Jesús transformado: Señor y Nuevo Adán
La teología de los dos adanes se muestra en Pablo también en 1Cor 15, 25-27 donde dice que es necesario que Cristo reine “hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será deshecho, será la muerte. Porque todas las cosas sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice: Todas las cosas son sujetadas á él, claro está exceptuado aquel que sujetó á él todas las cosas”. En estos versículos (así como en Ef 1,22) lo que está de fondo es el Sal 8,4. 6:
8,4: Cuando contemplo tu cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que en él fijaste,
8,5: ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que te ocupes de él?
8,6: Lo hiciste apenas inferior a un dios, lo coronaste de gloria y esplendor,
Aquí el salmista está reflejando las teologías que tenían que ver con Gn 1-3 y aquellas tradiciones que relacionaban la semejanza de Adán con la gloria divina. Se creía que el primer hombre había sido cubierto de luz en el momento que fue creado (Gén.R. 20,12) y que el sol se había oscurecido por la luz de su gloria (Gén R. R. Bathra 58a; Lev.R. 20,2; Gen.R. 11,2).
La misma gloria de Adán se consideraba el vestido con el que fue cubierto en el momento de la creación (Comentario armenio de Efren sobre Gen y Ex 4; Targum Neofiti; Targum Pseudo-Jonatan) y que lo hacía inmortal. En el segundo libro de Enoc, Dios dice de Adán: Y le dejé establecido en la tierra como un segundo ángel, honorable, grande y glorioso. Y le constituí como rey sobre la tierra, teniendo a su disposición un reino gracias a mi Sabiduría. Y entre mis creaturas no había nada parejo a él sobre la tierra (11, 60-63)( Diéz Macho, A., Apócrifos Vol IV, p. 178). En estos textos, Adán aparece como transformado en el vicerregente de Dios, y la transformación del creyente o del vidente coincide, entonces, con el origen y el final. El hombre, además de ser el culmen de la creación y el reflejo de la gloria divina, tiene dominio sobre toda creatura viviente en el mundo (Gn 2,19-20). De acuerdo con esta forma de pensar, la misión del Mesías sería precisamente devolver al hombre al estado primordial (Targ. Isa. 11; Gen.R. 12,6; Ex. R. 30,3; Num. R. 13,12).
Como sea, y al igual que el autor de la Carta a los Hebreos en 2,6-9, Pablo aplica el salmo 8,4-6 a Jesús como el segundo y definitivo Adán. Pero la reflexión no para aquí. Pablo también relaciona el Salmo 8,6 con el Salmo 110, 1 de la siguiente manera:
8,6: Lo hiciste apenas inferior a un dios, lo coronaste de gloria y esplendor
110,1: De David. Salmo. Dijo el Señor a mi señor; Siéntate a mi derecha hasta que haga a tus enemigos estrado de tus pies.
Jesús es el nuevo Adán a partir de su resurrección donde ha sido exaltado como rey y sumo sacerdote de Dios en el templo celestial. Esta dinámica la encontramos en otros textos como Ef 1,20.22; Mc 12,36; 1Pe 3,22. Por lo tanto, la reflexión teológica de la exaltación de Jesús como Señor se relaciona con la de su ser nuevo Adán de una nueva creación. En otras palabras, Jesús como Señor realiza lo que Dios había soñado para Adán y la humanidad (Heb 2,6-8). Pero hay más, Rm 8,19-22 expresa el anhelo humano que se comienza a actualizar con Jesús: “La humanidad aguarda ansiosamente que se revelen los hijos de Dios. 8,20: Ella fue sometida al fracaso, no voluntariamente, sino por imposición de otro; pero esta humanidad, tiene la esperanza 8,21: de que será liberada de la esclavitud de la corrupción para obtener la gloriosa libertad de los hijos de Dios. 8,22: Sabemos que hasta ahora la humanidad entera está gimiendo con dolores de parto”. En este texto se repite dos veces el verbo “moxdooco” el que describe el propósito divino en la creación del hombre, que pueda gobernar y manifestar la gloria divina. Este proyecto se vio truncado con el pecado de Adán. Sin embargo, y de nuevo, Pablo enfatiza la esperanza que se encuentra en el nuevo Adán, Jesús, quien nos conduce hacia el fin para el que fuimos creados.