Cuando Moisés sube al Sinaí junto con Aarón, Nadab, Abihu y los 70 ancianos, vieron al Dios de Israel. Éste estaba sentado en un trono, y
pudieron contemplar a Dios, y después comieron y bebieron. El sentido original, probablemente, se refería a la refrendación de la Alianza. Con el tiempo, sin embargo, este «comer» y «beber» cambia su sentido y se espiritualiza. Este movimiento es claro en Filón de Alejandría quien se pregunta,
¿cuál es el significado de las palabras «ellos se aparecieron ante Dios en el lugar y comieron y bebieron»? Más adelante responde
contemplando a Dios con los ojos de la mente. Pero esta visión es el alimento de las almas, y la verdadera participación es la causa de la vida o la inmortalidad. Está escrito, en efecto, que «ellos comieron y bebieron». Aquellos que en verdad están hambrientos y sedientos no fallan en la contemplación de Dios quien aparece de manera claramente visible (Quaestiones et Solutiones in Exodum). La misma idea del alimento espiritual está presente en textos como GenR 18,4; ExR 47, 4-5; Tob 12,19; TAbr 15; Justino, Dialogo con Tryfo 56. Este alimento espiritual es el que define, por otro lado, la verdadera vocación del pueblo de Israel.
Israel es la mente contemplativa de Dios y el cosmos, porque Israel significa «viendo a Dios» (Somn. 2.173). Esta vocación también está relacionada con el maná:
Los procedentes de la tierra se dan mediante la cooperación de los labradores; los que vienen del cielo son lanzados cual copos de nieve por Dios, el único ser que obra por sí mismo, sin que sea menester que otros cooperen. Y así, leemos estas palabras: «He aquí que os hago llover alimentos desde el cielo» (Ex. XVI, 4.) ¿Y a qué otro alimento llovido del cielo puede en rigor referirse como no fuere a la celestial sabiduría? 260. Esta es enviada desde lo alto a las almas ávidas de virtud por Aquel que derrama con pródiga abundancia la prudencia e impregna el universo todo con Su riego…(Mut.Nom 259-260). Este alimento también se relaciona con la Torá y el logos:
Otro caso es el de los que preguntaban qué es lo que nutre al alma, pues, como dice Moisés, «no sabían qué era». (Ex. XVI, 15.) Se instruyeron y hallaron que era la palabra de Dios, el Divino lógos, del que manan inagotables toda instrucción y toda sabiduría. Este es el celestial alimento, y así se hace patente en las sagradas escrituras cuando la causa en
persona manifiesta: «He aquí que Yo hago llover sobre vosotros panes desde el cielo.» (Ex.
XVI, 4.) 138. Es que, realmente, Dios vierte gota a gota desde lo alto la etérea sabiduría en las inteligencias bien dotadas y amantes de la contemplación. Estas, por su parte, ven, gustan y experimentan gran placer adquiriendo conocimientos sobre lo que perciben, pero ignoran la causa que produce la percepción. Por eso preguntan: «¿Qué es esto» (Ex. XVI, 5) ‘de naturaleza más dulce que la miel y más blanca que la nieve? Y el evidente les enseñará que «este es el pan que el Señor les había dado para que comiesen». (Ex. XIV, 15.) 139. ¿Cuál, díme, pues, es este pan? «Es», dice él, «esta palabra 60 que el Señor ha ordenado». (Ex. XVI, 16.) Esta Divina prescripción llena al alma capaz de ver de claridad y dulzura a la vez, encendiendo el resplandor de la verdad y dulcificando con la dulce virtud que es la persuasión a los que tienen sed y hambre de nobleza de carácter. 60 Ver Interpretación alegórica III,, 173, donde Filón, alterando el sentido del texto citado,
identifica el maná con la palabra de Dios y, por ende, con Su lógos.