Eucaristía y pureza en el cristianismo primitivo
Otra cosa, más seria, era el compartir la mesa con los gentiles. Aquí no sólo estamos hablando de relacionarse con ellos, sino de la observancia a las leyes concernientes a la dieta judía. Había grupos, como el de los esenios, que interpretaban preceptos de la Torá como una prohibición explícita a compartir la mesa con gentiles sin importar si se seguían las dietas judías. También algunos grupos de fariseos interpretarían la Ley en ese sentido. Otros fariseos eran más abiertos en el sentido que si bien podían compartir mesa con los gentiles, tenían que ser especialmente cuidadosos al momento de traer su propio alimento. El compartir la mesa implica un tema fundamentalmente de pureza: qué alimentos se comen y con quienes uno se puede sentar. Y aquí entramos a una de las polémicas cristianas más antiguas de las que tenemos conocimiento y que dice relación con la eucaristía. El quid del problema estaba en que los cristianos de Antioquia, de origen judío, compartían la mesa con los cristianos de origen gentil, sin atender a los problemas relacionados con la pureza, especialmente el tema de la impureza derivada del contacto con gentiles. Pedro, pasando por Antioquia, no tuvo problemas en unírseles. Sin embargo, cuando desde Jerusalén, Santiago, el hermano de Jesús y líder de la Iglesia, envió a los suyos a enmendar esta situación, Pedro dejó de compartir la mesa con los cristianos de origen gentil. Otros cristianos de origen judío imitaron la actitud de Pedro. Entre ellos nada menos que Barnabas. P. A. Bernheim recrea la actitud de Santiago en estos términos: “Hemos recibido en Jerusalén noticias que dicen que vosotros os sentáis a la mesa regularmente con gentiles. Estas noticias han provocado escándalo entre nuestros hermanos más conservadores. Pero hay más. Estas noticias, al expandirse, han llegado a conocimiento de otros judíos que se encuentran fuera de la iglesia, lo que hace mucho más difícil nuestra tarea evangelizadora entre ellos”. Por lo tanto, la preocupación de Santiago era una cuestión de principios. No bastaba con que los paganos renunciasen a la idolatría, creyendo en el único Dios de Israel, y reconociendo a Jesús como su Señor. La pureza requerida a los gentiles para sentarse a la mesa con los judeo-cristianos era mucho más alta. Más alta incluso que lo que pudieron convenir en el Concilio de Jerusalén. Implicaba ser miembro formal del pueblo de Israel, implicaba la circuncisión. Este incidente provocó la ira de otro líder cristiano con ideas mucho más radicales, Pablo de Tarso. Pero esto ya es otro asunto…lo que interesa es subrayar cómo desde el inicio la pureza estuvo en el corazón del debate de la celebración eucarística, elemento que nos lleva invariablemente a la pureza exigieda en algunas liturgias del templo de Jerusalén. Para más detalles: Bernheim, Pierre- Antoine, “James, Brother of Jesus”, SCM Press, 1996, P.156-180.