La ratificación de la Alianza Sinaítica
La ratificación de la Alianza Sinaítica (Ex 24, 1-11) comienza cuando Moisés reporta al pueblo las diez palabras y los juicios, luego de lo cual este accede a realizar la Alianza como en Ex 19, 7-8. Dice así, Moisés bajó y refirió al pueblo todo lo que le había dicho el Señor, todos sus mandatos, y el pueblo contestó a una: —Haremos todo lo que dice el Señor. Luego, temprano en la mañana levantó un altar en la falda del monte y doce piedras conmemorativas por las doce tribus de Israel. Mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer los holocaustos y ofrecer novillos como sacrificios de comunión para el Señor. Después tomó la mitad de la sangre y la echó en recipientes, y con la otra mitad roció el altar. Tomó el documento del pacto y se lo leyó en voz alta al pueblo, el cual respondió: —Haremos todo lo que manda el Señor y obedeceremos. Moisés tomó el resto de la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: —Ésta es la sangre del pacto que el Señor hace con ustedes según lo establecido en estas cláusulas. Subieron Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y los setenta dirigentes de Israel, y vieron al Dios de Israel: bajo los pies tenía una especie de pavimento de zafiro, límpido como el mismo cielo. Dios no extendió la mano contra los notables de Israel, que pudieron contemplar a Dios, y después comieron y bebieron. Esta ratificación se puede interpretar de distintas maneras. Veamos dos de ellas. Para P. J. Gentry y S.J. Wellum llaman la atención en el hecho que la mitad de la sangre se pone en el altar, que representa a Yavé, y la otra mitad sobre el pueblo. En medio de ambos actos simbólicos se encuentra la lectura a voz alta del libro de la Alianza y la respuesta fiel del pueblo. Para estos autores el simbolismo implica que una sola sangre une a las dos partes, Israel y Dios. Esto sería similar a una boda, dos personas se encuentran desde ahora unidas por la misma sangre, a través de la Alianza matrimonial. Es la manera simbólica más explícita para representar una íntima relación. Yavé a llegado a ser el sujeto más cercano de Israel, y esta última se ha convertido no sólo en una nación sino en el pueblo de Dios. Para estos autores, esta interpretación se confirma por el hecho que un grupo de representantes del pueblo asciende a la montaña y comieron y bebieron. Esta sería una antigua práctica, presente hasta el día de hoy, que sirve para celebrar el día de bodas. Los 70 ancianos representan a Israel, quienes como una familia están celebrando la amistad y las bodas con Dios. Esto nos lleva a la voz profética de Osea y de la advertencia en cuanto a que el adulterio es la violación de la Alianza marital que hace que Israel no sea mi pueblo (Os 1,9). Davies, propone una interpretación distinta. Este autor ve en estos rituales la ordenación de Israel como pueblo sacerdotal de Dios. A modo de conclusión, los 70 ancianos que representan a Israel tienen un acceso directo a la presencia divina. Aunque los paralelos no son del todo exacto, Davies alude al ritual de lavarse y vestirse de Lv 8,6-9 y Ex 19,10; los sacrificios de Lv 8,14-23 y Ex 24,5; la aplicación de la sangre sobre el altar en Lv 8,15.19.24 y Ex 24,6; la aplicación de la sangre sobre los ordenados en Lv 8,23.24.30 y Ex 24, 8; la comida delante de Yave en Lv 8,31 y Ex 24,11; y un período de tiempo que se pasa en la entrada del tabernáculo en Lv 8,33.35 y Ex 24,10. El problema con estos paralelos están en los puntos de desencuentro. Y es que en Lv 8 se habla de tres sacrificios, un buey por los pecados (חטאת), un cordero como sacrificio ardiente (עלה), y un segundo carnero para la ordenación (מלאים). Los sacrificios en Ex 24 son sólo dos, un sacrificio ardiente (עלה) y de paz o ofrecimiento (זבח שלמים), en ambos se sacrifican toros y en una cantidad no especificada. Para más detalles: Kigdom through, p. 1506