¿Cómo Jesús, un profeta de galilea, llegó a ser considerado Dios? (IV)
Baal era una divinidad muy importante en Asia Menor, entre caldeos, finicios, filisteos y otros pueblos. Se le asociaba con la lluvia y la guerra, y se le representaba, como vemos en la foto, sosteniendo en su mano derecha un garrote o maza, y en la izquiera un rayo. Se le conocía también como el jinete de las nubes. A pesar que Yavé combatió muchas veces en su contra, la mayoría de las ocaciones los judíos prifirieron neutralizar su influencia atribuyéndole a su Dios sus cualidades. Así en el AT encontramos textos donde se le confunde con Yavé. Algunos de esos textos son particularmente interesantes porque distinguen claramente que lo que se predica de Yavé algún día perteneció a otro dios: No hay como el Dios de Jesurun, quien cabalga sobre los cielos para tu ayuda, y sobre las nubes con su grandeza (Dt 33,26). Lo mismo sucede con el Salmo 68,32-33: ¡Reinos de la tierra cantad a Dios, cantad al Señor Selah, cantad al que cabalga sobre los cielos de los cielos, que son desde la antigüedad! En el Salmo 104,1-3 sucede lo mismo: ¡Bendice alma mia a Yavé! Yavé, Dios mio, mucho te has engrandecido, te has vestido de gloria y magnificiencia, el que se cubre de luz como de vestidura, que extiende los cielos como una cortina, que establece sus aposentos entre las aguas, el que pone las nubes por su carroza, el que anda sobre las alas del viento. Un último ejemplo lo tomamos de Is 19,1: He aquí que Yavé monta sobre una ligera nube y entrará en Egipto.
Ahora bien, esta identificación entre las cualidades de Baal y Yavé se rompe en un texto muy importante para la primera exégesis cristiana. En la visión de Dn 7, 9-14 leemos en el versículo 13: Miraba yo en la visión de la noche, y vi que con las nubes del cielo venía uno como un Hijo de Hombre; vino hasta el Anciano de días, y lo hicieron acercarse a él. Este texto es de gran importancia porque se le atribuyen las características divinas, que alguna vez pertenecieron a Baal y que depués se le adjudicaron a Yavé, al Hijo del Hombre, distinguiéndolo como una segunda divinidad en relación al Anciano de días. En la práctica estamos muy cerca de reconocer dos dioses, una herejía que posteriormente los rabinos definirán en el siglo II como la de los dos poderes en el cielo.
En el Evangelio de Mateo, durante el juicio a Jesús, el sumo sacerdote le pregunta en nombre de Dios si es o no el Cristo o el Hijo de Dios. La respuesta que la comunidad cristiana pone en boca de Jesús es una declaración de fe cristológica que reconoce la divinidad de Jesús: Tú lo has dicho. Y además os digo que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo. Esta declaración es tan explícita que con razón el sumo sacerdote rasgándo sus vestiduras grita: ¡Ha blasfemado!