La necesidad de la circuncisión y los temerosos de Dios
En otras entradas hemos estudiado la circuncisión como condición para entrar en el pueblo Judío en Filón y Josefo. La designación de «judío», hemos dicho, es difícil de definir. Por ejemplo, si bien en Ex 12 , 43. 48-49 y Nm 9,14 se prohíbe ser parte de la Pascua si no se está circuncidado, en el Ezekiel el dramaturgo esta condición no se menciona. Más aún, en algunos textos rabínicos se contabiliza como judío todo aquel que deniega de la idolatría (b.Meg 13a; b.Ned 25a; SifreNum 111). En otros textos, sin embargo, se exige al converso un sacrificio, el bautismo y la circuncisión (m. Ker. 2.1; bKer 8b-9a; m.Pesah 8.8; b. Pesah 92a; b.Yebam 46a-47b). Luego está la historia rabínica de tres gentiles que querían convertirse al judaísmo. El primero llega a Shammai y le dice que quiere aprender toda la Torá mientras se está sobre un pie. Shammai lo despide, entonces el gentil va donde Hillel el viejo quien acepta el desafío y le dice que toda la Ley se resume en la siguiente fórmula: Lo que no te gusta que te hagan no lo hagas a tu amigo. Esta es la base de la Torá. Todo el resto es comentario. ¡Ve y aprende! Otro gentil que quería convertirse al judaísmo va donde Shammai y le dice que la única condición es aceptar sólo la Ley escrita. Shammai lo despide, entonces el gentil va donde Hillel que acepta la condición y comienza enseñándole el alfabeto hebreo. Al día siguiente, le enseña de nuevo el alfabeto, pero esta vez confunde el orden de las letras, lo que confunde al gentil. Ante tal confusión Hillel le dice que es conveniente ir y aprender la necesidad de la Torá escrita y la oral. El tercer gentil se quiere convertir al judaísmo porque quiere llegar a ser sumo sacerdote. La liturgia y las cosas del templo le fascinan. De nuevo Shammai lo despide, y Hillel el viejo lo acoge. Finalmente, con Hillel, el gentil aprende que incluso el rey David no calificó para ser sacerdote porque descendía de la linea sacerdotal (b. Sabb. 31a; Abot R. Nat. 24ab). Estas historias, además de confirmar las distintas escuelas farisaicas, tienen algo en común. En ninguna se le exige al gentil la circuncisión. ¿Qué podemos concluir entonces? Que a pesar que no hay una doctrina uniforme, existe una tendencia, las reglas halakikas son claras respecto a la exigencia de la circuncisión; mientras que las historias hagadicas son más flexibles en la bifurcación en la definición del judío. Y es que además las prácticas de incorporación debieron haber variado dependiendo de las regiones. Así, por ejemplo, Epictetus hablando de los conversos en Roma parece conocer la práctica del bautismo y omite la obligatoriedad de la circuncisión (Diss. 2.9.20).
En general se pueden distinguir las siguientes circunstancias, cuando se trata de la formalización del paso de un converso al pueblo de Israel, la circuncisión era necesaria (o el matrimonio en el caso de una mujer). De este modo se adhería no sólo a un conjunto de valores, sino a un ethnos determinado. Otro era el caso de los simpatizantes. Estos lo podían ser por admiración filosófica (monoteísmo), simpatía ética, apoyo político etc. Estos podían incorporar ciertas prácticas judías como la observancia del sábado o la dieta judía, pero siempre en el marco de la sociedad greco-romana. Para ellos la circuncisión sería ir demasiado lejos. ¿Quiénes eran entonces los temerosos de Dios? Eran simpatizantes que atendían los servicios sinagogales, adherían al monoteísmo, guardaban algunas leyes judías, pero no llegaban a formar parte del pueblo judío a través de la circuncisión. En la Sinagoga de Acomia en Frigia se lee que el edificio fue erigido, entre otras personalidades, por Julia Severa. A través de otras fuentes sabemos que esta Julia era una noble romana casada con un alto magistrado romano Servenius Capito. La relación de Julia con la Sinagoga en cuestión pudo haber sido un asunto de mero patronazgo. Josefo, por su parte, cuando habla del origen de la riqueza del Templo menciona a los que adoran a Dios (distinguiéndolos de los judíos) en Asia y Europa (Ant. 14.110). Por último mencionemos los numerosos temerosos de Dios mencionados por Lucas: el centurión de Cafarnaún, el centurión Cornelio, Lidia en Filipos, Jason en Tesalónica, Titius Iustus en Corinto. Para más detalles: Crossing over Sea and Land, p. 36-51