Los rostros luminosos de Moisés y Enoc
En Ex 34, 29-35 leemos que cuando Moisés desciende del Sinaí su rostro resplandecía tanto que la gente tenía miedo de acercarse a él. Una vez que hubo hablado con el pueblo, Moisés se puso un velo sobre su rostro, el que se quitaba cuando hablaba con Yavé. El rostro resplandeciente de Moisés nos habla de la naturaleza transformativa del encuentro con la Gloria Divina. Este texto está a la base de otras experiencias analógables que nos permiten entender el carácter transformativo de las experiencias visionarias. Por ejemplo, a través del apócrifo eslavo 2Enoc vemos las dramáticas consecuencias que tuvo en Enoc la visión del rostro divino. En 2Enoc 37 leemos como se transformó el rostro del héroe cuando se encontró con Yavé. Obedeciendo las ordenes de Yavé uno de sus ángeles se acercó a Enoc para enfriar su rostro. El aspecto del ángel era aterrador, era blanco como la nieve, estaba como congelado, y sus manos eran frías como el hielo. Con esas manos el ángel congeló el rostro de Enoc, luego de lo cual Yavé le advierte que de no haber sido congelado ningún ser humano hubiese sido capaz de verle a la cara. Esto es lo que precisamente había obligado a Moisés a ponerse un velo sobre el rostro. Es muy probable que este texto enóquico contenga elementos de carácter polémico en relación a la tradición mosaica. El encuentro cara a cara de Enoc con Dios no sólamente es anterior al de Moisés, sino que también es de una naturaleza superior al acontecer en los cielos. Más aún, luego del encuentro divino Enoc adquiere unos poderes especiales por cuanto la gente le pide su autorización para poder ser glorificados en frente de su rostro (1Enoc 64,2), algo parecido a lo que sucede con el sumo sacerdote en algunos textos qumránicos. Este énfasis en la superioridad de Enoc sobre Moisés no se detiene aquí, sino que continuará su desarrollo hasta la imagen de Enoc-Metatrón como el vice regente celestial en el Sefer-Hejalot. En 3Enoc 15B encontramos a Enoc-Metatrón, cuyo rostro ha sido convertido en fuego con bastante anterioridad a la transformación mosaica, como maestro de Moisés en cuanto le dice: Hijo de Amram, ¡no temáis! Dios ya te ha favorecido. Pedid lo que deséis con confianza y fuerza porque la luz brilla desde la piel de tu rostro desde un rincón al otro del mundo. El encuentro con la Gloria ha transformado tanto a Enoc y a Moisés. Ambos se han convertido en seres capaces de reflejar el poder de Dios delante del pueblo. Ambas afirmaciones, probablemente, en contexto de polémica. Para más detalles: Andrei A. Orlov, Marquette University, The Heirs of the Enochic Lore: “Men of Faith” in 2 Enoch 35:2 and Sefer Hekhalot 48D:101 . Parte de este artículo fue expuesto en la reunión anual del SBL/AAR en San Antonio, 23-26 Noviembre 2004.