Yave mantiene la vida en la tierra conteniendo a las aguas del caos bajo su control (Sal 46, 3-6; 65,7-8;89,10; 93,1.4; 96,10). Los grandes actos de Dios en la Biblia tiene que ver con acciones creadoras, como es la victoria de Yave sobre las aguas en la narrativa mosaica (Ex 15,10) que nos recuerda al espíritu aleteando sobre las aguas en el Gn. Y esta lucha es la que define al hombre en relación con Dios. Is 40,6-7 señala: Toda carne es hierba, y todo su esplendor es como flor del campo. Sécase la hierba, marchítase la flor cuando el aliento del SEÑOR sopla sobre ella; en verdad el pueblo es hierba. La misma idea se repite en Job 14,2 y el Salm 103, 15-16. Y es que el hombre no es más que un soplo de viento (Salm 39,12; 62,10; 103,16; 144,3-4), sombras que no pueden sobrevivir (Job 8,9; 14,2), pensamientos vacíos (Salm 94,11), creados para la nada (Salm 89,48; Gn 3,19). Job expresa este misterio de una manera muy realista en 33, 4-7: El Espíritu de Dios me ha hecho, y el aliento del Todopoderoso me da vida…He aquí, yo como tú, pertenezco a Dios; del barro yo también he sido formado. Y si Dios es quien sostiene la vida, el revés, esto es la muerte, es signo también de a soberanía divina. En Job 4,9 leemos: Por el aliento de Dios perecen, y por la explosión de su ira son consumidos. En el Salm 33,6: Por la palabra del SEÑOR fueron hechos los cielos, y todo su ejército por el aliento de su boca. La destrucción también es expresión de la voluntad de Dios sobre todo cuando el hombre le ha desobedecido. Es la expulsión de la primera pareja del paraíso, el diluvio, la destrucción de la torre de Babel y consecuente dispersión del hombre. La muerte es el exilio del hombre, su dispersión en tierra ajena. Es lo que leemos en Is 24,12: Desolación queda en la ciudad, y la puerta está hecha pedazos, en ruinas. Otra versión de este mito de la ciudad en ruinas y de la dispersión la encontramos en Jr 25,9-11 donde Dios llama a su siervo Nabudonoconosor para desolar la tierra, vaciar Jerusalén y hacer de ella un desierto eterno. La tierra, sin el acto creativo de Dios, es como un desierto vacío (Jr 4, 23-26). Evocando la rebeldía de Eva Dios se queja de su pueblo en Jr 4,22: Porque mi pueblo es necio, no me conoce; hijos torpes son, no son inteligentes. Astutos son para hacer el mal, pero hacer el bien no saben. Lo mismo leemos en Jr 5, 21 y 6,18. La rebeldía del hombre tiene que ver principalmente con el adorar a falsos o vacíos dioses, lo que es lo mismo que denegar de la creación. Como lo advertía el mismo Dios en Ex 20,3: No tendrás otros dioses delante de mí. También 1Sm 12, 20-21: No temáis; aunque vosotros habéis hecho todo este mal, no os apartéis de seguir al SEÑOR, sino servid al SEÑOR con todo vuestro corazón.No os debéis apartar, porque entonces iríais tras vanidades que ni aprovechan ni libran, pues son vanidades. Y es que el que adora a los dioses vacíos vuelve al vacío (Jr 2,5),o como lo dice claramente el Sal 1,4.6: No así los impíos, que son como paja que se lleva el viento…Porque el SEÑOR conoce el camino de los justos, mas el camino de los impíos perecerá. Lo mismo pasa con el rey Rehoboam (2Cr 12,1-16) quien al abandonar la Ley de Yavé se ve severamente castigado y entregado en las manos de su enemigo Shishak (2Cr 12,5). Cuando el rey se enfrenta a la muerte se humilla, llora, y entonces Yavé le redime. Cuando el SEÑOR vio que se habían humillado… Se han humillado; no los destruiré, sino que les concederé cierta libertad y mi furor no se derramará sobre Jerusalén … (2Cr 12,7). Jeremías ofrece la misma opción entre estar encadenados por las cadenas del patronato de Yavé o de la muerte (Jr 5,4-6). El reconocer el patronato de Dios explica el por qué tantos de los héroes bíblicos como Isaac (Gn 18. 21), José (Gn 30, 22-24), Moisés, David (1Sam 16, 4-13), o Jesús tengan nacimientos o infancias difíciles que sólo prueban la elección divina sobre las cualidades humanas. Títulos como siervo, elegido, primogénito, son expresiones de la humildad y de su reconocimiento de Dios como Padre. Recordemos, desde esta perspectiva, la importancia del Sal 2,7 en el entendimiento cristológico más temprano. En todos estos personajes se respira la total dependencia de Dios tal como lo describe el Salm 104,29-30: Escondes tu rostro, se turban; les quitas el aliento, expiran, y vuelven al polvo. Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra (y el Salm 90,3 o Gn 2,7). El rey, y el mesías, han de ser humildes si es que quieren gobernar (Salm 89,38.44). Para más detalles: The Messiah Myth: The Near Eastern Roots of Jesus and David (pos. 3594-4168).