En la
Carta a los Hebreos el contraste entre el Templo celestial y el de Jerusalén es un motivo importante. El segundo es descrito como un santuario hecho con manos humanas, una mera copia del verdadero Templo (9,24). Una concepción semejante encontramos en los escritos del Qumran donde la comunidad se consideraba como el verdadero templo en coordinación con las esferas celestiales. Así el
consejo sacerdotal de la comunidad se consideraba el Santo de los Santos de Aarón (1QS VIII, 5-8) donde se vivía un ascestismo muy duro y una vida perfecta para expiación de los pecados de los miembros de la comunidad (1QS III, 6-9). Todo esto en contraste con el Templo de Jerusalén que consideraban impuro. En el caso de la
Carta a los Hebreos, si bien no hay una mención a la impureza del Templo de Jerusalén, sí existe la idea de una Nueva Alianza entre Dios y el pueblo realizadad en el Templo Celestial. De acuerdo a Heb 8, 1-2 Jesús
es el sumo sacerdote que está sentado a la derecha del Dios de Majestad en los cielos; él está a cargo del santuario y de la tienda verdadera, levantada no por hombres, sino por el Señor. Algo similar se nos dice en 9,4:
Pues ahora no se trata de un santuario hecho por hombres, figura del santuario auténtico, sino que Cristo entró en el propio cielo, donde está ahora ante Dios en favor nuestro. En este Templo Celestial se encuentra el Trono de Dios que se identifica con la cubierta del Arca de la Alianza al modo del Templo de Jerusalén:
detrás de la segunda cortina, hay otro recinto, llamado el Lugar Santísimo,donde está el altar de oro de los perfumes y el arca de la alianza enteramente cubierta de oro. El arca contenía un vaso de oro con el maná, la vara de Aarón que había florecido y las tablas de la Ley. Por encima el arca están los querubines de la Gloria, cubriendo con sus alas el Lugar del Perdón. Pero no cabe aquí describirlo todo con más detalles. El Trono de Dios (ιλαστηριον) es importante porque nos lleva al Yom Kippur celestial previo a la entronización de Jesús (1,3-4). Estos versículos son sorprendentes porque guardan paralelos notables con tempranas y tradicionales fórmulas kerigmáticas. Leemos:
El es el resplandor de la Gloria de Dios y la impronta de su ser. El, cuya palabra poderosa mantiene el universo, también es el que purificó al mundo de sus pecados, y luego se sentó en los cielos, a la derecha del Dios de majestad.Ahora, pues, él está tanto más por encima de los ángeles cuanto más excelente es el Nombre que recibió (1,3-4)
. Ya desde el inicio se hace mención al Salmo 110, al Trono, a la majestad y santidad de Dios, y al culto celestial. Sorprende el contenido místico-visionario en consonancia con lo apocalíptico, la Mercabá, y la futura literatura de Hejalot. El
sentarse a la derecha (εν δεξια) como fórmula para referirse a la transformación-resurrección de Jesús en el Templo Celestial, inspirada en el Salmo 110, aparece además en 8,1; 10,12, y 12,2. Cristo, exaltado y entronizado
a la derecha de Dios, ha llegado a ser superior a todos los seres celestiales quienes ahoran le adoran como antes adoraban a Dios. Lo que está detrás es el Salmo 97,7, el cual en la versión de los LXX lee:
Que todos los ángeles de Dios le adoren (96,7)
. La versión hebrea lee כל אלהים en vez de
todos los ángeles. Esto es de sumo interes porque implica que este Salmo es testigo de una antigua tradición que identificaba a los
ángeles superiores que alaban a Dios en el Santo de los Santos con los
Elohim. Como sea, la apertura de la carta muestra ya la más temprana experiencia del resucitado como aquel que ha sido exaltado a través de su función sacerdotal expiatoria y entronización como rey. De nuevo, lo que está detrás es el salmo de carácter cúltico 110. Lo mismo en 8,1 donde aparece como el punto desde donde se argumenta el carácter real y sacerdotal de Jesús. En el capítulo séptimo se había planteado una objeción judía al respecto:
Pues es notorio que nuestro Señor salió de la tribu de Judá, de la que Moisés no habló cuando trató de los sacerdotes. En otras palabras, la objeción al carácter sacerdotal de Jesús decía que de la tribu de Judá no pueden salir sacerdotes. El autor de la carta responde aludiendo al Salmo 110 (versículo 4), Jesús ha sido declarado Sumo Sacerdote y entronizado en el Trono de Gloria:
tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la derecha del Dios de Majestad en los cielos (Heb 8,1)
. En este contexto el Salmo 2,7 también es importante. Respecto a Heb 10,12 encontramos que el la función sacerdotal-real se enfatiza. Lo que está detrás es la figura de Melquizedek. De nuevo, tal como aparecía en Heb 1,2-4, en lo que se insiste es en Jesús quien ofrece un sacrificio expiatorio para luego sentarse
a la derecha de Dios. Por último, Heb 12,1-2 también hace uso del Salmo 110:
Depongamos, pues, toda carga inútil, y en especial las amarras del pecado, para correr hasta el final la prueba que nos espera,fijos los ojos en Jesús, que organiza esta carrera de la fe y la premia al final. El escogió la cruz en vez de la felicidad que se le ofrecía; no tuvo miedo a la humillación, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. En otras palabras, a través de su muerte expiatoria Jesús ha entrado en el Santo de los Santos, más alla del velo santo (6,19),
donde está ahora ante Dios en favor nuestro (9,24).
El Yom Kippur celebrado de una vez y para siempre (9,14:αιμα ) por Jesús es un motivo importante en la Carta. Como hemos visto, este precede a la entronización de éste a la derecha del Padre. Leemos en 9:13-14: Pues si la sangre de chivos y de toros y la ceniza de ternera, con la que se rocía a los que tienen alguna culpa, les dan tal vez una santidad y pureza externa, con mucha mayor razón la sangre de Cristo, que se ofreció a Dios por el Espíritu eterno como víctima sin mancha, purificará nuestra conciencia de las obras de muerte, para que sirvamos al Dios vivo. Este texto, un pesher del texto cúltico de Lev 16, 11-16, pone a Jesús como cordero y sumo sacerdote que expía de una vez y para siempre los pecados del mundo. En general la narrativa de Hebreos es sobre el Sumo Sacerdote y Rey Celestial, de acuerdo al orden de Melquizedek, quien tiene una misión cultual. A través de su muerte y resurrección ha entrado al Santo de los Santos en el Templo de los cielos para con su sangre obtener la redención eterna de los suyos. Para más detalles: Eskola, Timo, Messiah and the Throne, p. 203-209.