Los viajes celestiales en el judaísmo antiguo (notas)
La literatura relacionada con los viajes celestiales en el judaísmo se presenta de manera continuada desde tempranos testimonios en la tradición de Enoc (algunos autores señalan aún Ez 1, Is 6, y algunos salmos) hasta el siglo XIX. En la antigüedad dos son los corpus literarios que presentan viajes celestiales: la literatura apocalíptica apócrifa y la literatura de la Mercabá. Si bien ambas tienen elementos comunes, sobresalen las diferencias que se marcan ya desde el género literario. Ejemplos de viajes celestiales en la literatura apocáliptica son muchos: 1Enoc (1-36; 72-84), 2Enoc, Testamento de Leví, Apocalipsis de Zefonías, Testamento de Abraham (A. 20; B.14), Apocalipsis de Abraham, La vida de Adán, Ascención de Isaías (6-11), Paraleipomena de Jeremías (9,7-26), 4Ezra 7,75-101, etc. El acento de la literatura apocalíptica está en las revelaciones que el héroe, generalmente algún patriarca veterotestamentario, recibe en los cielos. El viaje celestial es importante, pero lo es más el contenido de la revelación que generalmente versa sobre el sentido de la historia, el cosmos y el fin de los tiempos. Tal como los títulos lo señalan, la pseudografía es un elemento a considerar en este tipo de literatura. Aunque la pseudografía en la antigüedad sí puede considerarse plagio en algunos casos, como por ejemplo en las cartas pseudo-paulinas o pastorales, no es la situación de la literatura apocalíptica en cuestión. Más bien estamos frente a tradiciones especulativas que se asociaban con algún patriarca o visionario del pasado en la creencia que efectivamente estaban interpretando sus enseñanzas. El que la experiencia de los viajes celestiales se atribuya a un personaje del pasado no significa que no se haya practicado por el grupo religioso en cuestión. M. Stone (Old Jewish Ascents Forms and Visions) cree, y yo lo comparto, que este tipo de experiencias religiosas eran comunes en ese tiempo, y que la pseudografía puede ser el resultado de la identificación del contenido de las visiones con la tradición apocalíptica que la sostiene. Por lo demás, tenemos ejemplos de viajes celestiales que se realizan sin el soporte de la pseudografía, como es el caso del 2Cor 12, Ap 4 y los Cánticos del Sacrificio Sabático del Qumran. Como sea, exsisten otros elementos indicativos de la praxis de los viajes celestiales detrás de esta literatura. Por ejemplo, el estilo vivo y vehemente de algunos escritos, como es el caso de 4Ezra, son indicativos de la presencia de experiencias reales; algunas indicaciones psicológicas detrás del Apocalipsis de Abraham también parecen apuntar a la misma dirección.
La literatura clásica presenta numerosos ejemplos de viajes celestiales: Platón, La República 10, 614B; Plutarco, De Sera Numinis Vindicta, Bousset 63, n 3; Plutarco, De Ginio Socratis 22, etc. Si este tipo de experiencias no era tan extraordinarias, entonces, ¿por qué la casi totalidad de ejemplos judíos que contamos se encuentran en escritos no canónicos? ¿Por qué la Biblia no acogió relatos de viajes celestiales? Pueden haber varias razones. Cada experiencia religiosa supone una antropología y cosmología determinada. Respecto a la primera, el Antiguo Testamento, y posteriormente el Nuevo, están en contra de la separación entre el cuerpo y el alma (o la mente). La idea de la unidad del cuerpo y el alma es una nota distintiva del pensamiento hebreo y cristiano ortodoxo. Respecto a la segunda, la literatura canónica es en general enemiga de las especulaciones cosmológicas tan corrientes en la Antigüedad. El libro de Daniel, por ejemplo, no es sólo contemporaneo a 1Enoc, sino que también trata de los mismos problemas, y sin embargo no entra a describir los cielos y las realidades angelicales. La literatura de la Mercabá consiste en una serie de textos escritos entre el II y IX que tratan de la visión del Trono (o carro, de ahí Mercabá) de Dios. Junto con las visiones, el poder acceder a fórmulas mágicas y al conocimiento esotérico de la Torah eran los objetivos de los visionarios. En el caso de esta literatura existe más claridad al momento de afirmar la praxis de los viajes celestiales. Es muy probable que estas experiencias religiosas se realizaran en un contexto ritual para el cual las personas se preparaban entre doce y cuarenta días con prácticas ascéticas. Tenían que saber al detalle y de antemano el contenido de los viajes de sus predecesores, pues lo suyo iba ser una continuación. Ayunaban hasta cuarenta días: comían sólo el pan que amasaban, bebían el agua que sacaban del pozo y tomaban baños rituales para alcanzar un estado perfecto de pureza. No debían comer carne, ni beber vino . Esta preparación era, además, elemento fundamental para facilitar el trance a los viajeros. Además de estas instrucciones preparatorias, también se encuentran indicaciones concretas para el momento en que el hombre desciende a la Mercabá: los videntes ponían su cabeza entre las rodillas y recitaban himnos, canciones, fórmulas mágicas, invocaciones a los ángeles y a Dios, todo como en un susurro, que seguía un ritmo determinado y repetitivo. Sólo así, en un estado autohipnótico, de carácter extático, podían iniciar el viaje celestial y afrontar los innumerables peligros . Era fundamental que el viajero supiese los nombres de los ángeles que se iba a encontrar poder seguir ascendiendo. También era importante una ceremonia previa donde el sujeto “se vestía” de los nombres divinos para acceder a su protección . Leemos, por ejemplo, en Hejalot Rabbati 14,4: “Cuando alguien desea descender a la Mercabá debe invocar a Suryah, el príncipe de la presencia, y conjurarlo ciento doce veces. Que se guarde de añadir una a las ciento doce veces o de omitir una de ellas; si aumenta o recorta, será responsable de lo que le ocurra”. Todo esto indica que la literatura Hejalot no es una mera creación literaria, sino que tiene un carácter práctico de naturaleza ritual.
La literatura clásica presenta numerosos ejemplos de viajes celestiales: Platón, La República 10, 614B; Plutarco, De Sera Numinis Vindicta, Bousset 63, n 3; Plutarco, De Ginio Socratis 22, etc. Si este tipo de experiencias no era tan extraordinarias, entonces, ¿por qué la casi totalidad de ejemplos judíos que contamos se encuentran en escritos no canónicos? ¿Por qué la Biblia no acogió relatos de viajes celestiales? Pueden haber varias razones. Cada experiencia religiosa supone una antropología y cosmología determinada. Respecto a la primera, el Antiguo Testamento, y posteriormente el Nuevo, están en contra de la separación entre el cuerpo y el alma (o la mente). La idea de la unidad del cuerpo y el alma es una nota distintiva del pensamiento hebreo y cristiano ortodoxo. Respecto a la segunda, la literatura canónica es en general enemiga de las especulaciones cosmológicas tan corrientes en la Antigüedad. El libro de Daniel, por ejemplo, no es sólo contemporaneo a 1Enoc, sino que también trata de los mismos problemas, y sin embargo no entra a describir los cielos y las realidades angelicales. La literatura de la Mercabá consiste en una serie de textos escritos entre el II y IX que tratan de la visión del Trono (o carro, de ahí Mercabá) de Dios. Junto con las visiones, el poder acceder a fórmulas mágicas y al conocimiento esotérico de la Torah eran los objetivos de los visionarios. En el caso de esta literatura existe más claridad al momento de afirmar la praxis de los viajes celestiales. Es muy probable que estas experiencias religiosas se realizaran en un contexto ritual para el cual las personas se preparaban entre doce y cuarenta días con prácticas ascéticas. Tenían que saber al detalle y de antemano el contenido de los viajes de sus predecesores, pues lo suyo iba ser una continuación. Ayunaban hasta cuarenta días: comían sólo el pan que amasaban, bebían el agua que sacaban del pozo y tomaban baños rituales para alcanzar un estado perfecto de pureza. No debían comer carne, ni beber vino . Esta preparación era, además, elemento fundamental para facilitar el trance a los viajeros. Además de estas instrucciones preparatorias, también se encuentran indicaciones concretas para el momento en que el hombre desciende a la Mercabá: los videntes ponían su cabeza entre las rodillas y recitaban himnos, canciones, fórmulas mágicas, invocaciones a los ángeles y a Dios, todo como en un susurro, que seguía un ritmo determinado y repetitivo. Sólo así, en un estado autohipnótico, de carácter extático, podían iniciar el viaje celestial y afrontar los innumerables peligros . Era fundamental que el viajero supiese los nombres de los ángeles que se iba a encontrar poder seguir ascendiendo. También era importante una ceremonia previa donde el sujeto “se vestía” de los nombres divinos para acceder a su protección . Leemos, por ejemplo, en Hejalot Rabbati 14,4: “Cuando alguien desea descender a la Mercabá debe invocar a Suryah, el príncipe de la presencia, y conjurarlo ciento doce veces. Que se guarde de añadir una a las ciento doce veces o de omitir una de ellas; si aumenta o recorta, será responsable de lo que le ocurra”. Todo esto indica que la literatura Hejalot no es una mera creación literaria, sino que tiene un carácter práctico de naturaleza ritual.