Algo de la vida en Siberia…
Mientras el invierno se prepara a caer en cualquier momento, yo me voy haciendo a mi nueva vida en Novosibirsk. Dentro de las actividades que tomé está el estudio del antiguo eslavo, algo así como el latín de las lenguas eslavas. Voy a clases los lunes en la mañana a la facultad de filología. Que sea cura y de Chile no puede resultar más exótico. El estudio del antiguo eslavo no sólo me interesa para poder leer algunos textos muy antiguos que nos llegaron en esta lengua y que son muy significativos para el estudio del cristianismo primitivo. Por sobre todo me interesa entrar en contacto en el futuro con ortodoxos y que éstos vean como me ha fascinado su cultura. Creo que sería una buena carta de presentación. Tengo que aprender y hacerlo bien. Pero vamos paso a paso. Hasta ahora el antiguo eslavo me ha parecido tan infranqueable y sugerente como los rusos. En estos países tan diferentes uno siempre se mantiene en los márgenes. Nunca sabes si has entendido de qué va la cosa. Y no es una cuestión sólo de idioma (que es mi cruz de cada día). Es la cultura, las sensibilidades, las aproximaciones a las cuestiones. Cuando te sientes algo cómodo, algo pasa que te recuerda que eres extranjero…Y ya desde el pre-seminario donde soy el director espiritual. Hay una aproximación a lo religioso entre los chiquillos a la que me tengo que hacer poco a poco. Implica, por ejemplo, un abrirse a la liturgia bien celebrada con todas las formalidades del caso. ¡Si hasta una hermana me está enseñando a cómo cantar la misa! Tengo que descubrir cómo viven lo religioso para no imponer burdamente mis modos. Hacerse al lugar. Y no solamente en el pre-seminario. En Tomsk acompaño un taller de oración ignaciano…me pregunto si somos capaces de llevar nuestra tradición occidental de una manera apropiada al oriente cristiano. Como sea, creo que la clave es no apurarse…contemplar y actuar.