Yahoel y el Apocalipsis de Abraham
Esta obra tiene dos partes, la primera (cap. 1-8) cuenta la leyenda de Téraj y su hijo Abrahám, que deriva de Gn 11, 31-12,3 y 15,7. Abraham, como modelo del justo, está en contra de la idolatría de su padre, especialmente de las representaciones antropomórficas que hace de Dios . Una de las traducciones carece de este material. La segunda parte es un midrás de Gn 15 y relata los siguientes acontecimientos: Dios le pide a Abraham un sacrificio en el monte Horeb, Abraham recibe ayuda del ángel Yaoel, mientras que otro ángel, Azazel, pone dificultades, el viaje celestial de Abraham y Yaoel sobre las alas de una paloma hasta llegar al séptimo cielo donde contemplan el trono de Dios y les es representada la historia del mundo. La ascensión de Abraham en este apocalipsis viene a ser un correlato implícito de la de Moisés al Sinaí. Así el sacrificio de Abraham se realiza en el monte Horeb, nombre que algunas fuentes bíblicas atribuyen al monte Sinaí. En ambos casos (Gn15 y Ex 19-20) la manifestación de Dios se realiza en el humo y el fuego. Es probable que el grupo que está detrás de las experiencias visionarias de este documento las hayan opuesto y rivalizado con aquellos que valoraban más las de Moisés.
En Gn 15 la figura que se aparece a Abraham es el Señor Yavé, en los Reconocimientos clementinos se habla del Justo y del Verdadero Profeta, en el Ap. Ab. se le identifica con Yaoel quien se presenta a Abraham en el capítulo 4-5 como aquel que tiene el poder de controlar el caos en el cosmos y está encargado del nombre de Dios. El suyo está conformado por el tetragrama YHWH más el sufijo EL que es común en nombres de los ángeles. El Ángel del nombre es también en la tradición deutoronomista el Ángel de la presencia. En Ex 23,21 Dios advierte a Israel en el desierto respecto a obedecer la voz de su ángel porque en él está su nombre. Este hecho resulta relevante porque la importancia dada al nombre de Dios como guía en los viajes celestiales es compartida por la posterior literatura de Hejalot especialmente con las tradiciones relacionadas con el Metatrón (3Enoc). Yahoel se define de la siguiente manera: Yo soy el poder del Inefable que puso sus nombres en mí. De acuerdo a sus mandatos, se me ha ordenado reconciliar las rivalidades de las criaturas vivas del querubin, y enseñar a aquellos que cantan la canción en medio de la séptima hora en la noche (10,8-9). Pero hay más. Yahoel puede ser considerado el ángel de la presencia y de la no-presencia, en una ambigüedad analogable a la que vemos en Metatrón quien representa el nombre de Dios y su cuerpo (Siur Qomah), pero que no puede ser confundido con Dios so pena de herejía al modo de Elisha B. Abuyah quien es castigado por afirmar los dos poderes en el cielo. Del mismo modo, Yahoel advierte a Abraham en el Apoc. de Ab no adorarlo como si fuese Dios, lo que significa que si bien es como el ángel de la presencia o del nombre no puede ser confundido con Dios.
Mientras Abraham va ascendiendo recita la canción de la séptima hora de la noche del hombre fiel, que como himno místico se parece a los que aparecen en la literatura Hejalot. La repetición constante de himnos, palabras mágicas o fórmulas tiene la función de facilitar el acceso al trance como una técnica hipnótica. Del mismo modo que Metatrón en 3Enoc, Yahoel conduce a Abraham hacia los cielos: Y él dijo: Abraham, sólo alaba y recita la canción que yo te enseñé …Y él dijo: Recita sin cesar. Y yo recitaba y el mismo recitaba la canción (17,5-7). Yaoel ha advertido a Abraham que no converse con Azazel durante el camino: A cualquier cosa que te hable no le respondas para que así no tenga acceso a ti, porque el Eterno le ha dado poder a este respecto (15). Cuando Abraham va ascendiendo, se encuentra con una luz imposible de describir, y entre la luz una multitud de personas como de fuego y de apariencia masculina, yendo de allí para allá, y cambiando su figura constantemente (16). Entonces el ángel le dice a Abraham: Permanece cerca de mí y no temas, porque Aquel a quien no puedes ver está viniendo ahora hacia nosotros con una gran voz de santidad, el Santo que te ama. Tú no lo puedes ver. No dejes que tu espíritu se debilite por el coro de voces que gritan, porque yo estoy a tu lado para fortalecerte (17). Llega al trono celestial donde nuevamente se enfatiza la adoración vocal que se realiza. La descripción de éste, basada en Ez 1, es impresionante: Yo vi bajo el fuego un trono de llamaradas rodeado de vigilantes de muchos ojos. Incluso aquel que tiene todos los ojos recitaba su himno frente al trono, y bajo el trono cuatro fieras vivientes cantando, y sus apariencias era una y cada una con cuatro rostros: de un león, de un hombre, de un buey, de un águila. Tenían cuatro cabezas sobre su cuerpo, y porque tenía cada una cuatro caras, tenían así dieciséis rostros cada uno. Cada cabeza con tres pares de alas que salían de sus hombros, de sus lados y de sus lomos (20). Entonces vio detrás del Vivo el carro con ruedas ardientes, cada una llena de ojos que la circundaban y sobre las ruedas el trono cubierto y rodeado de fuego. Entonces una voz santa lo llamó (23) y, al igual que a Enoc, le instruye acerca de los secretos del universo, su orden natural y su historia. La justicia se implantará en el mundo en el que reinará Dios en medio de los justos pero, en cambio, los malvados serán castigados. En presencia de Dios, Abrahám participa en la liturgia angélica y pronuncia con Yaoel los nombres divinos: eterno, poderoso, santo, único, nacido de sí mismo, incorruptible, sin mancha, no engendrado, inmaculado, inmortal, perfecto en sí mismo, iluminado por sí mismo, sin madre, sin padre, amigo de los hombres, generoso, misericordioso, lleno de fuego, longánimo, bondadosísimo, mi Dios (17,8-10). Abraham no sufre ningún tipo de trasformación explícita, pero su estado de ánimo pasa del temor a la confianza, de ser espectador a partícipe en la liturgia angelical. A pesar que no le dan una vestimenta nueva, sí se le promete una (13,5).
El Apocalipsis de Abraham, con Yahoel, están en el origen de las tradiciones de Hejalot y Metatrón. Pero no solamente, también es el marco adecuado para entender la resurrección de Jesús.