Apariciones de Jesús, Apariciones de la Gloria de Dios
En todos estos casos es interesante constatar que las apariciones de Jesús se entendían como “visio dei”, tal como afirma Col 1,15 respecto a Jesús: “El cual es la imagen del Dios invisible”. Algo de lo mismo se desarrolla en el Evangelio de Juan donde el narrador relaciona la incredulidad de los judíos respecto a la identidad de Jesús con la visión del trono que tuvo Isaías (Is 6,1): “Por esto no podían creer, porque otra vez dijo Isaías: Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Porque no vean con los ojos, y entiendan de corazón, Y se conviertan, Y yo los sane. Estas cosas dijo Isaías cuando vió su gloria (la de Jesús), y habló de él” (Jn 12, 39-41). El Evangelio de Jn se inicia con la comunidad reconociendo que han contemplado la Gloria de Dios: “Y aquel Verbo fué hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14); “Á Dios nadie le vio jamás: el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le declaró” (Jn 1,18). El Padre está “en” Jesús y Jesús está “en” el Padre precisamente porque Jesús posee la Gloria de Dios. Esa Gloria se manifiesta sensiblemente en la persona de Jesús, sus signos, y en su crucifixión (Jn 1,14; 2,11; 11,40; 12,23.28; 13,32; 17, 1.4-5). Una vez que Jesús ha regresado a su Padre, la presencia de Jesús permanece a través de su Espíritu (Jn 14, 16.18.22-23; 1Jn 4,12-13) que hace al individuo un creyente (Jn 20,29-31). En Juan la fe reemplaza a toda experiencia visionaria o mística (Jn 20,29-31; 1Jn 4,15)
La relación de la Gloria y Dios parte de la premisa de Ex 33,20 donde Yavé le dice a Moisés: “Tú no puedes ver mi rostro porque los hombres no pueden verme y vivir”. Entonces la visión directa de Dios es reemplazada por la visión de su Gloria (manifestación sensible de Dios). Esta idea tendrá continuidad a lo largo de gran parte de las tradiciones místicas judías comenzando ya con Ez 1,26-28 donde el profeta tiene una visión de la Gloria del Señor en forma humana y entronizado en los cielos. Además de Ex 33,20 también encontramos una fuente importante en la idea de Jesús como Dios en la imagen del Ángel de Yavé quien según Ex 23,20-21 porta el nombre divino. Al igual que las tradiciones relacionadas con la Gloria, el ángel de Yavé podía actuar de manera intercambiable con Dios, con su poder, autoridad (Gn 16,7; Ex 3, 2-7) y juridicidad (Zac 3,1-7; Is 66, 15-16; Mal 3,1-5). Textos como 1Enoc 45,3; 55,4; 61,8;62,2; 69,29; TestAb 11,4; 12,5 (Rescención A); ApAb 11,3; Metatrón. Para más detalles: April DeConick, “Jesus Revealed: The Dynamics of Early Christian Mysticism”, en: With Letters of Light, Studies in the Dead Sea Scrolls, Early Jewish Apocalypticism, Magic, and Mysticism, (Ed. A. Orlov y D. Arbel), p. 308-311.