Mediadores sacerdotales en la Asunción de Moisés
Es importante subrayar que el carácter sumo sacerdotal de Moisés adquiere rasgos cuasi divinos. Aunque no de manera explícita se afirma su pre-existencia cuando éste dice: “Desde el comienzo del mundo fui preparado para ser mediador de su alianza” (1,14). Más adelante cuando se explica su entierro las referencias gigantescas a su cuerpo que nos recuerda las proporciones gigantescas de Metatrón o de Jesús resucitado de acuerdo al Evangelio de Pedro. “Pues todos los que mueren a lo largo de los tiempos tienen sus sepulturas en la tierra; pero tu sepultura abarca desde el sol naciente hasta el poniente y desde el sur hasta los confines del norte; ¡el mundo entero es tu sepulcro!” (11, 8).
Moisés no es el único mediador entre Dios y el pueblo en la Ascensión de Moisés. Otro personaje importante es Taxo quien aparece en medio del castigo y cólera divina que se manifiesta contra la infidelidad e impiedad de los jefes políticos y religioso y que golpea al pueblo “como no les había sucedido desde el comienzo del mundo” (8,1). El justo sufre la persecución del rey de reyes y es castigado hasta tal extremo que se “crucificará a quienes confiesen su circuncisión” (8,1). El contexto es muy similar a 2Mac donde también los justos sufren persecución y sólo se salvan quienes esconden su circuncisión y adoran a los dioses paganos (2Mac 5,24). En medio de este castigo final el sacrificio del justo Taxo, como mediador y sacerdote, es capaz de aplacar la ira de Dios y apresurar su justicia. Taxo es presentado como “un hombre de la tribu de Leví” quien tiene siete hijos (2Mac 6,18ss; 2Mac 7), a los cuales exhorta diciendo: “Mirad, hijos míos, he aquí que ha sobrevenido al pueblo una segunda venganza, cruel e impura, repetición inmisericorde y superior a la primera… Ahora, por tanto, hijos míos, escuchadme; ved, pues y sabed que ni nuestros padres ni sus antepasados tentaron nunca a Dios de suerte que llegaran a transgredir sus mandamientos….ayunemos (1Mac 1,53; 2,31.36.41; 2Mac 6,11; 10,6) y al cuarto entremos en una cueva que hay en el campo y muramos antes que trasgredir los mandamientos del Señor…Pues si hacemos esto y morimos, nuestro sangre será vengada ante el Señor” (9,1-7). Como un sacrificio vivo, Taxo reconcilia a Dios con el mundo y apresura la venganza divina.
Es en este momento donde aparece el tercer mediador sacerdotal de la obra, un ser celestial identificado como el Enviado, y que se refiere probablemente al arcángel Miguel (aunque algunos autores identifican con el mismo Taxo transformado), quien venga a los justos en lugar de Dios. Su carácter sumo sacerdotal está dado en la referencia a su investidura en el primer bloque del himno: “Entonces se manifestará su reino sobre toda su creación, entonces el diablo tendrá su fin y la tristeza se alejará con él. Entonces será investido el Enviado, que en lo más alto se encuentra establecido, y al punto los vengará de sus enemigos”. En el segundo bloque la venganza por los justos es dirigida personalmente por Dios: “Pues se levantará el Celeste de su trono real y saldrá de su santa morada inflamado de cólera en favor de sus hijos…Pues el Altísimo Dios eterno se alzará solo, aparecerá para tomar venganza de las naciones y destruirá a todos sus ídolos” (10,1-7). La redención final del pueblo se da a través de la transformación de este en ángeles, algo no muy lejano a lo que Pablo entiende por resurrección: “Te exaltará Dios y te establecerá en el cielo de las estrellas, en el lugar de su morada” (10,9).