El Tercer Apocalipsis en las Hejalot Rabbati
El tercer apocalipsis que encontramos en el Hejalot Rabbati (&140-145) es el más mesiánico de todos. En éste Metatrón, el Príncipe de la presencia, le revela a Ismael el destino de la generación en al cual el hijo de David venga en términos apocalípticos: “Y allí será los gemidos entre los santos, y gritos de terror entre las imágenes de los poderosos (ídolos), y temblores se elevarán en las ciudades, y temblores en las provincias” (&140ª) . En primer lugar la batalla final entre las naciones en contra de Israel: “Los hijos de Maskidia desde una esquina, los hijos de Shabhur desde una esquina, los hijos de Mash y Marghish desde una esquina, los hijos de Piston desde una esquina, y ellos harán la guerra unos contra otros y se matarán unos a otros, y en el día en que caigan más de 200 mil asesinados se dirán unos a otros: ¿Por qué debemos hacer la guerra? Venid y comprometámonos y quien sea que gane será el rey supremo y todos nosotros le serviremos” (&142). En segundo lugar, la aparición pública del mesías que ha sido liberado de su prisión, genera en un principio escepticismo entre las naciones: “Con qué nos puede él conquistar. Su rostro es no propio de los hombres, y su forma no es propia de los hombres. Su bienestar no es propio de los hombres. Su fuerza no es propia de los hombres. Nosotros somos ricos, fuertes, guerreros, hijos de reyes. Y este hombre,¿ con qué nos conquistará?” (&143ª). De hecho en un inicio la propuesta del mesías suena muy humilde: “Lo que yo os propongo es pequeño y no es grande: Aquel que traiga a la vida a todos estos asesinados va a reinar sobre nosotros” (143b). Y es que el mesías llega para resucitar a aquellos que han muerto en acción, y se muestra como el líder del mundo y frente a quien todas las naciones se rinden. El mesías parte esta acción milagrosa con una oración que dirige a Dios en un tono que nos recuerda al siervo sufriente de Isaías: “Maestro de los mundos, recuerda en mi favor el sufrimiento y la aflicción y las tinieblas, y la obscuridad en la cual fui llevado, mis ojos que no veían la luz, mis oídos que escuchaban una gran injuria y el escorbuto de mi carne sobre mis huesos, y mi corazón roto y la debilidad de mi fuerza con dolor y amargura. Es revelado y conocido por ti que en este asunto no he actuado en mi propia gloria, tampoco por la gloria de la casa de mi padre, sino por tu gloria yo he actuado, porque “por tu bien y por tu templo y por tus hijos que habitan en el dolor entre los pueblo de la tierra”. Entonces aquellos 200 mil se pusieron en pie y dijeron ¨Nosotros somos de Israel, nosotros somos de Israel¨ como es dicho [Zac 2,15], ¨Y muchas naciones se reunirán delante del Señor¨” (&144). Entonces los pueblos de la tierra reconocen el poder de resucitar del mesías: “Nosotros hemos escuchado sobre ti que tienes el poder de matar y de hacer vivir” (&145ª). Y por último, se comprometen a reconstruir el templo: “Nosotros hemos destruido la casa de la presencia, y por allí entraremos” (&145b).