El Templo y el paraíso en San Efraín
Es interesante la relación entre el Templo de Jerusalén y el
Jardín del Edén que vislumbra el teólogo y místico sirio San Efraín.
Según este autor el árbol del
conocimiento guardaba la entrada al santo de los santos donde se encontraba el árbol de la vida. Era como el velo
que separaba el santo de los santos del tabernáculo en el templo de Jerusalén.
El mandamiento divino que prohibía el comer del fruto del árbol del
conocimiento incluía el no acercarse a éste. Lo mismo que se les prohibía a los
sacerdotes del templo acercarse al santo de los santos. Porque Dios no autorizó a Adán a entrar en la habitación interior del
tabernáculo, porque ésta estaba resguardada por guardias, y así, él podría
realizar bien sus servicios litúrgicos en las habitaciones exteriores del
tabernáculo (Himnos sobre el paraíso 3, 16). Más específicamente, el
problema radica, no tanto en la prohibición, ya que Adán como sumo sacerdote
podría haber entrado, sino en el no cumplimiento de los requisitos de pureza
que lo hacían apto para entrar en el santo de los santos. En su estado de impureza, Adán deseó entrar en el santo de los santos,
deseo que sólo poseen aquellos que son santos. Pero él entro impetuosamente a
las habitaciones interiores del tabernáculo, incluso a las habitaciones
exteriores, de allí que no se le permitiese entrar de nuevo. Esta misma
dinámica se repite, según Efraín, en la historia del Rey Uzziah en 2Cro 26,
donde este monarca entra impetuosamente en el tabernáculo para ofrecer el
sacrificio del incienso. Por esta razón,
este rey fue castigado y fue convertido en leproso, esto es, en un hombre
impuro, al modo como Adán y Eva fueron revestidos de carne. Gary Anderson, The
Genesis of Perfection, p.55-57.
Jardín del Edén que vislumbra el teólogo y místico sirio San Efraín.
Según este autor el árbol del
conocimiento guardaba la entrada al santo de los santos donde se encontraba el árbol de la vida. Era como el velo
que separaba el santo de los santos del tabernáculo en el templo de Jerusalén.
El mandamiento divino que prohibía el comer del fruto del árbol del
conocimiento incluía el no acercarse a éste. Lo mismo que se les prohibía a los
sacerdotes del templo acercarse al santo de los santos. Porque Dios no autorizó a Adán a entrar en la habitación interior del
tabernáculo, porque ésta estaba resguardada por guardias, y así, él podría
realizar bien sus servicios litúrgicos en las habitaciones exteriores del
tabernáculo (Himnos sobre el paraíso 3, 16). Más específicamente, el
problema radica, no tanto en la prohibición, ya que Adán como sumo sacerdote
podría haber entrado, sino en el no cumplimiento de los requisitos de pureza
que lo hacían apto para entrar en el santo de los santos. En su estado de impureza, Adán deseó entrar en el santo de los santos,
deseo que sólo poseen aquellos que son santos. Pero él entro impetuosamente a
las habitaciones interiores del tabernáculo, incluso a las habitaciones
exteriores, de allí que no se le permitiese entrar de nuevo. Esta misma
dinámica se repite, según Efraín, en la historia del Rey Uzziah en 2Cro 26,
donde este monarca entra impetuosamente en el tabernáculo para ofrecer el
sacrificio del incienso. Por esta razón,
este rey fue castigado y fue convertido en leproso, esto es, en un hombre
impuro, al modo como Adán y Eva fueron revestidos de carne. Gary Anderson, The
Genesis of Perfection, p.55-57.