Hace poco he leído un artículo muy interesante de I. Knohl, Between voice and Silence: The Relationship Between Prayer and Temple Cult (JBL 115/1 (1996) 17-30, donde se discute el rol que jugaba el silencio y las oraciones en las liturgias del templo. El autor comienza reconociendo el estado de la cuestión tomando los trabajos de Y. Kaufmann y M. Fishbane para concluir que la tradición sacerdotal en el antiguo templo desarrolló lo que él describe como un servicio litúrgico concéntrico. Este modo litúrgico se desarrolla desde el centro donde los sacerdotes celebraban en completo silencio y en la medida que nos alejamos de este centro, en el medio, se escuchan las canciones de los levitas, y en la periferia las oraciones de los fieles. Esto explica porque en las tradiciones bíblicas relacionadas con las fuentes sacerdotales no encontramos descripciones de las oraciones que se han de pronunciar al momento de oficiar las celebraciones. Estas transcurrían en silencio. Las únicas excepciones al respecto tienen que ver con las oraciones sobre la mujer caprichosa (Nm 5,19-22) y la confesión sobre la cabeza del cabrito (Lv 16,21), las cuales representan oraciones dirigidas más a controlar las fuerzas mágicas que a un Dios que se relaciona de manera libre y personal con el pueblo. Por lo tanto, en el centro del templo los sacerdotes ofrecían sus sacrificios en silencio. Algo de esto encontramos en el apócrifo La Carta de Aristeas donde leemos: “La liturgia de los sacerdotes es completamente insuperable por el despliegue de fuerza y por la combinación de buen orden y silencio. Todos, por propia iniciativa, se ocupan pacientemente hasta agotarse, cuidando cada cual de la función encomendada.” (92). “Reina un silencio absoluto hasta el punto de pensar que no había nadie en el lugar, siendo asi que los ministros presentes eran cerca de setecientos y muy numerosa la muchedumbre de los que ofrecen los sacrificios. Pero todo se realiza con la reverencia que corresponde a la gran divinidad.” (95). Otra fuente de interés la encontramos en la Mishna Tamid que contiene una tradición respecto a los sacrificios sacerdotales cotidianos que se celebran en completo silencio. Este silencio se ve interrumpido cuando los sacerdotes abandonan la carne para el sacrificio en la rampa que conduce al altar y se dirigen a la habitación de la piedra rota para recitar la shema, la Vehayah im shamo´a, y para pronunciar tres bendiciones con el pueblo: Emet va-yasib, Abodah, y la bendición sacerdotal (m. Tamid 4,3-5,1). Se entiende que posteriormente los sacerdotes regresan para sacrificar la carne en completo silencio. De hecho la única oración que se pronunciaba dentro del Templo acontecía para el día del Yom Kippur cuando el sumo sacerdote purificaba el santo de los santos.
Ahora bien, estas antiguas tradiciones sacerdotales según las cuales los celebrantes actúan en silencio se contradicen con algunas fuentes sobre el templo celestial donde las alabanzas divinas dirigidas por los ángeles (en vez de los sacrificios) están a la orden del día. Pero, de acuerdo a los textos de las “Canciones del sacrificio sabático ”analizados por este autor, los miembros de la comunidad del Qumrán reconocerían la tensión entre el silencio y las alabanzas por cuanto a veces señalan que ángeles alaban al creador con una voz silenciosa. Uno de estos textos es el Fragmento 20-22 donde se lee: “Los querubines se postran ante él, y bendicen cuando se alzan. Se oye la voz de un silencio divino, y hay un tumulto de júbilo al alzarse sus alas, la voz de un silencio divino…La voz de regocijo gozoso se calla y hay una bendición silenciosa de los dioses en todos los campamentos de los dioses. Y la voz de alabanzas […] de entre todas sus divisiones […] y todos sus alistados exultan cada uno en su puesto” (4Q405). Silencio y alabanza…tención entre las tradiciones sacerdotales y otras comunidades.