La oración de Jesús según Niceforos

espiritualidad ortodoxa. Tiene una clara conexión con la idea del observar constantemente lo que va ocurriendo en el corazón. Sólo contemplar y volver el corazón una y otra vez a la oración de Jesús. Un texto notable respecto a su práctica lo encontramos
en Niceforus, monje del monte Athos (XIII) quien la explica en términos coloquiales: Debemos buscar un maestro
espiritual que no se encuentre en el error, sus lecciones nos mostrarán cuando
nos alejamos a la derecha o a la izquierda del camino y nuestros excesos en
materia de atención…Si no puedes encontrar uno, reza a Dios en contrición del
corazón y con lágrimas, apela a Él en tu desnudez y haz lo que Él te diga.
Tú sabes que
nosotros respiramos, y nuestro aliento va dentro y va fuera, sólo por razón de
nuestro corazón… Por lo tanto, y como he dicho, siéntate, recoge tu mente, atráela- estoy hablando de tu mente- y que tu
aliento tome el camino para alcanzar el corazón desde los agujeros de tu
nariz. Condúcelo, fuérzale a descender hacia tu corazón con el aire que tú
estás aspirando. Cuando esté allí, tú contemplarás el siguiente gozo: no
tendrás nada sobre qué arrepentirte. Como un hombre que ha estado fuera de casa
por un largo tiempo no puede sino alegrarse al ver a su esposa e hijos, así el
espíritu te dota de alegría y gozo indescriptibles cuando se reúne de nuevo con
el alma…
nosotros respiramos, y nuestro aliento va dentro y va fuera, sólo por razón de
nuestro corazón… Por lo tanto, y como he dicho, siéntate, recoge tu mente, atráela- estoy hablando de tu mente- y que tu
aliento tome el camino para alcanzar el corazón desde los agujeros de tu
nariz. Condúcelo, fuérzale a descender hacia tu corazón con el aire que tú
estás aspirando. Cuando esté allí, tú contemplarás el siguiente gozo: no
tendrás nada sobre qué arrepentirte. Como un hombre que ha estado fuera de casa
por un largo tiempo no puede sino alegrarse al ver a su esposa e hijos, así el
espíritu te dota de alegría y gozo indescriptibles cuando se reúne de nuevo con
el alma…
Luego debes
saber que mientras tu espíritu habite allí no debes permanecer en silencio o ocioso.
No tengáis más ocupación o meditación que el clamar: “Señor Jesucristo, Hijo de
Dios, ten piedad de mi”. Bajo ninguna circunstancia daos descanso. Esta
práctica protege a tu espíritu de divagaciones y lo hace inexpugnable e
inaccesible frente a las sugerencias del enemigo, y lo eleva cada día en amor y deseos de Dios.
saber que mientras tu espíritu habite allí no debes permanecer en silencio o ocioso.
No tengáis más ocupación o meditación que el clamar: “Señor Jesucristo, Hijo de
Dios, ten piedad de mi”. Bajo ninguna circunstancia daos descanso. Esta
práctica protege a tu espíritu de divagaciones y lo hace inexpugnable e
inaccesible frente a las sugerencias del enemigo, y lo eleva cada día en amor y deseos de Dios.
Pero si a
pesar de todos tus esfuerzos, hermano, no tienes éxito en el entrar a tu
corazón como te lo he enseñado, haz lo que te he encomendado y con ayuda de
Dios va a realizar tu cometido. Tú sabes que la razón del hombre tiene su
habitación en el pecho. De hecho es en nuestro pecho donde, a pesar que
nuestros labios estén cerrados, nosotros hablamos, tomamos decisiones,
componemos oraciones y salmos…Luego de sacar todos los pensamientos de este
poder racional, y se puede si lo quieres, hazte presente en la oración: “Señor
Jesucristo ten piedad de mí”, y fuérzate repetir estas palabras interiormente,
excluyendo cualquier otro pensamiento. Cuando, con el tiempo, te hagas maestro
de esta práctica, ésta te abrirá la entrada al corazón (PG 147, 961-966).
pesar de todos tus esfuerzos, hermano, no tienes éxito en el entrar a tu
corazón como te lo he enseñado, haz lo que te he encomendado y con ayuda de
Dios va a realizar tu cometido. Tú sabes que la razón del hombre tiene su
habitación en el pecho. De hecho es en nuestro pecho donde, a pesar que
nuestros labios estén cerrados, nosotros hablamos, tomamos decisiones,
componemos oraciones y salmos…Luego de sacar todos los pensamientos de este
poder racional, y se puede si lo quieres, hazte presente en la oración: “Señor
Jesucristo ten piedad de mí”, y fuérzate repetir estas palabras interiormente,
excluyendo cualquier otro pensamiento. Cuando, con el tiempo, te hagas maestro
de esta práctica, ésta te abrirá la entrada al corazón (PG 147, 961-966).