Alianza: Elección y Torá
La elección de Israel como pueblo acontece en el Sinaí donde Dios habiéndolo liberado de la tierra de Egipto lo hace subir a su encuentro, completando así su plan de salvación. De acuerdo a algunas fuentes Dios no habría salvado a Israel si es que éste no hubiese antes renunciado a los ídolos. Es por esto que Dios les pide que sacrifiquen un cordero y preparen la cena pascual. Esta esra la forma de mostrar que habían renunciado a la idolatría porque precisamente los egipcios adoraban al cordero (ShR 15, 2-3). De acuerdo a algunas leyendas el éxodo comienza en Raamses y se dirigieron a la ciudad de Mizraim, una distancia que se cubre en 40 días. Alentados con la voz de su líder cubrieron un instante la distancia hasta Succoth que generalmente toma tres días. En este pueblo Dios los cubrió con siete nubes de gloria cuatro sobre ellos en el frente, detrás, y a los dos lados; una bajo sus pies para protegerlos contras las espinas y escorpiones; una sobre para protegerlos de los rayos, tormentas y el sol; la séptima les precedía para preparar el camino, levantando los valles y allanando las montañas y los montes (Tosefta Sotah 4, 2; Sifre N. 83; Targum Yerusalem Ex 12, 37; BaR 1, 2; ER 12.60). En este peregrinar por cuarenta años no necesitaron la luz artificial de lámparas porque un rayo de luz les acompañaba a las habitaciones obscuras (Sifre N, 83; Sifra 24,3; Shabbat 22b). La única diferencia entre la noche y el día radicaba en que un pilar de fuego reemplazaba a una nube en las tardes (Mekilta RS, 41; Tehillim 105, 452). Las nubes y el pilar de fuego eran sólo para la protección de Israel, por ninguna otra persona, sea mitad judío y gentil. Estos tenían que caminar fuera de la nube (Sifre N. 83; Sifre Z. 192). Era tan profunda la confianza de Israel en Dios que éstos seguían a Moisés sin murmurar y sin guardar para si provisiones (Mekilta Bo 14, 15b; ER 17,85). La protección divina luego del éxodo se figura también en el Mekhilta de R. Ismael [Tratado de Vayehi Beshallah Parasha 4] donde citando Ex 14,19 cuando el Ángel del Señor se movía delante y detrás del campamento. R. Judá dice, ¿con qué podremos comparar esto? Con un hombre que iba caminando por un camino y dirigía a su hijo que iba delante de él. Cuando los ladrones vinieron a capturar a su hijo desde el frente, él lo tomó y lo puso detrás de él. Cuando un lobo vino para capturar a su hijo desde atrás, lo tomó desde atrás y lo puso delante. Cuando los ladrones vinieron desde el frente y los lobos por atrás, él tomó a su hijo y lo puso en sus brazos. Cuando el hijo comenzó a sufrir por el sol, su padre lo cubrió con su vestidura. Cuando estaba hambriento, lo alimentó. Cuando estaba sediento, le dio de beber. Así hizo el Santo, bendito sea, como está dicho «yo enseñé a andar a Efraín, yo lo llevé en mis brazos; pero ellos no comprendieron que yo los sanaba» (Os 11,3). Versiones parecidas encontramos en el Tratado Bahodesh Yitro Parasha 2, en el Mekhilta de R. Simeon ben Yohai 14,19 y en el Seder Eliyahu Rabbah 28. En el Mekhilta de R. Ismael-tratado Vayehi Beshallah Parasha 6 leemos: En aquel día el Señor salvó a Israel de la mano de los egipcios (Ex 14,30). Como un pájaro puesto en la mano de un hombre, quien si exprime sólo un poquito su mano provocaría un ahogo. Como está dicho: «Hemos escapado como un pajaro de la trampa del cazador; la trampa se ha roto y nosotros hemos escapado» (Sal 124,7). En el Sifre sobre Nm 84 R. Simeón ben Eleazar dijo: tú no tienes una parte más preciada de tu cuerpo que los ojos, e Israel es como los ojos. Una parábola: Un hombre que se golpea en la cabeza cierra sólo sus ojos porque no tiene parte más querida en su cuerpo que sus ojos, e Israel es como esto. De allí que se diga, «¿Qué, mi hijo? ¿Qué, hijo de mi vientre?¿Qué hijo de mis votos? (Prov 31,2).
Hay que notar que la elección de Dios tiene que ver con el don de la Torá. Antes que Dios le diese la Tora al pueblo de Israel también se la ofreció a los gentiles para que después no dijesen que de haberla ofrecido la hubiesen aceptado. El fue a los hijos de Esaú y les dijo: «¿Vaís a aceptar la Tora?» Ellos le contestaron, «¿Qué está escrita en ella?». El les contestó:»No matarás». Entonces ellos le dijeron: «¿A caso quieres arrebatar de nosotros la bendición con la cual fue bendecido nuestro padre Esaú? Porque éste fue bendecido con las siguientes palabras: Con la espada tú vivirás. Nosotros no aceptamos la Tora» . Entonces fue a los hijos de Lot y les dijo: «¿Van a aceptar vosotros la Tora?» Ellos dijeron: «¿Qué está escrito en ella?» El les contestó: «No cometerás actos impuros». Ellos dijeron: «Es por la impureza que nosotros nos reproducimos, no queremos aceptar la Tora» (Sifre D 343, 142b; Midrás Tannaim 210; Mekilta Bahodesh 5, 67a; Mekilta RS 93; PK 5, 43b y 32, 199b-200a; etc). En cambio el pueblo de Israel aceptó la Tora, incluso sabiendo que allí había 613 mandamientos. «Oh Señor del mundo! Nosostros hemos actuado de acuerdo a tus mandamientos antes de que fuesen revelado a nosotros. Jacob fue el primero que cumplió el primero de los diez mandamientos obligando a sus hijos alejar a los dioses que estaban entre ellos. Abraham obedeció el mandamiento de no tomar el nombre del Señor en vano por cuanto él dijo: «Yo he levantado mi mano hacia el Señor, el Altísimo Dios». José cumplio el mandamiento de cumplir el sábado y lo guardo santo; y cuando sus hermanos vinieron hacia él, el tenía para ellos todo preparado el viernes. Isaac observó la ley de honrar a su padre y a su madre, cuando permitió a su padre Abraham amarrarlo en el altar como sacrificio…(Abkir in Yalkut I, 276; BHM VI, 40-41; ER 6,35). Esta relación entre elección y la aceptación de la Torá se describe en las mismas palabras de Dios: Yo he realizado por vosotros muchos milagros, incluso antes que recibieséis la Torá y la observaséis, cuánto más milagros realizaré por vosotros cuando la reibais y observeis las leyes!…Porque ha pesar que todo me pertenece, Israel va a ser mi posesión especial, porque yo la he rescatado de Egipto y la he liberado de la esclavitud. Con respecto a Israel, Dios es como una persona que recibe muchos campos como herencia, pero el que él compró por sí mismo, y el que él ha ganado es el más querido en su corazón (Mekilta Beshallah 2-3, 62b-64b y 9, 72a).