Hacerse a semejanza de Cristo en el Ev. de Felipe
Uno de los motivos más importante en el Ev.Felipe es la transformación del creyente al modo de Cristo como su contraparte celestial. Tal como se dice en el documento, después de la iniciación «la persona ya no es más [cristiana] sino que es Cristo» (67,26-27). Para entender este proceso transformativo tenemos que ver brevemente la antropología y la cristología subyacente en el texto. Respecto a la primera, llama la atención que a primera vista es relativamente sencilla. El hombre es un compuesto de alma y cuerpo sin elubricaciones más complicadas propias de ese tiempo. Por ejemplo, no se menciona la mente o nous. Del alma se dice que es una cosa valiosa y que ha llegado al ser en un cuerpo despreciable (56,25-26). El discípulo de Dios no de dejarse engañar por «las formas corporales», sino que ha de mirar «la condición de cada alma». Si bien esta es la estructura antropológica general en el EvFel, también en éste se menciona al «espíritu», aunque dejando la puerta abierta sobre la relación entre éste y el alma. ¿Es el espíritu parte constitutiva del hombre o es más bien un don que el creyente recibe al momento de su bautismo? Por otra parte, la palabra Psiche también está presente en el EvFel. En definitiva lo que confunde a los estudiosos de este texto es el uso variado y combinado de términos como «cuerpo», «carne», «alma» y «espíritu».
Respecto a la Cristológia, comencemos diciendo que ésta es también bastante complicada. Comencemos con el siguiente texto: «fue como [podrían] verlo que apareció. [ De todas estas formas,] se les apareció. Él [apareció] a [el] grande como grande. Él [apareció] a los pequeños como pequeño. Él [se apareció a los] ángeles como ángel y a los hombres como hombre. Por eso su Logos se escondió de todos…cuando aparecio a sus discípulos en gloria sobre la montaña no era pequeño, se hizo grande, pero hizo grandes a los discípulos para que pudieran verlo siendo grande» (57, 30-58, 10). Este texto es interesante por varios motivos. Primero, en el contexto de la transfiguración el Logos aparece como un elemento de Cristo que ha permanecido escondido a la vista de los discípulos siguiendo el principio de que el hombre sólo puede contemplar aquello que le es semejante. En otras palabras, los discípulos sólo podran contemplar el Logos en Cristo cuando se hagan semejantes a Cristo. Dos textos neotestamentarios parecen resonar en esta interpretación: 1Jn 3,2 y Flp 3,21. Ahora bien, ¿qué significaría «contemplar» el Logos en Cristo? El autor del EvFel identifica al Logos con el «cuerpo» o «carne» de Cristo en 57,6. La naturaleza de la «carne» en Cristo es una que ha estado escondida de todos aquellos que no han estado a la altura de la gloria divina del mismo. Los que sí están a la altura de tal contemplación se hacen uno con el Logos: «Si llegas a ser el Logos», éste «se mezclará contigo» (78,34-79,1). Ahora bien, el Logos en el EvFel actúa siempre en comunión con el Espíritu: «Aquel que no come mi carne o bebe mi sangre no tiene vida. ¿Qué es esto? Su carne es el Logos y su sangre es el Espíritu» (57,4-7). Este dicho está claramente relacionado con Jn 6,53-54 y con Jn 1,14a. Por lo tanto tenemos al Logos identificado con la carne de Cristo, y el Espíritu con su sangre. De manera análoga, el Espíritu se relaciona también con la «vida», la «luz», el «fuego», la «sangre», el «aliento», el «viento», la «maternidad», la «virginidad» y finalmente con los sacramentos del bautismo, la crismación y la cámara nupcial. Es interesante ver cómo la «vida» y la «luz» están intimamente relacionados con el Logos en Jn 1, 4, al modo cómo el Espíritu está relacionado con el Logos (como la sangre y el cuerpo) en el EvFel. Pues bien, si la corporalidad de Cristo es la expresión de la íntima unión entre el Logos y el Espíritu, y esta corporalidad está escondida a los ojos de los cristianos comunes…entonces, ¿es que acaso Cristo fue invisible a los hombres? De ningún modo. La respuesta se encuentra en el otro cuerpo de Cristo.
Jesús nació de una Virgen tal como se afirma en el polémico dicho de 5,23-28: «Algunos dicen que María concibió por el Espíritu Santo. Están equivocados. No saben lo que dicen. ¿Cuándo una mujer ha podido concebir por una mujer? María es la virgen que ningún poder ha mancillado». En este dicho tenemos la afirmación de que María era virgen en relación a los poderes o dinamis, no en relación a José su esposo de quien se afirma la paternidad de Jesús en 55,33-36. «Y el Señor no pudo haber dicho: «mi padre que está en los cielos» si no tuviese otro padre, en aquel caso sólo habría dicho «mi padre»». Haciendo eco de Rom 1,3 el autor del EvFel parece señalar que el Cristo tiene dos orígenes, uno celestial y otro terreno. De acuerdo al segundo sería hijo de María y José. De acuerdo al primero del Logos y el Espíritu a través del bautismo. En efecto, en el bautismo «Jesús reveló [. . . el Jo] rdan, la [plenitud del reino] del cielo. El que [fue engendrado] antes de todas las cosas, fue engendrado de nuevo. El [quien era ungido] primero, fue ungido nuevamente. El que fue redimido, nuevamente fue redimido. En efecto, conviene hablar de un misterio. El Padre de todas las cosas se unió con la virgen que descendió, y un fuego lo iluminó. En ese día reveló la gran cámara nupcial. Fue por esto que su cuerpo entró en vigor. Ese día salió de la cámara nupcial como el el que nació del novio y la novia. Así Jesús estableció todo dentro de sí mismo a través de estos, y es apropiado para que cada uno de los discípulos camine en su reposo» (70,34-71,15). Los textos que están de fondo son las distintas versiones sinópticas del bautismo de Jesús (Mc 1,9-11; Mt 3, 13-17), especialmente la lucan en 3,21-22 donde también se hace referencia a «hoy día te he engendrado» y al Espíritu descendiendo corporalmente. La «virgen que descendió» hace alusión al Espíritu Santo. El Padre de todas las cosas sería una interpretación de Jn 1,2-3 y aludiría al Logos. Como ya sabemos el Logos hace alusión al cuerpo de Cristo, y el Espíritu a su sangre, en una unión intrínsica que sucede desde el bautismo y la cámar nupcial. Leemos en 67,2-6: «Fue a partir del agua y el fuego que el alma y el espíritu surgieron. Eso era agua y fuego y luz que el hijo de la cámara nupcial (llegó a ser). El fuego es el crisma, la luz es el fuego». En otras palabras, lo que se necesita para engendrar al hijo de la cámara nupcial es el fuego, el agua y la luz. A su vez, la crismación requiere fuego y luz. Como ya sabemos, el fuego, el agua y la luz se relacionan con el Espíritu Santo. Todo esto significa que cuando Jesús fue bautizado en las aguas del Jordán fue ungido con el Espíritu santo y su «cuerpo» adquirió forma como resultado de la unión entre el Logos y el Espíritu. Es importante señalar que en este texto nada se nos dice del Logos descendiendo de los cielos. Esto signfica que el Logos ya habitaba en el primer cuerpo de Cristo, esto es el heredado de María y José. Ahora bien, como ya sabemos, este Logos constituirá el segundo cuerpo de Cristo a partir de su unión con el Espíritu Santo en el bautismo, unción y la cámara nupcial.
Este mismo proceso transformativo ocurre con los creyentes a partir del bautismo, unción y cámara nupcial. «El que ha sido ungido lo tiene todo. Él tiene la resurrección, la luz, la cruz, el espíritu santo. El padre le dio esto en la cámara nupcial. Él recibió, y el Padre vino a estar en el Hijo y el Hijo en el Padre» (74,18-24). Para más detalles: H. Lundhaug, Images of Rebirth (Brill, Leiden, 2010) 165-189.