La naturaleza adámica en judíos y gentiles en Sn. Pablo

La experiencia de Jesús resucitado para Pablo se expresa en la figura del Nuevo Adán, capaz de reflejar la gloria de Dios, de dar el Espíritu, y de transformar al hombre. En esta dinámica transformativa la naturaleza adámica caída, de la cual nos redime Cristo, es un predicado
que se aplica tanto a paganos como a judíos. La naturaleza adámica iguala a judíos y gentiles. En cuanto a estos últimos, en Rm 1,18-32 tenemos que Pablo
trabaja con ciertos supuestos, ejemplificados en la Sab 13,1-9, que explican
esta situación. A través de la creación Dios se ha hecho conocible a la gente
(Rm 1,19), pero el hombre, al igual que el primer Adán (Gn 2,17),  se ha negado a reconocerlo  y alabarlo como Dios (1,21). En Rm 1,22 Pablo
crítica que el hombre profese de ser un
sabio,
lo que lo convierte en un necio. Las reminiscencias al árbol del
conocimiento del bien y el mal son claras. Y es que el hombre ha pretendido
convertirse en sabio (Gn 3, 5-6), independientemente  de Dios, lo que ha generado el perder la vida
(Ez 28). Cualquier conocimiento que prescinda de Dios y que “hace del hombre un
dios” conduce sólo a la necedad y a la muerte. Esta necedad se trasluce en que  cambiaron
la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible,
de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
Por
consiguiente, Dios los entregó a la impureza en la lujuria de sus corazones, de
modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos; porque cambiaron la verdad
de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del
Creador, que es bendito por los siglos. Amén (Rm 1:23-25).
Cuando el
hombre prescinde del conocimiento y obediencia del verdadero Dios queda merced
de las creaturas (a las que endiosa) y de los deseos. 
Esta
“naturaleza caída” no es exclusiva de los paganos. También los judíos tienen la
misma suerte. En Rm 1,21 Pablo había dicho que aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron
gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue
entenebrecido.
Aquí se está haciendo referencia a la infidelidad de los
primeros padres en el desierto cuando adoraron al becerro de oro de acuerdo
a  Jr 2,5-6: ¿Qué injusticia hallaron en mí vuestros padres, para que se alejaran de
mí y anduvieran tras lo vano y se hicieran vanos? Tampoco dijeron: ¿Dónde está
el SEÑOR que nos hizo subir de la tierra de Egipto, que nos condujo por el
desierto, por una tierra de yermos y de barrancos, por una tierra seca y
tenebrosa, una tierra por la que nadie pasó y donde ningún hombre habitó?

Otra referencia a la infidelidad del pueblo de Israel está en la referencia al
Salm 106,20 en Rm 1,23: cambiaron su
gloria por la imagen de un buey que come hierba.
Para más detalles:
James G.D. Dunn, The Theology of Paul the
Apostle,
William B. Eerdmans Publishing Company, p. 91-93.

Tomás García-Huidobro

Sacerdote Jesuita, Doctor en Teología Bíblica.